lunes, 29 de noviembre de 2010

Resucitará el Liberalismo?


Por: Luis Carvajal Basto
Todo parece indicar que existe un acuerdo entre grandes tendencias del Partido con la aquiescencia del Presidente Santos, el Liberal mas votado, para su reunificación. Sin embargo, no se trata de mayorías parlamentarias sino de credibilidad y actualización del credo.

En el papel las cosas parecen fáciles: los escaños del Liberalismo, Cambio Radical y los Liberales de la U conseguirían mayorías parlamentarias facilitando la gobernabilidad del Presidente Santos, quien parece “jugado” por esa alternativa desde que nombró a Germán Vargas en el Ministerio de la Política que parecía ya escriturado a los Conservadores.

Ese partido afronta un momento complejo en cuanto su retiro de la actual coalición solo serviría para acelerar un proceso que lo colocaría en la oposición, con un puñado de Uribistas puros, para afrontar las elecciones regionales del próximo año. Si un mensaje ha quedado claro desde palacio en estos más de cien días es que, previos reconocimientos al ex Presidente Uribe, “cada alcalde manda en su año”.

Para el Liberalismo, como Institución Histórica, no se trata de buscar esas mayorías o, como lo dijeron recientemente desde diferentes ángulos los connotados pero, esta vez, confundidos columnistas, Plinio Mendoza y Mauricio Vargas, el centro. Si nos atenemos a los resultados electorales más recientes, incluido incluso Cambio Radical como hasta hoy se especula, el partido está lejos de recuperar el mayoritario sentimiento Liberal que aún existe entre los colombianos, como lo muestran todas las encuestas. No se trata de evocar el pasado. El “plus” y la Llave los tiene el Presidente Santos, de acuerdo a los resultados de las Presidenciales.

Recuperar la confianza de los ciudadanos es otra cosa, aún reconociendo que el actual es un momento excepcional en cuanto no tiene el desgaste del gobierno y sí un Presidente que se empeña en ratificar su origen. Las preguntas son sencillas: ¿con qué personas y con cual discurso o mensaje?

Buscar el centro, como lo expresan los columnistas de marras, sería reconocer que en el escenario político nacional y mundial están vigentes esquemas de hace 100 años. Como lo dijera alguna vez Horacio Serpa, “el centro no es nada” debiéndose añadir que generalizaciones del tipo “izquierdas” y “derechas”, tampoco.

¿Será más de “izquierdas” Medvedev que Obama? , De derechas Zapatero ahora por reducir gastos y beneficios para recuperar las finanzas públicas? ¿Donde ubicaremos al dictador “socialista”, con ínfulas de Rey estalinista, de Corea del norte y donde al gobierno Chino que invade al mundo con el bajo precio de sus mercancías, generando desempleo en los demás países, ”dueño” del dólar, pero que restringe Libertades, no respeta el medio ambiente ni las normas laborales mínimas?

Decir que un Partido condena el terror, el narco y las dictaduras no hace diferencia, no siendo solo fundamental sino elemental en un Estado de Derecho. Tampoco basta anunciar la defensa de los pobres y los niños (convertidos ahora en bandera politiquera), procurar empleos, educación, salud etc. Está en la Constitución.

Pero diferente a ofrecer y prometer es gobernar y un buen ejemplo de ello es la Ley de sostenibilidad Fiscal: que el Estado pague, pero ¿de dónde?

La conexión entre imagen y opinión pública, actualización, propuestas, mensaje y buen gobierno, serán las claves de la recuperación del Liberalismo, lo cual es más complejo que poner de acuerdo a los ex Presidentes y constituir bancadas mayoritarias en el parlamento.

  • Luis Carvajal Basto

lunes, 22 de noviembre de 2010

¿Gobernar con el enemigo?


Por: Luis Carvajal Basto
La falta de reglas claras, en cuanto a la participación de partidos y movimientos en el gobierno en los diferentes niveles, es una de las causas de la corrupción.

Sucede con frecuencia que los gobernantes son “sindicados” de gobernar con sus amigos a lo que responden, con razón, si alguien espera que debieran hacerlo con sus enemigos.

En democracias maduras, mucho más en aquellas con régimen parlamentario, los ciudadanos esperan, al depositar sus votos, que sean nombrados en los altos cargos, Ministerios etc., copartidarios calificados a fin de que defiendan y desarrollen sus programas e ideas, convertidos en políticas públicas o de gobierno.

Se comienza a desarrollar el ejercicio político. Un intercambio transaccional en el cual el gobierno consigue respaldo parlamentario para sus propuestas a cambio de promesas de ejecución de proyectos de interés regional etc. mediante los cuales Congresistas y Partidos encuentran la manera de cumplir sus compromisos con el electorado. Para hacerlo, obtienen asientos en los gabinetes, es decir, ministerios. Contrario a lo que “extraterrestres” puedan pensar, esa práctica es juego limpio, siempre y cuando la ciudadanía esté informada.

En Colombia, lamentablemente, no hemos podido llegar a esos niveles de información o sinceramiento. Cada, Presidente, Gobernador o Alcalde, hace uso de su capacidad discrecional, lo cual es apenas un resultado del régimen presidencialista. Cada quien considera gobernar con los mejores, claro, para ejecutar sus propósitos o programas. Los más capaces, Honrados, ejecutivos y fiables. Y muchas veces, desafortunadamente, dóciles solo a las personas y no a las Leyes o sistema.

La participación de partidos y movimientos en los gobiernos debe ser reglada. De igual manera la postulación para altos cargos en organismos de control. Tendríamos así una política “por encima de la mesa” y los Partidos ejercerían veeduría sobre sus nominados asumiendo responsabilidad y fortaleciendo el andamiaje institucional. La opinión, sabría a qué atenerse y a quien solicitar rendición de cuentas.

Incluso, muchas desviaciones del sistema político podrían ser mejor controladas, colocándose límites a los actores que pretendiendo usar sus cargos para satisfacer a sus electores, el interés de las mayorías o general, terminan haciéndolo en su propio provecho.

Del mismo modo que el respaldo de Congreso, Asambleas y Concejos es un importante ingrediente de la gobernabilidad, la opinión informada es garantía de las Libertades y el funcionamiento correcto del sistema político. Los ciudadanos tenemos derecho a conocer la filiación de quienes nos gobiernan. ¿Estará este criterio de transparencia incorporado en la próxima reforma política o seguiremos confiando ciegamente en el buen tino y “secreto” de los mandatarios? Por otra parte, decía un conocido ex Presidente: es factible dormir con el enemigo pero imposible gobernar con él. ¿Será cierto en nuestra Colombia de hoy?

lunes, 15 de noviembre de 2010

El ex alcalde irresponsable

El ex alcalde irresponsable

Por: Luis Carvajal Basto
La mala situación de Bogotá no se incubó de la noche a la mañana. Tampoco la actual corrupción.

Luego de una sucesión de alcaldes mediáticos, necesitamos uno que además de saber ganar elecciones, sea responsable, sepa gobernar y lo haga con Honestidad.

Una mirada al pasado reciente revela que casi todos los líderes de los movimientos políticos en Bogotá, los mismos que cuestionan la administración actual, han participado de ella e incluso todavía lo hacen. A pesar de que tratan de “sacar el cuerpo” ahora que entramos en un año preelectoral.

Esa intención se relaciona con la de sus movimientos y partidos e incluso ellos mismos, de conseguir la Alcaldía en 2011.

En eso caen un sector de la U, que ha cogobernado con Samuel y uno de cuyos concejales quiere ser candidato, sectores del Liberalismo oficial, los Conservadores, por supuesto el Polo y sin duda los ahora Verdes, un verdadero “sindicato” de ex alcaldes. Nadie quiere tener que ver con la actual Administración en público pero muchos tienen en ella puestos y/o contratos que deberían también serlo.

La gestión pública es un espacio diferente a la administración en el sector privado. Intereses, turbulencias, periodos y reglas le confieren un ámbito particular. Hay quienes, en su desempeño, se equivocan de buena o de mala fe y también, quienes lo hacen pero menos, no faltando los que padecen de mala memoria.

Entre los ex alcaldes no es difícil establecer diferencias, pero aparte consideraciones filosóficas y lugares comunes, en cuanto todos han querido terminar pobreza, desempleo, ofrecer mejor educación y vivienda etc., variables que no dependen en lo fundamental de la alcaldía, algunos han tenido y otros no tanto una evaluación justa de su gestión, diferente a la mediática.

Podría suponerse que el paso por la alcaldía confiere algún tipo de maestría en gestión pública; qué quien no estaba preparado para ejercer pero si para ganar elecciones, aprendería.

Sorprenden por ello las declaraciones del ex alcalde Garzón quien al ser sindicado por actual contralor de Bogotá de firmar en los dos últimos días de su gobierno “5.112 contratos, siendo los más voluminosos los suscritos en las últimas 48 horas por el IDU” y que “en ese lapso mencionado, esta entidad suscribió 252 contratos. Entre estos se encuentran 5 contratos para la adecuación y construcción de la Fase III de Transmilenio por valor de 1.15 billones de pesos”, respondió (¿) que “el alcalde no firma”.

Pues esa no es una respuesta. No satisface a quienes pagamos Impuestos. El Ex Alcalde, además de aparecer como un tipo chévere, debe asumir sus responsabilidades políticas y legales, ante la opinión y los estrados judiciales.

Porque si el entonces Director del IDU y las demás entidades firmaron todos esos contratos sin su conocimiento, es un incompetente y además de extemporánea, su actual candidez resultaría inexplicable. Pero si sabía, como es perfectamente lógico en cuanto jamás desautorizó ni demandó a la dirección del IDU, debe demostrar cómo es que no está involucrado, cuando menos, en los orígenes del actual escándalo de contratación.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Los “dueños” de Bogotá


Por: Luis Carvajal Basto
Mientras la Gestión Pública tuvo un salto cualitativo en 1992 con la descentralización y una nueva cultura tributaria que ha permitido mejorar los niveles de gasto e inversión, se ha desarrollado una indeseable forma de esquilmar los impuestos que pagamos.

Antes del estatuto orgánico, que hizo posible la Constitución del 91, las formas de corrupción en la ciudad se relacionaban con auxilios, concejales que cogobernaban las empresas públicas y utilización de terrenos no aptos por parte de urbanizadores piratas que recogían votos y plata de familias pobres. Eran los “dueños de Bogotá”.

La cosa ha cambiado, pero no tanto. Los carruseles se refieren a los contratos, sin embargo atrás de ellos se ha configurado un engranaje que no es difícil describir, por lo conocido: ¿Alguien creerá que tanta corruptela se ha podido desarrollar a espaldas de los organismos de control? Sí estos resultan de ternas votadas en el concejo, se abre el camino para el intercambio ilegal de favores, característica primaria del clientelismo y la corrupción.

El asunto se ha complicado en cuanto los partidos no actúan como tales. Sus miembros en cargos de representación son, con notables y contadas excepciones, ruedas sueltas. Las Leyes de bancada siempre permiten singularidades y con frecuencia se ha esgrimido como argumento último la objeción de conciencia. Eso explica la manera en que miembros de la U y otros Partidos, en teoría opositores, han participado en la coalición que gobierna a Bogotá.

Si los Partidos ajustan los controles siempre existe la posibilidad de transfuguismo. Los microempresarios electorales se buscan otro Partido. Los dirigentes de mayor talla, como lo hacen con frecuencia los ex alcaldes, los crean ahorrándose la controversia, el control interno y de opinión. Tal es el caso de Peñalosa y Garzón, ex Liberal, ex comunista, ex polo, ahora verdes, o lo contrario, como el ex concejal y precandidato Luna, ex Peñalosa y ahora Liberal.

Lo que nadie puede creer, a pesar de los notables errores y posibles delitos en la actual administración de Bogotá, es que solo desde 2.008 se inventó el actual modelo de corrupción popularmente conocido como “carrusel”. Denuncias llegadas a los medios, que deben ser constatadas por las autoridades, muestran como los Nule tuvieron continuidad en contratos en las administraciones Mockus y Garzón, por ejemplo.

Como se observa, ahora los “dueños” de Bogotá son otros y la corrupción que nos preocupaba en 1992 ha mutado pero no desaparecido. Bogotá requiere ahora de una nueva reforma Institucional que otorgue más herramientas a la participación y veeduría ciudadanas, profundice la descentralización y mediante la cual personero y contralor sean elegidos por voto popular y no por coaliciones de concejales como ocurre actualmente. A ver si los Bogotanos del común son más dueños, por fin, de su ciudad.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Carrusel genera síndrome del “yo no fui”


Por: Luis Carvajal Basto
Conductas develadas por las vinculaciones entre dirigentes políticos, administración y el actual escándalo de la contratación, pueden explicar, en parte, el declive no solo del Polo. También de Partidos tradicionales.

Ningún Partido diferente al Polo ha hecho parte de sus administraciones, de acuerdo con lo que expresan dirigentes que abandonan el barco de Bogotá. Puestos y contratos son “a título personal” y “de ninguna manera comprometen al Partido” se oye decir. Pero sabemos ahora que los beneficiarios, directos o indirectos, son los mismos que postulan a sus amigos a los diferentes cargos para beneficio particular.

Lo anterior nos recuerda que la política en Colombia se ha vuelto unipersonal. El sol que más caliente o quien más puestos dé a cambio del apoyo de cada microempresa electoral. Eso deslegitima al sistema político, a los mismos partidos y solo beneficia a quienes, fortalecidos con la administración, “engrasan” la maquinaria de su privado carrusel.

Uno de los más grandes damnificados por estas malas costumbres ha sido el Partido Liberal. A nivel Nacional cayó de casi seis millones de votos en 1998 a seiscientos mil en 2010, cifra parecida a la alcanzada por López Pumarejo en 1942 cuando Colombia tenía una quinta parte de la población actual. En Bogotá, ciudad en que históricamente obtuvo mayorías, descendió a la increíble cifra de 77.000 votos en 2010.

Puede decirse que este es otro Liberalismo y no representa al sentimiento Liberal que en Colombia sigue siendo mayoritario; que su director actual fue pieza fundamental en las derrotas del candidato Liberal en 1998 y 2002, lo cual es verdad pero no excluye otras explicaciones, como las que se han revelado ahora con el carrusel de los contratos.

¿Cuáles funcionarios, a nombre del Partido Liberal, han ejercido en las administraciones del Polo? ¿Cuales han hecho parte de la coalición que ha gobernado? Desconcierta lo dicho por el Director actual, Doctor Rafael Pardo, según la cual la respuesta es ninguno.

Es el síndrome del “yo no fui” que aqueja también a otros Partidos, ahora que la administración del Polo colapsa. Lo que se demuestra es que no existe continuidad ni coherencia en las conductas públicas de las Instituciones y las reformas políticas no atacan este moderno filibusterismo, de manera frontal.

Pero no debemos olvidar por ello que las grandes reformas Institucionales, también en Bogotá, son producto de ideas Liberales, como la descentralización promovida por el ex Alcalde Jaime Castro a quien también correspondió otorgar rango Constitucional a la ciudad, excluir a los concejales de las juntas directivas de las empresa públicas, transformar las antiguas zonas en localidades, con competencias y recursos, y recuperar financieramente a la ciudad.

Seguramente porque es esa la manera en que los Liberales, que no votan en los últimos años por los candidatos que presenta el Partido, aplican sus creencias políticas de forma diferente a como lo suelen hacer muchos de los actuales dirigentes de la fracción o asociación de microempresarios en que se ha convertido: para no reconocer la realidad y afectados con el síndrome del yo no fui, siguen el ejemplo de los avestruces enterrando su cabeza y de paso el futuro político y la Historia de un gran Partido.

  • Luis Carvajal Basto