lunes, 28 de mayo de 2012

La brecha digital



Por: Luis Carvajal Basto

¿Cómo hacer para que la revolución tecnológica, mantenga sus características democráticas?


El acceso, en tiempo real, a la información y el conocimiento disponible, así como la posibilidad de interactuar con cualquier habitante del planeta, pueden ser algunas de las características más importantes de los saltos cualitativos que hemos vivido en los últimos decenios. Sus efectos en la economía y en nuestra forma de vida se sienten por todas partes, pero apenas comenzamos a familiarizarnos con su impacto.
El actual puede calificarse como un periodo de transición, también en la política. En la era de internet un ciudadano negro llegó a la Presidencia de los Estados Unidos y los egipcios se disponen, por primera vez en miles de años, a elegir un mandatario en democracia. Si bien nadie está en condiciones de anticipar lo que vendrá, sectores significativos como educación, la industria de medios y la prensa tratan de adaptarse a las nuevas realidades.
El acceso a internet y a las nuevas tecnologías es hoy un fundamento de la democracia, aunque hubiese “sorprendido” a nuestras constituciones e instituciones. El libre acceso a la información y al conocimiento, disponen ahora de la mayor herramienta que ha conocido la humanidad, convirtiendo su utilización en un asunto de principios y en un tema de Estado.
En ese escenario, y aunque no se considere tampoco en indicadores que miden la pobreza, el acceso a internet es un asunto de equidad. Existe correlación con crecimiento y bienestar. En Norteamérica un 80% tiene posibilidades de acceso, mientras que en Sur-américa apenas el 41%.En Colombia, con más de 6.000.000 de conexiones y una cifra superior al 50%, estas crecieron 2000% en el periodo 2000-2011, mientras que en Estados Unidos “apenas” lo hicieron en un 158%.Hay que decir que, en este caso, la brecha digital se reduce. También la desigualdad.
La industria de medios ha sentido el terremoto digital y existe una gran discusión acerca del futuro de los impresos. Una de las grandes preguntas, sin respuesta uniforme todavía, es la que se refiere al cobro por el acceso a las ediciones “en línea”. En Colombia, de acuerdo a informaciones conocidas, diarios como El Tiempo se alistan para a publicar en la red una edición similar a la impresa, efectuando la transición a una edición virtual a la que tendrán acceso quienes paguen.
La verdad es que si bien hemos tenido un aumento asombroso de ciudadanos y consumidores “en línea”, la pauta publicitaria no ha correspondido todavía, aunque se perfila en decidido ascenso: para el año 2010 significó tan solo algo más del 6% de la inversión publicitaria total y alguien debe financiar la actividad. Esta es otra brecha, una que el mercado se encargará de cerrar, pero mientras tanto, las empresas deben subsistir. Desde otras latitudes, y sirviendo como ejemplo, llama la atención que nuevas empresas virtuales como Facebook o Twitter adquieran valoraciones millonarias en unos pocos años.
En teoría y en el largo plazo, el modelo de financiación de la información no será muy diferente al que tenemos ahora: parte por los anunciantes, parte por los lectores. Ese “equilibrio” es una garantía de independencia y objetividad, pilares del funcionamiento del régimen democrático. Resulta difícil, en cambio, predecir lo que ocurrirá en el “entretanto”, al producirse una brecha entre quienes pueden pagar y quienes no lo pueden hacer, al no cumplirse, en la práctica, un principio de igualdad. La salida podrá parecerse a lo que ocurre hoy con la televisión, una abierta y una paga, donde los contenidos y la calidad tendrán mucho que ver.
A diferencia de lo que ocurre con el sector educativo, en el que el Estado interviene buscando equidad, invirtiendo con justicia ingentes recursos que siempre serán escasos, el derecho a informar e informarse no puede depender de los presupuestos públicos. El dilema está planteado. 

lunes, 21 de mayo de 2012

Arrancó el TLC



Por: Luis Carvajal Basto
Desde la semana anterior el tratado de libre comercio con los Estados Unidos dejó de ser una expectativa o un debate ideológico, para convertirse en una realidad con consecuencias cuyo desarrollo depende, en buena parte, de los colombianos, pero mucho más de la capacidad de nuestros dirigentes


En teoría, la ampliación de mercados o el libre comercio permite que quienes participan en él obtengan mejores resultados para los participantes que los que conseguirían de manera autónoma. El nombrado “gana gana”. Esto está probado matemáticamente desde David Ricardo quien demostró, con su teoría de las ventajas comparativas, que la especialización genera excedentes o ganancias.
Sin embargo, en todos los casos, la distribución regional de esas ganancias es un asunto por ver que depende de las particularidades de cada proceso. ¿Quién se queda con qué? Más adelante, se produce una tendencia a la igualación en los precios de los factores de producción al dejar de ser abundante lo que antes del comercio lo era y al ser menos escaso lo que era escaso.
Son justificadas y por ello están en la letra menuda del tratado, las prevenciones con los subsidios a los productos agrícolas en los Estados Unidos que generan distorsiones en los precios. Desde otro punto de vista, la importación de alimentos subsidiados podría tener incidencia positiva en el control de la inflación al mejorar la capacidad de compra de los salarios.
No deja de ser paradójico que el TLC se ejecute, por fin, en un momento en que el proceso de unidad Europea, el más grande proyecto de unión económica en democracia que ha tenido la humanidad, se encuentra fuertemente agrietado y con tan malas expectativas que casi amenazan su supervivencia. Aquí, empezamos a utilizar un camino por el que los europeos pasaron hace décadas. En este caso, sin embargo, los efectos de lo que ocurre allí podrían tener un saldo en positivo, en medio de una eventual debacle internacional, al desplazar inversiones hacia América, propiciando la generación de nuevos empleos, contrario a lo explicado por el ministro de Hacienda colombiano, quien anticipó, al menos, año y medio de penurias por cuenta de la crisis en Europa.
A pesar de las previsiones en positivo, resulta difícil establecer con certeza las consecuencias de nuestro TLC por cuenta de factores, como nuestra incipiente infraestructura, que afectan la competitividad. Será determinante también, en lo que ocurra, mantener las condiciones de estabilidad política, Institucional y jurídica, siendo allí donde radica la responsabilidad y visión de mediano y largo plazo y no solo las “agallas” de la dirigencia empresarial, sindical y política.
En el corto plazo, sin embargo, esa dirigencia debe ocuparse en resolver dos asuntos eminentemente “prácticos” que podrían comenzar a definir nuestra suerte en el tratado: la revaluación del peso y la capacidad del sistema aduanero para hacer cumplir los cupos de importación de productos altamente sensibles.
Empezando por lo más “sencillo”, sin un control aduanero eficiente podrían desaparecer renglones enteros de nuestra economía de los que dependen miles de empleos, como es el caso de algunos cultivos (arroz, frijol, maíz) y la industria avícola. En este caso, la sistematización de las aduanas, para tener un control contable del cumplimiento de los cupos, no parece suficiente en un país con extensas fronteras e histórica y culturalmente proclive al contrabando.
Más complejo resultará lidiar con la revaluación del peso en un escenario en que mientras las tasas de interés en los Estados Unidos se mantendrán cercanas a cero, por una clara intervención de la reserva federal y como respuesta a la crisis, en Colombia han subido significativamente, comenzando a resentir la producción manufacturera (descenso del 0.9% en marzo, con relación a marzo de 2011), las ventas y sectores fundamentales como el de construcción. Para no andarnos “por las ramas”, parece llegada la hora de modificar las funciones Constitucionales del Banco de la República, adicionando al control de la inflación un mandato para promover empleo y crecimiento. Resulta indispensable, también, el uso de esta “herramienta” en el arranque del TLC. Por cierto, la otra parte del tratado, los Estados Unidos, la utiliza de manera eficiente.
@herejesyluis

lunes, 14 de mayo de 2012

El efecto Hollande



Por: Luis Carvajal Basto

La victoria del candidato Socialista en Francia reacomoda el tablero de la política y la economía en todo el mundo. Ahora debe convencer primero a sus colegas europeos, acerca de la conveniencia de promover el crecimiento y la equidad desde el gobierno, sin ahuyentar a los inversionistas y sin que su pulso con la dirigencia alemana ocasione fisuras en Europa.


Las primeras reacciones que se encontró el nuevo presidente de Francia fueron miel y sal: los mercados a la baja por la incertidumbre acerca de los resultados de su pulso con la señora Merkel y las declaraciones de la misma en el sentido de abrir una conversación acerca del tamaño de la promoción del crecimiento desde las entidades de gobierno, pero con la advertencia clara de que el pacto fiscal, que impone austeridad, no se encuentra en discusión.

El escenario Europeo es más que complejo: con unas expectativas de crecimiento de apenas el 1% en 2013 y la amenaza latente de un efecto dominó en España, Portugal e incluso Italia, no se vislumbra la manera de generar los empleos que necesitan. Tampoco, la forma de aumentar la inversión pública sin nuevos impuestos que harían a sus economías menos competitivas. Fórmulas como devaluar o acabar con el euro, serían un claro retroceso para el proyecto de unidad y tendrían efectos mundiales catastróficos.

Por lo pronto, el efecto Hollande también se siente en los Estados Unidos. Más allá de la similitud de sus propuestas con las ya probadas del presidente Obama, que sirvieron para crear cuatro millones de nuevos empleos en los últimos años, la situación de incertidumbre  por el final de la alianza Merkel-Sarkozy, podría retardar la salida de Europa, principal destino de las exportaciones norteamericanas, de la crisis, afectando el proceso de reelección del mismo Obama.

La cruda realidad de la política limita el alcance de la coherencia y conveniencia en los discursos: ya nadie recuerda que los orígenes de la actual crisis estuvieron relacionados con una burbuja que no se termina de desvanecer y que aumentó de tamaño con la sobrevaloración de activos de las entidades financieras, tanto en Norteamérica como en Europa, ni el papel  apenas de observadores que desempeñaron los gobiernos mientras ello ocurría, debiendo luego, sin embargo, hacerse cargo del lastre de las bancarrotas.

Luego de un periodo en que de manera increíble se abrieron paso las teorías de austeridad como receta exclusiva para salir de la crisis, revolviendo desconfianza e incertidumbre con déficit fiscal y crisis de los gobiernos, la victoria de Hollande parece reconfortante y esperanzadora, pero es en el terreno del crudo pragmatismo en donde esta discusión se resolverá: crecimiento, nuevos empleos etc. Las herramientas de gasto público y flexibilidad en la política monetaria, anunciadas por Hollande, deben ser usadas sin generar incertidumbre y sin deteriorar el proceso de unidad europea, lo que en un momento como el actual aumentaría las posibilidades de una recesión generalizada, afectando la recuperación en los Estados Unidos y de paso, la reelección del presidente Obama. De ese tamaño son las responsabilidades del  nuevo presidente de Francia.

La elección de Hollande significa un espaldarazo para quienes consideran que el Estado, como promotor del crecimiento y la equidad, resulta fundamental para la democracia. Que no podemos renunciar a las instituciones que otorgan preeminencia al interés general sobre el de cada quien. Que las herramientas de que disponen los gobiernos  deben ser utilizadas para propender por el bien común y no el de alguien o algunos en particular. En adelante, será un punto obligado de referencia para los ciudadanos del mundo.

Más allá de eso, conviene recordar que estamos asistiendo a un periodo de grandes transformaciones, que dificultan el margen de maniobra de los gobiernos nacionales, con impacto en el régimen político, inmejorablemente sintetizadas  por el dirigente Español Felipe González  quien ha dicho recientemente que "Es evidente que el ámbito de realización de la democracia no responde a los desafíos de la revolución tecnológica, que globaliza la economía, el comercio y lo único que trata de controlar son los flujos migratorios, lo cual es contradictorio". Estado nacional vs economía y política cada vez más globales, esa es la paradoja en que debe moverse el presidente de Francia y quienes habitamos este planeta. Suerte y pulso, presidente.
@herejesyluis

lunes, 7 de mayo de 2012

La justicia cuestionada


A dos años de nuevas elecciones presidenciales, dos encuestas escrutan la opinión, con resultados más o menos similares en cuanto a la imagen de personajes públicos y el gobierno. El hallazgo más importante, sin embargo, es la negativa percepción de la Justicia.


Vale la pena insistir en la importancia de los estudios de opinión como herramienta para tomar decisiones políticas y de gobierno. Una encuesta correctamente diseñada, observando variables y tendencias en el tiempo, es un instrumento insustituible para medir el clima de opinión, encontrar aspectos negativos y positivos en la implementación de políticas y en la imagen de candidatos y gobernantes. ¿Cómo los percibe la opinión? ¿Qué cosas se pueden hacer para mejorar el rumbo?

Encerrados, como están, los gobernantes en una jaula de cristal, las encuestas son un instrumento más objetivo que los  criterios de asesores bien  intencionados, más en países como los nuestros en que la alta dirección del Estado, la formación en gestión pública y los métodos que soportan las decisiones de gobierno, son factores aun escasos. Por lo general, las naturales presiones políticas y la fuerza de acontecimientos  no previstos, dificultan  pertinencia, coherencia  y continuidad en la planeación y ejecución de las políticas públicas. Por razones como estas, los mandatarios a todos los niveles deben ocuparse de lo que muestran los estudios de opinión y tomar atenta nota.

Pero además de  una instantánea del sentir de la opinión, se ha demostrado, científicamente, que la utilización de los resultados de encuestas o su lectura, presentada a manera de conclusión o noticia, producen, a la vez, alteraciones “a conveniencia” en el clima de opinión que se ha medido. Frente a ello, toda precaución o norma resulta insuficiente. En cualquier caso, para la salud de la democracia, resultan mejores los “excesos” que la falta de información, tal y como se ha comprobado repetitivamente.

Una vez efectuadas estas aclaraciones, conviene señalar que las encuestas de Ipsos y Gallup mantienen  coherencia metodológica  y continuidad, pudiendo ser más precisa la primera  en cuanto se ocupa de medir 13 ciudades, grandes e intermedias, mientras que la segunda se ha referido a las cinco más importantes.

Al observar los resultados se encuentra que, a pesar de las diferencias en su presentación, existen algunos transversales o consistentes como la imagen positiva del presidente, 64% según Gallup y 58% para Ipsos, el desplome del alcalde Petro, 30% le respalda según Gallup, apenas 33% tiene imagen positiva para Ipsos, pudiendo las variaciones explicarse por el margen de error, el momento de recolección de muestras  etc.

Otro mensaje para tener en cuenta en la encuesta de Gallup es el que se refiere a la similitud en la imagen de  posibles candidatos a la presidencia en 2014: Tanto el presidente Santos como el vicepresidente Garzón y el ministro Vargas Lleras están en el rango del 60 al 65% de favorabilidad y parecen igualados  si este se asumiera como un momento de arranque. Nadie debe olvidar que falta mucho para elecciones y que en todo caso favorabilidad de imagen es diferente a intención de voto.

Se encuentran también resultados paradójicos, como  el señalamiento del desempleo como el problema que más afecta a los colombianos, 42% para Ipsos, en un momento en que el país se acerca a los niveles más bajos, 10.4% en marzo de acuerdo con el Dane. En este caso, convendría observar más de cerca lo que ocurre con el país rural, más lejano de las actuales encuestas.

Pero el gran hallazgo de estas encuestas, en medio del interés, y a veces morbo que despiertan los personajes públicos, es el que muestra Ipsos y  se refiere al sistema judicial: el 67%  de los colombianos no confían en él; el 88% consideran que es corrupto y el 89%qué es susceptible a presiones políticas ¿Alguien necesita una reforma?