lunes, 29 de agosto de 2011

Rescatemos al Bombero


Por: Luis Carvajal Basto

Lo que acontece con muchos gobiernos, al gastar más de lo que recaudan, sin hallar soluciones, se parece a lo que ocurriría si se queman los cuarteles de bomberos y no se encuentra quien, ni cómo, apague los incendios.

La crisis fiscal mundial en perspectiva es, en parte, una consecuencia de la anterior, cuando para jalonar la demanda los gobiernos del mundo gastaron más de lo que tenían, aunque de eso nadie quiera acordarse.

Al entrar en déficit, o evitar que eso pase, y ante las dificultades para aumentar impuestos, muchos han empezado una indispensable cruzada contra la corrupción, para hacer más eficiente el gasto público. Es lo que hace la Presidenta Rousseff, en Brasil, o el Presidente Santos, en Colombia.

En todas partes se habla de regla fiscal y en España, se le ha otorgado rango Constitucional, previo inédito acuerdo entre el PSOE, del cándido Zapatero, y el Partido Popular. En Europa, se está llegando a la intervención clarísima de algunos países en la autonomía de otros y en Estados Unidos se utilizó como recurso político, por parte de los republicanos, la autorización otorgada por el congreso al gobierno Obama para endeudarse, aumentando la incertidumbre y haciendo daño a la economía norteamericana.

En todo esto se han visto cosas que rompen la formalidad de los buenos modales y nos devuelven a épocas que se consideraban superadas. La ministra de trabajo alemana, Úrsula von der Leyen, se ha atrevido a decir lo que la señora Merkel no: ha propuesto que los nuevos préstamos a los países endeudados se respalden con sus reservas en oro, como en cualquier casa de empeño. Nada de “papelitos”. Españoles e italianos murmuran que los alemanes no pretenden rescatarles sino, devorarles.

En otra orilla, el multimillonario y filántropo Warren Buffett, quien acaba de invertir 5000 millones de dólares en el bank of América para evitar su quiebra, ha propuesto voluntariamente aumentar los impuestos que pagan los ciudadanos más ricos en Estados Unidos. Lo mismo ha hecho un grupo de los más importantes empresarios franceses. Entienden que la crisis de los gobiernos es de todos, con una buena dosis de racionalidad.

En estas épocas en que “los médicos también se mueren”, las firmas calificadoras de riesgo, frecuentes “verdugos” de los gobiernos, han mostrado que sus criterios a veces no son tan objetivos o desinteresados. Su capacidad para pronosticar ha quedado en duda luego de no percatarse de la crisis hipotecaria. Sus analistas, sin embargo, si la tuvieron al contribuir al mal momento político de Obama, bajando la calificación en su gobierno.

Estando las aguas de la economía mundial más turbias y enrarecidas que en mucho tiempo, lo menos que se puede pedir es un poco de cordura. Una cosa son las discusiones acerca de aumentar o disminuir el tamaño del Estado y hacer eficiente el gasto público, pero otra desacreditarlo e incapacitarlo para cumplir su más importante función: defender el interés general, el bienestar común.

Al jugar con candela, para obtener mayores beneficios o descreditar a los rivales políticos, estos modernos pirómanos ponen en riesgo la credibilidad de las instituciones de gobierno, sin considerar que, al incinerar al bombero, nos quedamos sin quien apague los incendios.

lunes, 22 de agosto de 2011

Con nuevo alcalde ¿saldremos del hueco?


Por: Luis Carvajal Basto

Mientras lo que hemos tenido en Bogotá es un colapso en su administración, la mayoría de los actuales candidatos desarrollan sus propuestas basadas, de manera reactiva, en los problemas que revelan las encuestas y una condena a la corrupción. ¿Es eso suficiente para sacar a la ciudad de la actual crisis?

De acuerdo con las dos últimas encuestas, si las elecciones fueran hoy, apenas a dos meses largos de la elección, tendríamos un empate técnico entre Enrique Peñalosa y Gustavo Petro, con Mockus pedaleando cerquita. Después, el resto .La fragmentación del voto hace pensar a muchos que tendremos un alcalde elegido con menos de la cuarta parte de los votantes.

Pero ello no va a ser necesariamente así. A medida que se acerca la fecha de la elección la opinión puede centrarse en quienes tengan más posibilidades de éxito. Es el efecto de la teoría del voto útil y los candidatos minoritarios comienzan a entender la necesidad de alianzas, aun sin conocer si estas tendrán efecto en la opinión. Para Castro, Galán y Luna, está la alternativa de una encuesta que seleccione un candidato con probabilidades de ganar y no de hacer el “oso”. El 20 % de los electores no ha decidido el voto.

Pero además de la competencia electoral, están los problemas de la ciudad, por ahora centrados por los medios en los temas de movilidad, corrupción y seguridad a los cuales apenas responden los candidatos. Se extraña un programa de fondo que resuelva cómo puede administrarse mejor una metrópoli, de una manera más objetiva que la personalidad y simpatías, o no, que puedan tener los transitorios ocupantes del palacio Lievano. Mejor dicho: no es un problema de imagen sino uno de administración.

Bogotá es diferente, mucho más grande e importante para la vida nacional que hace 20 años, cuando se expidió su estatuto orgánico que le dio vida Constitucional. Sus problemas son distintos. Es indispensable actualizarlo y en esa perspectiva deben resolverse las relaciones con la Nación, los departamentos vecinos y, sobretodo, decidir si continuar o no con una descentralización que ha quedado en el limbo.

El desastre en la contratación pública, no solo referido a los temas de corrupción en el IDU etc., ha puesto de presente la obsolescencia del modelo. Las alcaldías locales se quedaron en alcaldías menores. Si con el pretexto de la corrupción allí se detuvo el proceso de descentralización, por esas mismas razones la ejecución de las obras y su planeación deben desarrollarse en escenarios diferentes. No se trata de poner un límite a los recursos que corresponden a las localidades. Ni hablar de lo que ha ocurrido con la escasa participación ciudadana en el control y ejecución de los recursos públicos y la cual debe ser reglada de manera debida.

Los candidatos podrían salirse del síndrome del “yo tengo la fórmula” en el que se encuentran atrapados y según el cual contestan a los temas de moda, casi siempre referidos al escándalo del día de que se ocupan los medios. Las preguntas que deben responderse son del tipo ¿Cómo administramos mejor los recursos de que disponemos?, ¿Qué ajustes legales necesitamos para ello?, ¿Cómo cambiamos el sistema de elección de contralor y personero para detener, de verdad, los carruseles del robo?, ¿Cómo haremos más expedita, eficiente y transparente la contratación?

Bogotá necesita mejores administradores que candidatos. Confiemos en la madurez de una opinión Libre e informada, como es la de la capital, para que quien resulte elegido resulte tan bueno, esta vez, para administrar como para conseguir votos. A ver si salimos de este enorme hueco a donde llevaron a la ciudad alcaldes en quienes depositamos la confianza en el pasado.

lunes, 15 de agosto de 2011

¿La mala hora del Estado Liberal?


Por: Luis Carvajal Basto

La irrupción de los jóvenes en España, Inglaterra y Grecia, como en Chile y en otras latitudes, demuestra el carácter global de su inconformidad. Sin embargo, este 2011, ha sido también el año de las revueltas Árabes reclamando Democracia, lo que reafirma la vigencia del régimen político, pero con nuevas reglas.

Durante el siglo 20 la democracia, el régimen político que sucedió a las monarquías, demostró su vigencia a prueba de fantasmas, como el de Carlos Marx, en sus versiones estalinistas o populistas. La desaparición de las dictaduras con esos ropajes, una tras otra, pareció darle razón a Fukuyama al proclamar el fin de las ideologías. Incluso, el capitalismo estatal Chino tuvo que conceder prerrogativas enormes a la Libertad de empresa para sobrevivir. Pero las sociedades, que se mueven y transforman al igual que la tierra, anuncian transformaciones despuntando este decenio.

Los indignados en España, los marginados ingleses y los inéditos protestantes israelíes, no se identifican en sus solicitudes más que en la insatisfacción con ese régimen político, lo cual recuerda que la categoría Ciudadano, y los derechos y deberes inherentes a ella, no parecen suficientes para reconocer nuevas realidades a estas alturas de la democracia digital, de hecho, que proporcionan las nuevas tecnologías. ¿Mítines partidistas o democracia directa utilizando las redes sociales?, por ejemplo.

Puede decirse que los objetivos de esta oleada de protestas no son globales pero tienen muchos elementos en común, además de los tecnológicos que piden cambios en las formalidades del sistema político. No es el fin de los Partidos pero sí una expresión masiva de nuevas formas de participación política. Nadie duda que la Soberanía popular dependa de las mayorías. Pero ¿Votan quienes protestan en las redes sociales?, depende, pero que participan, seguro.

Las teorías del Derecho y el Estado han incorporado el concepto de “Subjetividad Jurídica” para reconocer intereses de sectores de personas que ameritan complementación y/o diferenciación con la categoría de Ciudadano. Puede ser una válvula de escape para las presiones que genera tanta acumulación de frustraciones. Sin embargo, la insatisfacción muestra que la elaboración teórica y su transformación en reglas, van más despacio que la evolución política. Vale recordar, como ejemplo, un episodio de la protesta de los indignados en España: mientras los jóvenes atendían el discurso inteligente de Paul Krugman, megáfono en mano, los dirigentes del Partido Popular trataban de congraciarse con ellos haciendo lo posible por encaminarla contra Zapatero. Nuevas ideas contra viejas mañas. Rosas y bagazo. Dos universos.

No en vano hemos llamado a esta la sociedad de la información. Cada vez más, en todas partes del mundo, nos aproximamos a conocer, simultáneamente, lo que todos conocen. ¿Quién no se da cuenta del desastre que ocasionan los especuladores en los grandes mercados, responsables ahora de las sucesivas crisis? ¿O las ambiciones de políticos en los Congresos de todas partes, como en Estados Unidos, donde los Republicanos hacen lo posible por llevar el gobierno a la quiebra para endosarla a los Demócratas?

No faltan quienes han aprovechado el momento para proclamar el agotamiento del Estado Liberal, poniendo en la mesa una recurrente utopía neoliberal, pero también anarquista, de una sociedad sin Estado ni autoridad. En los países con crisis económica, la culpa es de los gobiernos, que “gastan mucho”. De manera oportunista, olvidan que la redistribución del ingreso es un pilar de convivencia y funcionamiento armónico de la sociedad. El gasto del Estado, el mismo que nos permitió afrontar la crisis de 1930, pero también la de 2008, es ahora estigmatizado. ¿Desaparecemos al Estado, o lo dejamos solamente para apagar los incendios cuando el sistema entra en crisis?

Estamos asistiendo a un periodo de grandes transformaciones. El ajuste del sistema político es una consecuencia inaplazable del desarrollo tecnológico. Pero la autoridad del Estado, su intervención para reducir desequilibrios y desigualdades y la vigencia de la democracia, a pesar de la corrupción generalizada, no pueden ponerse en duda. ¿Qué más quisieran estos bárbaros de nuestros tiempos, ladrones de cuello blanco y de los otros, políticos corruptos, especuladores de Wall Street, narcotraficantes y dictadores?

lunes, 8 de agosto de 2011

Inmunidad y Reforma a la Justicia: un pulso de tres


Por: Luis Carvajal Basto

El Gobierno, el Congreso y la Rama Judicial se jugaran a fondo en la próxima legislatura. La propuesta de restablecer la inmunidad parlamentaria, aunque se anuncie su retiro, es un anticipo del clima que se vivirá en el Congreso.

Luis Carvajal Basto

La inmunidad parlamentaria es una figura que defiende a los miembros de los órganos legislativos de abusos o desbordamientos en que incurren los gobiernos en diferentes partes del mundo, generalmente, contra miembros de partidos opositores.

La inmunidad puede ser, en algunos periodos, una necesidad de la democracia que, sin embargo, tiene en todas partes prerrequisitos claramente establecidos como el respeto por los derechos, la Ley, y la consolidación de las instituciones. Tratándose de un debate centenario, existe suficiente ilustración y consenso acerca de que no se puede utilizar para evitar juicios en casos de corrupción, convirtiendo a los Congresos en refugio de bandidos.

En nuestro país el Congreso perdió la inmunidad precisamente por esas razones y no parece que luego de 1991, de los sucesivos casos de corrupción, podamos decir que doblamos la página y la restablecemos.

Ello no quiere decir que el actual Congreso sea igual a los anteriores pero tampoco que corrupción, parapolítica y narcotráfico sean episodios cerrados. Llama la atención que, en este caso, sea el Presidente del Congreso, miembro del Partido Conservador y de la coalición de gobierno, quien ha asumido la vocería de sectores que se manifiestan “asustados” y” amedrentados”.

Está claro que luego del desfile de congresistas por tribunales y cárceles resulta apenas natural que soliciten garantías, de la misma manera que la sociedad las exige sobre sus conductas .Estas no se refieren a su ejercicio político sino a las que otorgue el sistema Judicial. Si el proyecto de reforma a la Justicia contempla que la sala penal de la Corte Suprema actuará en dos instancias al juzgarles, se debe interpretar la solicitud de restablecer la inmunidad como una primera reacción de temor o insatisfacción.

Nadie puede decir que en Colombia el gobierno persiga al Congreso y menos cuando el Ministerio del ramo queda en manos de un académico y Humanista a toda prueba. El ruido proviene claramente de una prevención acerca de la politización de la rama judicial y una ruptura del equilibrio con el Legislativo que puede ser corregida.

Pero en este caso hay que decir que los antecedentes no juegan a favor de las pretensiones de este sector de congresistas y tampoco le ayuda su alicaído prestigio ante la opinión. ¿Quién ha sido responsable de que la comisión de acusaciones no funcione de manera adecuada? ¿Quien de las conductas de sus miembros? .Si el Congreso se hubiera propuesto auto destruirse no podía actuar mejor que como lo hizo en periodos que, desafortunadamente, todavía no podemos declarar superados.

De otra parte, el proyecto de reforma a la Justicia se ocupa de asuntos que el país no se puede dar el lujo de aplazar. La nominación de magistrados por las mismas cortes que los elegirán no parece afectar sino reafirmar la independencia de la rama; Tampoco, dejar en manos de la Contraloría general la postulación de candidatos a las contralorías territoriales, luego de lo ocurrido en Bogotá. La reglamentación elemental de la tutela es una necesidad sentida del sector y no se entiende la prevención con la propuesta de descongestionar los despachos judiciales valiéndose de personas de reconocido prestigio que temporalmente apoyen a la Justicia, como los notarios. Vale recordar la manera cómo actúan jurados en países como los Estados Unidos.

En el pulso que se viene los tres poderes tendrán que poner su parte con equilibrio y respeto mutuo, partiendo del principio según el cual dejar las cosas como si tal, el statu quo, no se ajusta a la realidad de la Colombia que tenemos y muchísimo menos a la que debemos ser capaces de construir. Pero no debemos olvidar que en los inevitables choques de trenes que se avecinan, o comenzaron ya, el Gobierno es casi neutral y el Congreso “juega de local”.

lunes, 1 de agosto de 2011

Obama ante el caos


Por: Luis Carvajal Basto

Mientras el mundo parece encontrarse en las vísperas de una nueva crisis, sin salir del todo de la anterior, el Presidente de los Estados Unidos se ha debatido entre saltarse al Congreso o no hacerlo.

Por si no fue suficiente la crisis de 2008-2009 quienes habitamos este planeta nos encontramos, otra vez, en el filo de un precipicio. La situación de Grecia, España e Italia está poniendo a prueba no solo la capacidad de los gobiernos sino el proceso ejemplar de integración que iniciaron en la década del 50. Prestamos a los endeudados a cambio de Soberanía, parece la fórmula posible. Estandarización de la hacienda pública, lo que, de suyo, no es tan negativo. En la perspectiva de la unidad Europea, puede ser una oportunidad.

Pero si en Europa llueve, en América no escampa. Para los Latinoamericanos resulta por lo menos paradójico que los países de economías más fuertes y avanzadas, generalmente fabricantes de las recetas que por décadas hemos aplicado para nuestro consumo, hubiesen inducido tantas variaciones a los fundamentos del sistema económico y la función del estado. Primero, dejando hacer tanto, y tan libremente, a los propios empresarios de burbujas y ahora, promoviendo, desde sus mismas pugnas políticas, en el congreso de los Estados Unidos, los cimientos de una nueva catástrofe.

Lo ocurrido allí reafirma que las relaciones entre política y moral están embolatadas y que por encima de los intereses de Estado se encuentran los de cada político o Partido. Pareciera imperar la teoría del pasajero ambicioso al que no le importa que el avión en que vuela se desplome “porque no es suyo”.

Ante la inminencia de una cesación de pagos por parte del gobierno y los terribles efectos que ello ocasionaría en todas partes del mundo, la preocupación de demócratas y republicanos no pareció ser la crisis en ciernes sino echar la culpa al otro de lo que se podría venir. Los republicanos se han debatido entre rechazar el incremento del techo de endeudamiento o aprobarlo, con sus mayorías en la cámara, colocando tantas cortapisas que resultaría inaceptable para el gobierno y un senado mayoritariamente demócrata.

El aumento de la capacidad de endeudamiento del gobierno es plenamente justificable si se considera el déficit que el Presidente Obama recibió de su antecesor o el inmenso esfuerzo, a la manera de préstamos y gasto público, que debió ejecutar para superar la pasada crisis. Pocos parecen recordar que hace apenas tres años la esperanza era el incremento del gasto, el mismo que ahora no tiene con qué pagar y que sectores republicanos no le quieren autorizar, poniéndole contra las cuerdas.

Si el gobierno de los Estados Unidos no conseguía una autorización de endeudamiento satisfactoria, lo que se vendría, entre otras cosas, sería el cese de sus pagos, un aumento del riesgo país (el mismo que está disminuyendo en Colombia) y una distorsión en las tasas de interés reduciendo el margen de maniobra de la reserva Federal. Los efectos en el mundo, aparte del impacto sobre la deuda con China, habrían sido aterradoramente impredecibles.

Al conjurar esta crisis, al menos temporalmente, podremos sentarnos a esperar cuando estallará la próxima, no creada por las fuerzas desatadas del mercado sino por las desmedidas ambiciones de los líderes políticos. La carta que se jugó Obama, al convocar a los electores para presionarlos, parece haber surtido sus efectos. Una vez más la información abundante y Libre es el mejor argumento para detener los excesos e incongruencias de las ramas del poder.

Aunque la bancada republicana esté dispuesta a todo para impedir la reelección de Obama; aun cuando aun no defina todavía un candidato para las elecciones que se vienen, lo que podría estar incubando por anticipado es su derrota. El electorado, más temprano que tarde, pasaría factura. Esta no es una discusión filosófica acerca de no aumentar impuestos y reducir el gasto público. Parece lo que es: una pugna política en que a algunos no les preocupa llevarse por delante la estabilidad del mundo. Por ello, el Presidente Obama debió recurrir, como se lo sugirió el ex Presidente Clinton, a la enmienda Constitucional que le faculta para tomar una decisión unilateral. Somos demócratas no imbéciles, decimos en América Latina.

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