jueves, 26 de julio de 2007

MI ALFONSO LÓPEZ

Mi Alfonso López
Independencia, carácter o talante, visión histórica, algo de herejía, sentido social, una aguda inteligencia y su devoción por el Liberalismo, son parte del legado de uno de los colombianos mas importantes del siglo 20.
Luis Carvajal Basto

El Espectador
miércoles, 11 de julio de 2007


Mis primeros recuerdos de López tiene que ver con el MRL del cual mi padre fue activo militante. Le vi por primera vez en la calle 11 de Bogotá en nuestro campero, iniciando una gira por la Presidencia. Entonces, contrariando las decisiones de su padre, protestó contra la alternación bipartidista y habló de socialismo con autoridad, desde el Liberalismo.
Del MRL recuerdo su línea blanda, cercana a la ortodoxia liberal y dura, influenciada por la Revolución Cubana que entonces descrestaba a muchos intelectuales colombianos. López, pragmático, dejó su testimonio, pero aceptó el Ministerio de Relaciones y luego la Gobernación del Cesar. Ese pragmatismo no cayó bien en su militancia, pero le abrió el camino y le dio la experiencia pública necesaria para llegar a la Presidencia.
De su gobierno, del mandato, claro recuerdo dos hechos que serán inolvidables para todos: El nombramiento por primera vez de una mujer como Ministra, nuestra querida María Helena de Crovo y el cumplimiento de su promesa según la cual en los 100 primeros días los matrimonios católicos podrían obtener el divorcio otorgado por la Ley civil. De esa campaña, la consigna de “López es el Pollo” nos mostró su rostro vallenato.
Entre otras cosas, es a López a quien se debe la aceptación del Vallenato en Bogotá de la clase media para arriba. Antes de su Gobernación del Cesar, los bogotanos sabíamos de vallenato por un programa que hacía Carlos Arturo Melo en directo, por Radio Juventud los domingos a la una. Después de López, pudo ser lo que ahora es.
López también es responsable del legado socialista del Liberalismo. Fue él quien propició la afiliación de nuestro Partido a la internacional socialista. Patrocinador del Instituto de Estudios Liberales, IEL, con el ex presidente Samper, se preocupó de que los jóvenes liberales tuviéramos un sitio de encuentro que sirviera al partido como tanque de pensar.
Fue él, también, quien dio los primeros pasos para que el Partido adquiriera una solidez institucional con unos estatutos renovados. A López debemos, entre muchas cosas, la compra de la casa de la calle 36 que le dio al Partido una necesaria estabilidad e imagen institucional.
De su dimensión como estadista quisiera recordar dos hechos. Su papel fundamental en El tratado Torrijos-Carter que devolvió a los panameños la soberanía sobre el canal. Poco conocido es, sin embargo, que ese Tratado también protegió los intereses de Colombia. La capacidad de conciliar intereses demostrada por López en ese asunto, puede ser la mejor aplicación de una teoría con fundamentos matemáticos, la de las ventajas comparativas de David Ricardo, a las Relaciones Internacionales.
El otro hecho es que aún sobre los 90 años y “retirado” de la vida pública, su preocupación por la suerte de sus congéneres, en especial los más pobres, se mantenía intacta. Estaba encantado con el impacto que en los precios de los alimentos tendría la llamada Revolución transgénica que según él permitiría producir mas calorías a menores costos.
De sus últimas opiniones en asuntos públicos quiero dejar testimonio de la solidaridad incansable demostrada con los familiares de los secuestrados en poder de las Farc, en busca de un acuerdo humanitario y de su percepción según la cual el Liberalismo debería superar el debate entre uribistas y anti uribistas, recuperar la unidad y el poder como Partido. Y su declaración después del 28 de mayo pasado según la cual Uribe se había convertido en el Liberal más votado, aún como disidente del Oficialismo.
Para terminar esta breve evocación de López quiero recordar una anécdota que refleja su talante y personalidad. En abril de 2005 organizamos la última cumbre de ex presidentes y dirigentes liberales en el Hotel La Fontana. Después de mucho, por última vez, asistieron a un encuentro liberal los ex presidentes López, Turbay, Gaviria y Samper.
El asunto es que al llegar el ex presidente Turbay, López se alejó y miró para otro lado. Eran conocidas sus diferencias por el “Uribismo” de Turbay no compartido por López en ese momento, que revivió sus viejas pugnas políticas. No lo quería saludar. Turbay, más afable, estaba dispuesto y se dirigió a López quien, finalmente, le extendió la mano, pero no le dirigió la palabra.
A la hora del almuerzo, sentados con las señoras en una pequeña mesa, López mantuvo su distancia y se dedicó a conversar sobre el potencial de nuestro Llano. Turbay, incomodo con la situación, abrió su propia conversación sobre Juan Pablo Segundo y su experiencia como Embajador en Roma. Fue la última vez que se encontraron estos dos gigantes del Liberalismo vivos.
Es así por que López, con Hidalguía y solidaridad, acompañó a Turbay en su último viaje. Nos deja mucho, Presidente López. Su ejemplo y su talante, ese, propio de los Liberales. Para nuestro provecho y el de las generaciones que vendrán, se mantendrán vivos y vigentes para siempre.

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