lunes, 27 de junio de 2011

Los Consejos del FMI

Por: Luis Carvajal Basto

Luego de un reconocimiento acerca de la solidez de la economía colombiana, la misión del Fondo Monetario Internacional ha sugerido una reforma tributaria que la gente no entendería sin medidas anticorrupción y eficiencia en la gestión del gobierno y las entidades que ejecutarán los recursos.

A diferencia de lo que ocurría en otras épocas, en que sus recetas se fundamentaban en las reducciones a ultranza de gastos e inversiones de los gobiernos, las sugerencias más importantes del fondo para Colombia se refieren a una ampliación del número de contribuyentes, y no de las tarifas de impuestos, para financiar gastos que se consideran indispensables para combatir “la pobreza, el desempleo y el trabajo informal”.

Seguramente son lecciones de la crisis mundial en que se reveló la ausencia de un Estado que debía propender por el interés general. También, el reconocimiento de que solo el aumento de los presupuestos públicos, del gasto de los gobiernos, ha permitido al mundo superarla.

Se entiende que es mejor la fórmula de conseguir recursos que la de reducir gastos, la cual aumentaría el desempleo. Algo parecido a lo que ocurriría si se aumentan repentinamente los niveles de impuestos. En un mundo en que los capitales fluyen casi libremente, se dirigen hacia donde encuentran mejores condiciones, es decir estabilidad y utilidades. Corresponde a los gobiernos transformar esa inversión en empleos y bienestar, pero sin espantarla.

En ese escenario, el argumento según el cual se deben conseguir recursos para las cajas de compensación sin aumentar los costos laborales, es decir sin que los paguen trabajadores ni empresarios, resulta completamente razonable, pero merece una mínima discusión. ¿Representan los beneficios que reciben seis millones de afiliados a las cajas, a los colombianos más pobres?, ¿Son estas un instrumento para combatir eficientemente la informalidad y la pobreza?;¿Luego de lo ocurrido con las empresas de salud ¿estarán debidamente fiscalizados tan millonarios recursos?

Vale recordar que las condiciones y gravámenes hacen que más del 50% de los colombianos que trabajan pertenezcan al sector informal y que el libre comercio y la globalización ponen a competir nuestras condiciones de trabajo con las internacionales, sin que ello sea cuestión de gustos o dependa de los gobiernos. Sería efímero y populista, por ejemplo, otorgar aquí prerrogativas o costos que sacaran al trabajo colombiano del mercado, considerando el agravante de la falta de competitividad en infraestructura y costos de transporte. Por eso parecen, en este caso, por lo menos realistas las sugerencias del FMI.

Partiendo del principio según el cual ninguna reforma tributaria encuentra respaldo popular, lo que seguramente no han tenido en cuenta los funcionarios del Fondo, sin embargo, son los costos políticos que deberá pagar el gobierno en el actual escenario nacional que se puede calificar como el destape de la corrupción y en el que lo de Bogotá parece apenas la punta de un iceberg.

¿Estará dispuesta la gente al aumento de la base tributaria en plenas ferias y fiestas de carruseles, en que por donde tocan los organismos de control “sale pus”?

Apenas como ejemplo, conviene recordar algunas de las cifras de las que estamos hablando: los trabajadores que devengan menos de cuatro salarios mínimos recibieron en 2010 subsidios monetarios por un billón de pesos, mientras que los costos pagados y estimados de reparación de las losas de Transmilenio ascienden a 300.000 millones o los gastos no explicados en el túnel de la línea valen 240.000 millones, para hablar de solo dos megaproyectos.

¿Qué pasará con la plata de la futura reforma tributaria? Podría ser una pregunta para el director de la DIAN quien curiosamente era quien recaudaba los impuestos en el Distrito, con los que se pagaron las obras del carrusel. Necesitamos varios tan acuciosos como él para cobrar impuestos, pero para ejecutar los recursos con eficiencia y transparencia.

Posdata: Como era de esperar y se solicitó en esta columna el pasado 28 de enero, la Corte Constitucional declaró inexequible la reducción del censo electoral. Enhorabuena.

lunes, 20 de junio de 2011

¿Vicepresidente en campaña?


Por: Luis Carvajal Basto

El intercambio de declaraciones encontradas entre vicepresidente y ministro del Interior no parece un problema de interpretación jurídica sino las escaramuzas tempranas de las próximas elecciones presidenciales.



La suspensión de penas a los desmovilizados es una forma de reglamentar una decisión de gobierno que desde el comienzo no estuvo suficientemente reglada. A pesar de los problemas que de ello han sobrevenido, nadie puede negar que las desmovilizaciones interpretaron, en su momento, el sentir y las necesidades de un país que ha buscado la Paz por diferentes medios.

El gobierno del presidente Santos ha querido, como es natural, dar continuidad a una política que compromete no a un gobierno sino al mismo Estado. No se trata solamente de cumplir con las expectativas creadas o los compromisos adquiridos con los desmovilizados. Aquí se involucra la credibilidad de futuros acuerdos con los que aún persisten en utilizar la violencia.

El presidente ha declarado cerrado el contrapunteo entre el vicepresidente y el ministro del interior, pero ha quedado la duda acerca de las razones que motivaron la transformación de unas normales diferencias de interpretación entre compañeros de gobierno, en un debate público.

No es raro que los miembros de un gobierno tengan contradicciones. Como ejemplo, casi todos los ministerios las tienen con el de Hacienda. La cosa, por lo general, es que a ellos no les alcanza el presupuesto y al ministerio de la plata, tampoco. Tratándose de desacuerdos jurídicos los ministerios han solicitado, tradicionalmente, concepto a la secretaría jurídica de presidencia o, de ser necesario, al consejo de Estado. En este caso en particular las distancias entre los dos miembros del equipo de gobierno se hicieron, de ambas partes, entusiasmadamente públicas, lo que, en sí mismo, tampoco es tan negativo y habla del talante democrático del gobierno.

Pero existen temas de temas y este no es uno en que este o cualquier gobierno pueda darse el gusto de mostrar tantas discrepancias, porque compromete intereses superiores de Estado y ante los que debería actuar de manera coherente y unificada. De hecho, aparte de la opinión, una vez transformadas las decisiones en decretos deben someterse al control constitucional que se encarga de legitimarlas o no, transformando las instancias políticas o de gobierno en jurídicas. En el caso que nos ocupa, vale decir que una cosa es la democracia y otra el despelote, que es un poco la sensación que ha quedado y por lo que el presidente debió intervenir.

En cuanto a responsabilidades, resulta claro que Germán Vargas Lleras es el titular del interior y de Justicia. Es a quien corresponden las relaciones con el congreso y la rama judicial y no ha debido expresarse, como lo hizo, el vicepresidente sin previa consulta. El país le agradece sus gestiones por el TLC y la función de “bombero” que ha cumplido en diferentes áreas, pero lo menos que puede pedírsele es que coordine sus declaraciones con los titulares de las respectivas carteras.

Porque la percepción que queda, luego de tanta vitrina, es que el vicepresidente confunde las políticas públicas con las electorales, luego de sacar a relucir los nueve millones de votos obtenidos, diciendo, sin decirlo, que fueron más que el millón y medio de Vargas Lleras. Aún en ese escenario, debería considerar que una buena gestión no es necesariamente la más escandalosa o visible y que si lo que quiere es ser candidato en 2014, es demasiado temprano para jugar tantas cartas, valiéndose de su posición en un gobierno que apenas empieza.

sábado, 11 de junio de 2011

El presidente y la unidad liberal


Por: Luis Carvajal Basto

Al homenaje al expresidente Gaviria asistieron los líderes de las diferentes tendencias del liberalismo histórico, incluidos el actual liberalismo oficial, Cambio Radical, el expresidente Samper y, por supuesto, el presidente Santos. ¿Se están sentando las bases de una renovada unión liberal?

Sin duda la capacidad de convocatoria del expresidente Gaviria es hoy mayor que nunca antes. Su dimensión empieza a ser reconocida por su liderazgo internacional, los cambios Constitucionales y su irrenunciable compromiso en la lucha contra la corrupción. También ahora, como gran hacedor del giro político que ha culminado con la elección del presidente Santos, como este lo reconoció, lo cual nos lleva a concluir que si bien el liberalismo oficial fue arrasado en las presidenciales solo fue para que otro liberal, el mismo Santos, llegara a la Presidencia.

Sin embargo, resulta claro que también es el discurso liberal del hoy presidente, el que hizo posible que se sentaran en la misma mesa antagonistas como el expresidente Samper y su Vicepresidente De la Calle. Detrás de eso podría pensarse que camina la Unidad liberal, asunto para el que en realidad falta más que un merecido Homenaje.

Vale recordar que la penúltima gran división de los liberales fue propiciada por un Conservador, el expresidente Pastrana, a quien hicieron eco y siguieron el Vicepresidente De la Calle y el Hoy director del liberalismo y que la última tuvo que ver con la oposición a ultranza del liberalismo oficial de Horacio Serpa a la seguridad democrática del presidente Santos, cuyos más fervorosos malquerientes entonces hacen hoy parte de la coalición que gobierna.

Lo anterior sirve para ilustrar que en la política contemporánea el pragmatismo supera las diferencias ideológicas. Está probado que los entonces calificados como neoliberales no lo son tanto, en cuanto para el liberalismo colombiano es fundamental el papel del Estado en la redistribución del ingreso, cosa que nadie discute, y que quienes criticaban la Seguridad Democrática, de la que el presidente ha sido emblema, lo hacían como argumento político y no como asunto de principios o Estado.

Estando claro que hoy día las controversias ideológicas entre las diferentes tendencias liberales pueden ser superadas, toca resolver la realidad política, en la cual la voluntad del presidente Santos resulta determinante. Afortunadamente, todos parecen comprender que a tono con las buenas perspectivas económicas de la nación, nuestra democracia requiere de partidos e instituciones sólidas, lo que debería facilitar las cosas.

En la dinámica de unidad existen dos variables o pasos que se deben afrontar: la convergencia de las vertientes históricas en el Congreso para conformar mayorías y, más importante y complejo que ello, reivindicar la imagen del liberalismo en los electores que se sienten liberales pero no reflejados en el partido.

La convocatoria de una nueva constituyente liberal puede servir como instrumento a esos fines, dependiendo de quién, de qué manera, a quien y cuando se convoque. El partido debe estatutariamente realizar su congreso antes de diciembre y no parece que exista el tiempo y los medios necesarios para sustituirlo por una constituyente. Pero menos entregar su dirección a quienes resulten electos porque continuarían ausentes las mayorías que se sienten liberales. La gran opinión. Como referencia, para adquirir una mínima legitimidad política, se deberían superar los casi tres millones de votos con que fue elegida la constituyente anterior.

Así las cosas, la unidad de la dirigencia liberal, pese a sus complejidades y vericuetos, puede resultar una tarea más sencilla que recuperar la credibilidad del partido y las mayorías perdidas. ¿Qué le va a proponer a los colombianos de Hoy? Haría falta, antes que un congreso para elegir dignatarios, un debate profundo en que se exprese la gente, uno que la estructura oficial le debe a los liberales desde hace años, los mismos en que redujo su que hacer a la política parlamentaria, divorciándose de la opinión y perdiendo su influencia y las elecciones en las grandes ciudades. Por eso, a pesar de las dificultades, resulta indispensable la Constituyente.