lunes, 27 de febrero de 2012

Con y sin Obama



Por: Luis Carvajal Basto

La ruta para encontrar la puerta de salida de la crisis y evitar una recesión generalizada, en el actual escenario de déficit de los gobiernos, es diferente en los Estados Unidos, con Obama, que en Europa. El modelo “ganador” influirá en todos los países. El mundo está a la expectativa.

Mientras los Estados Unidos han recurrido al gasto público, a la mejor usanza keynesiana, como herramienta para generar empleo e inversión, la apuesta de Europa, bajo una clara influencia alemana, está centrada en la reducción del déficit  y el “adelgazamiento” de las nóminas en el sector público tanto como en el privado.

Paul Krugman ha sintetizado bien los efectos de ese modelo al señalar que “La doctrina afirma que los efectos negativos directos de la reducción del gasto en materia de empleo se vería compensado por los cambios en la "confianza" y  los recortes salvajes del gasto llevarían a un aumento en el gasto de los consumidores y negocios, mientras que las naciones, al no hacer esos recortes, quedarían expuestas a  fuga de capitales y alza en las tasas de interés”.

Hasta ahora la apuesta de Obama comienza a arrojar resultados positivos al conseguir un crecimiento de 2.8% en el último trimestre de 2012 y reducir la tasa de desempleo al 8.3 % en el pasado enero. Pareciera que está encontrando la senda de la recuperación, ¿Se mantendrá esta tendencia hasta la fecha de elecciones?

La respuesta es importante. Si Obama pierde, el mundo se habrá definido por la aplicación de políticas restrictivas de gasto público y aunque la estrella resplandeciente no brille tanto, por ahora, podríamos esperar que después de 2013 los efectos de esa decisión se comenzaran a sentir en países como el nuestro.

Sin ninguna duda la aplicación de reglas fiscales y su estatus constitucional en muchos países, significa un recorte del margen de maniobra de los gobiernos para solucionar situaciones coyunturales de crisis e intervenir en el rumbo de la economía. Si los problemas y las deudas se heredan de gobiernos anteriores, ese solo hecho no se considera o no hace diferencia en los balances públicos. De esa forma los problemas políticos habituales y el manejo de la confrontación de intereses terminan convirtiéndose en asuntos de Estado o a la inversa. Un buen ejemplo de ello lo ha dado el debate sobre elevación del techo de la deuda en los Estados Unidos el año anterior: la deuda norteamericana tiene mucho que ver con los gastos militares etc. en que incurrieron las administraciones Bush, pero ese factor no fue considerado por las bancadas republicanas en el Congreso.

Por lo pronto, los efectos de las restricciones en Europa se comienzan a observar como un desmonte, no tan gradual, del Estado de bienestar. Derechos adquiridos desde la posguerra empiezan a desaparecer. La flexibilización de los salarios, a la baja, tiene como objetivo adecuarlos al “efecto Chino” buscando competitividad de esa manera. Es el sentido de la Ley que permite “salarios a la carta” en España, mientras que  en el panorama electoral de este 2012 tan solo en Francia el candidato socialista F. Hollande parece con probabilidades de ganar y actuar como  eventual contrapeso  de las tendencias actuales.

Los recortes y despidos que se producen ya en el sur de Europa, harán añorar a los indignados ese Estado de bienestar, lo cual hace prever una transformación de la protesta social. Las quejas van, mal dirigidas, a un modelo de Estado al que en varios países le quieren expedir la partida de defunción. En el fondo, se trata del desempleo cuyos efectos no podrán ser atenuados por herramientas de intervención de los gobiernos ni, por ahora, canalizados por la oposición política formal. Desde esa óptica, empleo y salarios tendrán como única regla un mercado cuyo referente serán los bajos salarios en China.

La reelección o no del presidente Obama tendrá un significado que va más allá de la habitual pugnacidad política: se juegan el  rol y el futuro de un modelo de Estado que ha permitido al mundo funcionar desde la década del 30. Mucho de lo que pase, dependerá de norteamericanos y franceses que, en este año, tendrán la responsabilidad, otra vez, de reeditar el espíritu con que se construyó la Estatua de la Libertad, antes de que alguien proponga su retiro por excesivos gastos de manutención.

Posdata: La nueva alza de las tasas de interés, establecida por el Banco de la República, aumentará la revaluación del peso, además de un frenazo a la demanda. ¿Nos estaremos asustando con el cuero del tigre?

@Twitter: @herejesyluis

lunes, 20 de febrero de 2012

Cuentos Chinos



Por: Luis Carvajal Basto

De Mao a Xi Jinping. Las preocupaciones que genera en occidente un país que ya no exporta revoluciones sino productos baratos.

La visita del vicepresidente de China  a los Estados Unidos la semana anterior, paso previo a su esperado ascenso al primer lugar del liderazgo de su país, puso de presente el verdadero pulso que se libra hoy en la política y el comercio mundial.

Ha llamado la atención la manera casi descortés como fue recibido por parte del vicepresidente Biden, quien le recordó  desde los problemas de derechos humanos, pasando por el apoyo velado al régimen Sirio, hasta el robo de propiedad intelectual, sobre el cual se fundamenta bastante del empleo en China.

El Presidente Obama fue más preciso y puso sobre la mesa el asunto de igualdad en  las reglas comerciales,  una referencia clara a la infravaloración de la moneda China que hace aún más baratos sus productos.

No podía esperarse otro recibimiento en un año electoral en los Estados Unidos y en un momento en que sus ciudadanos comienzan a entender que han perdido muchos empleos que ahora tienen los herederos de Mao.

Todo ello no puede hacernos olvidar que asistimos a una de las más grandes paradojas del siglo anterior, desde cuando el liderazgo norteamericano prefirió crearse una competencia  comercial en oriente para debilitar una eventual solidaridad China con la extinta Unión Soviética. Antes de eso el coloso de oriente exportaba apenas libros rojos que servían para la catequesis comunista, o más bien estalinista, con escaso impacto en el mundo occidental. En Latinoamérica tantos esfuerzos  solo consiguieron alborotar temporalmente a los fanáticos de sendero luminoso  en el Perú y del EPL en Colombia sin que tuviesen mayor trascendencia, más allá de  una violencia estéril.

Pero la atracción del coctel  elaborado con salarios bajos y las posibilidades de un inmenso mercado, llevaron a las empresas japonesas, norteamericanas y europeas a realizar grandes inversiones en China que han generado una deslocalización de la producción mundial. Allí, se fabrica más barato y cada vez con mejor calidad, aunque no se respeten tanto la propiedad intelectual y el medio ambiente. Las consecuencias están a la vista: las grandes empresas producen  ahora en China generando desempleo en el mundo occidental, llegando las cosas a un punto bien difícil: las corporaciones han mejorado sus utilidades pero en sus mercados internos la demanda se ha reducido por falta de capacidad de compra de sus ciudadanos, convirtiéndose en un elemento recesivo.

China se ha convertido en un gran jugador de la política y economía del mundo. La semana anterior, por ejemplo, su visto bueno al ajuste en Europa, uno de sus grandes deudores, sirvió para hacer más liviana la carga de la crisis, quedando en el aire la pregunta de cuál será el límite del endeudamiento del mundo con la ahora gran potencia.

Aparte de las realidades comerciales, positivamente globales, vale la reflexión ideológica para el liderazgo Chino: ¿La revolución se trataba de conseguir empleos precarios para sus ciudadanos a expensas de que otros, en diferentes países del mundo los perdieran, produciéndose una tendencia a la nivelación salarial  mundial por lo bajo?, ¿Justifica esa “revolución” el recorte de las libertades individuales?, ¿Puede ser “socio” de un mundo global un país en que el acceso a Internet no es libre?

Las ideas del profesor  Mao Tse Tung, y su lucha por una república socialista, quedan al desnudo al confrontarse con el devenir real de su revolución. Si pudiera observar la foto de su vicepresidente y próximo presidente, Xi Jinping, al lado del presidente Obama, pasaría trabajos al diferenciarlos con sus idénticos trajes de tono gris oscuro, sus camisas blancas y sus impecables corbatas azules. Al observar sus rostros en detalle, seguramente pensaría que  su contemporáneo Luther King ganó, con el tiempo, una lucha en que perdió su vida. Cosas de la democracia, la misma que ha permitido y propiciado el ascenso Chino en un mundo capitalista del que hace parte importante. Le parecería, este mundo de hoy, un cuento Chino.

lunes, 13 de febrero de 2012

La cenicienta



Por: Luis Carvajal Basto

Un retrato realista del momento que viven nuestras Instituciones reafirma, cada día con más fuerza, que la Constitución y nuestras Leyes no estaban preparadas para el conflicto que hemos vivido. Entre tanto, la rama judicial se ha transformado de cenicienta en un poder activo que ha adquirido como costumbre tomar decisiones políticas sin considerar los problemas que le afectan, las circunstancias del país, ni el entorno.

Hace apenas unos pocos años la situación de nuestro sistema judicial era tan deplorable que se llegó a calificar como la cenicienta entre los tres poderes. Esta situación se consideraba “natural” en razón del carácter presidencialista y centralista de la constitución del 86.La información de que hoy disponemos y la opinión pública, no tenían la importancia que hoy tienen y que nos hace evaluar el criterio del cuarto poder. Teníamos una rama judicial sin recursos y tan mal remunerada que resultaban impensables los  actuales carruseles pensiónales.

Pero las cosas han cambiado y lo que ocurre por estos días en nuestro país con el sector judicial, que en sus comienzos llamamos “choques de trenes”, parece alejarse cada vez más del concepto del equilibrio e  interdependencia de poderes, propio de una democracia, pareciéndose, mejor, a uno entre los trenes y la realidad que vivimos.

Si nuestra sociedad fuera estática  seguramente no necesitaríamos replantearnos, tan frecuentemente, la actualidad de nuestro sistema legal pero no siendo así, estamos obligados a centrar la atención en identificar sus desajustes incluyendo a todos los actores en el diagnostico, sin olvidar que  es el propio Congreso, representante de la soberanía popular en ausencia, circunstancial, del poder Constituyente, quien cataliza las diferentes expresiones e intereses transformándolas en Leyes. Es lo que ocurre con la proyectada e indispensable reforma a la Justicia.

Vale considerar que nunca antes el estado estuvo tan sitiado, por el poder corruptor y desestabilizador del narcotráfico, como cuando dejamos de tener la figura del estado de sitio; aun así, se nos apareció una guerra para la que nadie estaba listo. Desarrollamos, por ejemplo, nuestro modelo de descentralización sin participación ciudadana, en el peor momento para hacerlo, convirtiendo a alcaldes y concejales en rehenes o víctimas de los actores armados que ejercen presión sobre los presupuestos regionales, como lo denunció la semana anterior la conferencia de obispos. Esos presupuestos han sido, en gran parte, combustible del conflicto y no se apagan incendios con gasolina.

Nuestras normas han sido, en muchas ocasiones, intemporales, correspondiendo a todos, en especial a las altas cortes, permanecer atentos a las circunstancias cambiantes. El caso del coronel Plazas Vega es otro ejemplo que vale. No puede indultarse solamente a uno de los actores en un conflicto para que este pueda ser superado. Por demás, se trata de un mal precedente para futuros acuerdos de paz y la moral de la fuerza pública, lo cual es diferente a cohonestar delitos de lesa humanidad que deben ser, en cualquier circunstancia, castigados.

A muchos les parece que la rama judicial asume cada vez una mayor actitud política pero su renuencia a consensuar un proyecto de reforma a la Justicia, convirtiéndolo en un asunto de principios, no parece un choque con el gobierno sino con la realidad: la obsolescencia del sector se puede medir, fácilmente, en los millones de procesos sin resolver, los que al ciudadano  y la convivencia resultan insoportables.

La politización del sector judicial es otro asunto. El veto tácito, y a veces no tanto, a los ministros del interior y Justicia se puede ver como un intento de coadministrar, olvidando que solo la Corte Constitucional tiene la facultad de traducir conflictos políticos  o de intereses en decisiones judiciales. Con los problemas que tiene la rama judicial, difícilmente se entiende que persistan en mantener, por ejemplo, el poder nominador para la selección de contralores, lo que les convierte en participes en la elección de funcionarios que luego deben juzgar, como ha ocurrido con los dos últimos responsables del control fiscal en Bogotá.

Mientras el conflicto se mantiene y la delincuencia se transforma, nuestra Justicia no puede permanecer estática.  El nombramiento de nuevos presidentes en las altas cortes es una oportunidad para restablecer los diálogos con el gobierno y el país. Nadie entendería que quienes están llamados a interpretar nuestras leyes y defenderlas, se nieguen a participar en un proceso que debe obrar y culminar en el escenario en que estas se elaboran. Si nuestra rama judicial se mira hoy en el espejo, debe reconocer, como en el cuento de los hermanos Grimm, que los problemas que afronta dan una imagen que poco se parece a la cenicienta que alguna vez fue y se puede transformar en un poder omnímodo al que solo le caben  calificativos como intocable y estático en un mundo en que todo, veloz y permanentemente, cambia.

lunes, 6 de febrero de 2012

Aló, Alcalde



Por: Luis Carvajal Basto

La paradoja de quien siempre reclamó más espacios democráticos, pero amenaza con gobernar "por decreto".

No es cuestión de gustos: para muchos que acceden al gobierno consiguiendo el favor popular, está claro que una cosa es ganar elecciones y otra gobernar. Un ejemplo para mostrar  es el del alcalde de Bogotá, quien desde sus épocas del M 19 consideró que su concepción  de democracia no cabía en el esquema institucional de entonces, algo similar a lo que deben pensar quienes observan, sorprendidos, su anuncio de que gobernará sin consensuar o poner a prueba sus decisiones en el concejo de la ciudad.
Aun cuando es verdad es que el estatuto orgánico de Bogotá, que ya cumple 20 años y acusa obsolescencia, está diseñado para limitar la coadministración por parte del concejo que, hasta entonces, participaba incluso en las juntas directivas de las empresas públicas convirtiéndolas  en un nido de corrupción y politiquería, también es cierto que una actualización del estatuto requiere de más esfuerzos en el congreso que en el concejo. El asunto es que, en los dos escenarios, Petro perdería y, con él, la ciudad.
Desde el punto de vista político la conformación de una coalición mayoritaria de oposición  puede interpretarse como su primera derrota, con la cual pierde de paso la posibilidad de mejorar su discreta gobernabilidad: no podemos olvidar que fue elegido con apenas el 32% de los votos en una ciudad en que la participación en la elección de alcalde fue inferior en un 10% al promedio en el país. De mantenerse la coalición, que es la misma de  unidad en el gobierno nacional y  tiene mayorías en el congreso, habrá escogido el camino de un aislamiento que puede no convenirle. Por otra parte, habrá graduado de opositores a sectores que pudieron ser sus aliados.
En este proceso se ha criticado la  decisiva, por equivocada en cuanto  a resultados, actuación del secretario Navarro al ofrecer participación en el gobierno a los sectores políticos que ahora están en la oposición. En honor a la verdad, es lo que  hacen todos los gobiernos y no es negativo que estos ofrecimientos se hagan por encima de la mesa y de frente a una opinión que así conoce a que partidos pertenecen los funcionarios quedando los ciudadanos en condición de premiarles o castigarles de acuerdo con su gestión.
Pero  la actuación de Navarro, arroja un saldo negativo: si en verdad quería una coalición mayoritaria  debió concretarla antes  de la designación de un gabinete en el que es justamente él quien acredita mayor experiencia  aunque no, como  queda demostrado, en asuntos y política del distrito.
La hora de la verdad, para alcalde y concejo, será el momento de elección de contralor y personero. Si la coalición se mantiene, como es de esperar, sus suertes estarán jugadas para los próximos cuatro años en los que  a Petro le quedan como recursos la fuerza de los decretos y una cambiante opinión, de acuerdo con una encuesta publicada la semana anterior.
Si hablamos  solo de corrupción, su divorcio con el concejo no es necesariamente inconveniente para la ciudad, pero si se trata de grandes proyectos, como  ALO, Metro, Transmilenio, vivienda etc., no caben caprichos y  la falta de sincronismo con concejo y congreso será un alto precio  que los ciudadanos pagaremos. La terquedad de un alcalde podría, aunque no esté probado, convenir a su imagen pero perjudica el sentido estratégico de planeación en proyectos que exigen continuidad y el interés de todos. En el caso de ALO se perderían millonarios recursos de la nación y el distrito.
No parece democrático cerrar los canales para la concertación entre fuerzas que deberían mantener asuntos de interés general o estratégicos, por fuera de las naturales pugnas políticas, dando lugar a la paradoja según la cual un demócrata,  como Petro se ha definido a sí mismo, termine gobernando como cualquier dictador, parapetado en la autoridad de sus decretos. Todavía no es tarde para enderezar, alcalde. El camino estéril de la imposición, contrario al de la deliberación y la controversia, no tiene retorno.
Posdata: Del Libertador (cuyo retrato, en buena hora, ha sido colgado en el despacho del alcalde para lo cual no necesitaba quitar el de Don Gonzalo Jiménez) en 1828: ¡Compadezcámonos mutuamente del pueblo que obedece y del hombre que manda solo!