lunes, 14 de abril de 2014

Los consejos de Stiglitz




Luis Carvajal Basto
Por: Luis Carvajal Basto
¿Algún país firmará tratados comerciales para perder con ellos? Los negocios entre Estados, como pasa con los de la gente del común, pueden ser buenos o malos.

Las recomendaciones del Nobel para Colombia estuvieron cargadas de buenas intenciones, desarrollando el principio del Estado como orientador de los recursos de la sociedad. Verdades como la importancia de la educación en la reducción de la desigualdad o la advertencia sobre el crecimiento soportado en la explotación de los recursos naturales, son aplicaciones de ese principio. El aumento de riqueza, proveniente de allí, no puede tener un destino mejor que educación y progreso técnico que involucre a toda la sociedad, como lo ha recordado Stiglitz.
Algunas de sus sugerencias han sido acogidas por anticipado en el país por diferentes gobiernos, fundamentalmente Liberales: la redistribución de ingresos en forma de subsidios a los sectores más débiles o el programa de vivienda gratuita son algunos ejemplos de políticas buscando equidad. La universalización de la educación básica y la salud, con todos sus defectos, problemas y retos, también. Nuestra Constitución garantiza el ejercicio de derechos, para lo que se requiere una cultura de pago de impuestos y no de su evasión, así sea “explicada” por los altos niveles de corrupción.
Aparte de la exportación de hidrocarburos y minería Colombia no despega en el mercado mundial, pero eso no es responsabilidad de malos tratados: En un mundo en que los costes de transporte tienden a acercarse a cero, los exagerados fletes internos, por ejemplo, son un enorme y “artificial” sobrecosto, sin que se pueda imputar a los TLC.
Para “perjudicar” a la industria no se necesitan tratados: un ejemplo de ello son las importaciones subsidiadas provenientes de Venezuela que afectan a Cúcuta y las zonas de frontera. Tampoco hace falta un TLC con China para que el bajo costo de su manufactura nos inunde, literalmente, siendo suficientes las diferencias en costos para promover el contrabando. Esos desfases comerciales ni siquiera aparecen en la balanza de pagos no siendo por ello sus efectos, como el desempleo, menos reales. El asunto se trata de competitividad. La pregunta es: ¿Tenemos expectativas ciertas para consolidar una oferta exportable, que genere riqueza y empleo, diferente a petróleo y minería?
Mientras Stiglitz ofrece buenos consejos la planta de ensamble de Mazda en Bogotá está a punto de cerrarse. Miles de empleos, directos e indirectos y de buena calidad se pueden perder. Como pasa con otros productos resulta más barato importar los Mazda que producirlos internamente. Es la “maldición” de las exportaciones de recursos naturales; la valoración del peso; la falta de competitividad etc.
En un mundo globalizado vale la pena preguntarnos, nuevamente, a propósito de los consejos del Nobel, si en el comercio internacional libre el argumento según el cual una de las partes gana más que la otra es suficiente para abstenerse de participar: la respuesta es, evidentemente, no. El gana-gana, de acuerdo con la probada teoría de las ventajas comparativas, es perfectamente posible, aunque un país gane más que el otro, claro, bajo una serie de supuestos, uno de los cuales es la libre movilidad de bienes, capitales y trabajo. Ello, en nuestro caso, no es tan así, pero por ejemplo los chinos, hoy en el país más rico, viven mejor que hace 20 años por cuenta de su participación en el comercio mundial.
El profesor Stiglitz, al tomar partido en contra del TLC y sentenciar que solo le conviene a los Estados Unidos, asume una posición política derrotista que no le deja ver detalles de nuestras particularidades como Nación, pero, por otra parte, no parece defendible en el mundo de hoy la bandera del proteccionismo a ultranza, por cierto la misma que enarbolan los sindicatos en los Estados Unidos al proteger sus afiliados, para cuestionar nuestras exportaciones a ese país. Un poco de pragmatismo y menos fundamentalismo podemos sugerir respetuosamente a tan estimado profesor.


@herejesyluis  
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    pebeco

     
    LUN, 04/14/2014 - 07:10
     
    Un país que importa la mayoría de los bienes agrícolas y tiene millones de hectáreas subutilizadas, dedicado a una minería destructiva de la naturaleza, una incapacidad enfermiza de imaginación en su potencialidad de exportadora, una infraestructura vial de pésima calidad, la incapacidad absoluta de contratar la explotación minera cosa que sucede así mismo con el manejo del transporte fluvial, que desconoce su potencialidad forestal cuando se construyen edificios gigantescos de madera en USA y Europa, que es incapaz de ofrecer trabajo solido a sus habitantes, que ha abandonado a su suerte a las pequeñas poblaciones que han perdido toda su vigencia económica y en el que por política y votos se subsidia el no trabajo y el no pago esta sencillamente en la olla. Colombia con todos los recursos humanos y naturales un tiene se merece un mejor destino, un destino que su dirigencia no es capaz de ofrecerle al país. Esto es sencillamente todo y Stiglitz tiene toda la razón. Pésimo artículo cargado de un profundo complejo de inferioridad.
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    Bumua

     
    LUN, 04/14/2014 - 06:15
     
    Usted debería informarse más antes de escribir este tipo de columnas. Si stiglitz lo dice es por algo. Los hechos son tozudos. Vendemos materia prima y nos venden productos elaborados con esa misma materia prima. Conclusión? Siempre seremos un país atrasado de seguir en esta senda. Eso es lo que le está diciendo el señor Joseph. El Espectador le paga por esto?
    OPINIÓN POR:
     

    luispuyana

     
    LUN, 04/14/2014 - 00:56
     
    Apesta está columna, NO sólo Stiglitz lo afirma, lo corroboran nuestros economistas Eduardo Sarmiento, Gabriel Penagos Ramos Y LOS HECHOS, UN PAÍS QUE LIQUIDA ARANCELES O LO QUE ES LO MISMO CERO IMPUESTOS CREA UN DÉFICIT FISCAL que para taparlo por la pérdida de impuestos TIENE QUE AUMENTARLOS AL PUEBLO, tal como así lo revelan las cifras oficiales y fue lo que sucedió con eso de CHILLARAN LOS RICOS. Y es que ese libre comercio aupado por los EEUU y defendido por el columnista se inició con ese lema de BIENVENIDO AL FUTURO, pérdimos de CUATRO HECTÁREAS CULTIVABLES SÓLO TENEMOS HOY TRES HECTÁREAS, lo que significo millones de empleos en el agro y la ciudad. Esta columna constituye un ejemplo negativo de lo que no debe hacerse. Jamás Colombia le habían ingresado 3OO.OOO TONELADAS DE AZÚCAR, Y CRECIÓ EL INGRESO ETANOL, un golpe a los monopolios del azúcar en el Valle, luego es por eso que sigue insistiendo el senador Robledo que LOS EEUU VIENE POR LA TELA, EL TELAR Y POR QUIEN TEJE, es decir, la agroidustria norteamericana viene por TODOS, PEQUEÑOS Y MEDIANOS PRODUCTORES Y POR LOS MÁS GRANDES: LOS DEL AZÚCAR, GANADEROS LECHEROS, y hasta por los que cultivan Palma. Y como si fuera poco eso es lo que reclaman democraticamente millones de campesinos: RESTAURAR ARANCELES ELIMINADOS POR LOS JUANMANUELES, uribes-peñalozas. Por lo mismo fue que el uribe de senador PERDIÓ CINCO MILLONES DE CIUDADANOS EN LAS ELECCIONES, sólo le votaron dos millones de los 7 millones obtenidos como presidente en el 2006, una derrota tremenda que él mismo oculta y la prensa hablada y escrita.

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    lunes, 31 de marzo de 2014

    Bogotá, después de Petro

    Después de Petro

    Luis Carvajal Basto
    La paradoja de una ciudad pujante y en desaforado crecimiento, castigada por falta de liderazgo, administración deficiente y mala política.
    Por: Luis Carvajal Basto
    La de Bogotá en los últimos años es una historia de caóticas administraciones, lo cual  ha sido posible porque la ciudadanía lo permite: con cinco millones de electores el ex alcalde Petro fue elegido con una cifra cercana a 730.000.La devaluación en la política se confirma con la escasa participación, 10% por debajo del promedio nacional.
    Si la de Petro fue una administración deficiente las anteriores desnudaron  corrupción asociada a  mala política que venía incorporada en el engranaje de la ciudad, como se ha podido observar con el conocimiento, inexplicablemente incompleto, que hemos tenido de los carruseles. El fracaso administrativo no sería posible si los organismos de control hubiesen cumplido su función y si la ciudadanía, desarrollando el mandato constitucional, ejerciera su función de veeduría. El control de la gestión ha estado en manos de los medios de manera tan esporádica como exclusiva.
    En el caso de Petro, sin embargo, se debe reconocer la oportuna y transparente gestión de la Veeduría Distrital que advirtió, sin ser escuchada y sin supuestos sesgos ideológicos, de los errores cometidos. El petrismo, igual que los malos políticos tradicionales que criticó, prefirió el recurrente “tapen tapen”. El dilema de corruptos o ineptos, ante el que muchos nos quieren poner a escoger, es inaceptable.
    A pesar de los sucesivos alcaldes Bogotá sigue manteniendo la misma lista de pendientes: En movilidad el sistema integrado de transporte es una quimera y el metro, tantos años después de prometido, está en el mismo lugar en que empezó, mientras  a Transmilenio le falta poco para colapsar; en vivienda, estamos en las mismas o peor; las cifras de seguridad han mejorado pero la percepción de inseguridad crece: la ciudad y sus problemas se multiplican. Sus administradores no funcionan.
    Los ciudadanos seguimos escogiendo gobernantes apegados a factores diferentes a los que aconseja el sentido común: experiencia, honestidad, equipo, conocimiento de  ciudad, del sector público y del privado, y un talante democrático que le permita escuchar y canalizar las iniciativas de la gente en lugar de confrontarla.
    Todo esto pasa en una ciudad que, a diferencia de muchas tanto en Colombia como en el exterior, tiene unas finanzas públicas prácticamente saneadas, como lo confirman constantemente las firmas calificadoras, y una cultura tributaria que se ha mantenido a pesar de la corrupción el despilfarro y  la incompetencia de sus dirigentes. El metro, por ejemplo, se puede hacer  porque tenemos expectativas ciertas de recaudo, por el apoyo de la Nación  o porque cualquiera nos presta. La ciudad vive, en este campo, todavía, una época de vacas gordas con la que no se corresponde su probadamente inferior dirigencia política.
    En la actualidad tenemos un alcalde encargado y tendremos otro mientras se realizan elecciones en las que elegiremos uno nuevo hasta diciembre de 2015, sin olvidar que Petro se acaba de ir. ¿Planes?, ¿Programas?, ¿Continuidad?
    A todas estas, aparte de remiendos y “saludos a la bandera”, la ciudad necesita una actualización de su estatuto orgánico que, veinte años largos y muchos episodios después de su promulgación, está obsoleto. El gobierno nacional, que ha ratificado su compromiso con la ciudad hasta “prestarle” un alcalde, podría restablecer la consejería presidencial para Bogotá, a ver si juntos, Nación y Distrito, encuentran el camino que hace rato perdimos.
    @herejesyluis
    Casanare: Para muchos “expertos”, la sequía es la misma de años anteriores ¿Alguno podrá explicar qué pasó, entonces, con el agua?