lunes, 26 de septiembre de 2011


De la pensión de la Cicciolina a la gasolina del senador

Por: Luis Carvajal Basto

Por estos días en que se observan con lupa los ingresos y gastos de los gobiernos, en razón de sus quiebras en muchas partes del mundo, saltan a la vista las verdaderas razones de sus desbalances.

El asunto pareciera tan sencillo como responder a dos preguntas: ¿de dónde sale la plata?, ¿en qué se gasta? En todas partes, la respuesta es la misma: incapacidad de las instituciones de gobierno para resistir a las presiones políticas. Una de las paradojas, en este difícil momento, consiste en que los Estados Unidos y Europa, epicentros del desarrollo industrial, tecnológico y económico, por décadas, se encuentran al borde del patatús.
Pero la respuesta no está en los números. No es un problema contable. De acuerdo con la conveniencia política, se trata de que se cobran pocos impuestos o se gasta demasiado, lo cual, en realidad, es un resultado de esos mismos intereses políticos al elaborar los presupuestos.
En Italia, por ejemplo, cerca de 2300 parlamentarios que pasaron por el Congreso tienen derecho a pensión, entre ellos la Cicciolina, quien recibirá cerca de 3000 euros por mes, lo que pasaría inadvertido si no fuera porque Italia, como España, espera la bendición de Alemania y la solidaridad de Europa para no quebrarse arrastrando a los demás al abismo. Las pensiones mal fondeadas, son una herencia negativa que dejamos a los ciudadanos del futuro, quienes nacen endeudados. La mesada de la ex  honorable, será pagada por ellos y es del todo legal, aunque no se compadezca con la realidad fiscal.
En Colombia, el presidente del Congreso ha dicho que su salario no alcanza para pagar la gasolina, a pesar de ser cuarenta veces superior al mínimo, lo cual puede ser verdad si se tiene en cuenta que una campaña al senado cuesta cientos de millones y la gasolina es una de las más caras de América. ¿Por qué los contribuyentes debemos pagar política y gasolina tan costosas? Si seguimos así, debemos prepararnos para incluirnos en la lista de países quebrados, lo cual hoy día no es el caso, a pesar de que el gobierno, oportunamente, ha refinanciado parte de su deuda, como lo ha hecho la semana anterior el de los Estados Unidos.
Allí, se ha abierto un debate acerca no de lo mucho que se gasta si no de lo poco que se recauda, llegándose a demostrar que muchas secretarias pagan, proporcionalmente a sus ingresos, más impuestos que sus jefes. El gobierno del presidente Obama ha contado con el análisis calificado de Paul Krugman, quien se ha encargado de probarlo, matemáticamente, poniendo en duda el carácter progresivo del sistema de impuestos norteamericano, en un momento en que los políticos republicanos, que no quieren más gravámenes,  se atrevieron a enviar una carta oficial al Presidente de la Reserva Federal pidiéndole que se abstenga de intervenir en la solución de la crisis.
Precisamente este suceso, nos ilustra acerca de una de las razones del apuro por el que pasan los gobiernos: la mala política  que se impone sobre los intereses de Estado.
Los intereses en juego, en el proceso de expedición de Leyes y la andadura de los gobiernos, se encuentran vinculados a los electorales y no toman siempre en cuenta el interés general,  si no el inmediato, grupal, partidista o  personal. En este caso, se trata de bloquear las iniciativas del gobierno Obama, de la misma manera que muchos están contentos en España con el débil talante y los malos resultados del tímido Zapatero: “no importa que el país se hunda si podemos acceder al gobierno”, pareciera ser el lema de políticos Republicanos y Populares.
La discusión acerca del tamaño de los gobiernos, los niveles de impuestos y la corrupción, parece irrelevante frente a los intereses de los malos políticos y su capacidad para imponerlos, al punto de llevar  a los gobiernos a la situación inédita de postración en que hoy se encuentran y  en que todos tenemos la obligación de defenderles. Es un asunto de supervivencia: por todas partes hay lobos, también disfrazados de ovejas, esperando  a que se enferme el pastor para caerle al rebaño.

lunes, 12 de septiembre de 2011


El falso dilema del presidente Obama

Por: Luis Carvajal Basto

Si sigue atrapado en la disyuntiva entre generar empleo o reducir el gasto público, no serán buenas las posibilidades de su nuevo plan ni su reelección.

Lo peor que le puede suceder a un gobernante contemporáneo es que las circunstancias, o lo que es más grave, la oposición, le impongan la agenda. Es el primer paso para comenzar a perder control sobre las variables que están a su disposición. Con esa estrategia, los republicanos han conseguido, en un año preelectoral, fijar los términos y las condiciones de un debate en que Obama no puede resultar más que perdedor.
Las persistentes malas cifras de desempleo son el principal problema de los norteamericanos hoy. A eso apunta el plan presentado al Congreso la semana anterior por el Presidente. El déficit fiscal, sobre el cual hace énfasis la oposición republicana, es el principal freno a las herramientas anti recesión de que dispone Obama. Peor que eso, para él y la economía norteamericana, han sido las consecuencias del mal manejado debate previo sobre el techo de la deuda y su impacto en la confianza y expectativas de quienes compran bienes y generan empleos.
No ha sido suficiente que Obama ponga en evidencia los efectos del que ha llamado “circo político” que le ha diseñado la oposición y del cual ha sido gustoso participante. Tampoco le ha servido recordar  que el déficit tiene que ver con la herencia de su antecesor y la crisis generada por una banca irresponsable. Luego de las debacles, en el ejercicio del gobierno no se evalúan excusas sino resultados y, en ellos, el Presidente lleva hasta hoy la peor parte, a pesar, como lo reconocen sus adversarios, de sus buenos discursos e intenciones. Se le empieza a calificar, por parte de la oposición, como un buen orador y mejor tipo, pero mal gobernante. Al permitir el juego en los términos que fijan sus contradictores, parece conforme con el papel que le han asignado en la telaraña de mensajes, al colocarse en posición francamente defensiva, apenas.
En teoría, la discusión pareciera dar círculos. Si para el gobierno la solución tiene que ver con estímulos fiscales que promuevan empleos  e incremento del gasto público, para la oposición ello no es posible por cuanto implicaría mayor déficit, el cual no se puede subsanar más que con nuevos impuestos  que frenan la inversión impidiendo la generación de nuevos empleos.
En la realidad, ocurren cosas como que si la baja competitividad o el alto costo de producir en Norteamérica no ofrecen buenas condiciones a los inversionistas, estos llevan sus capitales a la China o a cualquier otro lugar en que la rentabilidad sea mayor, lo que no puede hacerse con la mano de obra norteamericana, generando desempleo.
Lo que no va a ser posible para Obama, o para cualquiera, es  reemplazar, a término indefinido, baja productividad y falta de competitividad con estímulos permanentes a la producción. Es un esquema artificial que no se puede mantener  a perpetuidad, ni siquiera con el costo del capital acercándose a cero, como lo ha dispuesto la reserva federal. Mientras tanto, crece el déficit comercial con China, par y paso con el desempleo.
Más allá de la realidad económica, sobreviven y se imponen las decisiones políticas. Las últimas encuestas dicen que un 60% de los ciudadanos están a favor de eliminar los estímulos fiscales que el ex Presidente Bush otorgó a grandes inversionistas y solo un 37% se manifiesta de acuerdo en reducir el déficit solo reduciendo gastos y sin aumentar impuestos, como lo proponen los republicanos.
Aun no es tarde para que los sueños de Obama  y de muchos norteamericanos tengan una segunda oportunidad, pero tendrá que utilizar lo que le queda de mandato para tomar decisiones de gobierno que, a pesar del déficit, generen empleos, resolviendo el dilema falso de gastar reduciendo el gasto. El gobierno es para gobernar y su esencia no consiste en hacer debates. Al fin de cuentas, no se puede servir a Dios y al demonio, menos si este se presenta como lo que es: un contradictor interesado en ocupar la silla en que el presidente está sentado.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Tenemos nuevo carrusel



Por: Luis Carvajal Basto

Resulta muy inocente pensar que la corrupción en departamentos y municipios viaja por rutas diferentes a las que utiliza nuestro sistema de elección.

La denuncia del presidente Santos, sobre lo ocurrido en el proceso para elegir Alcalde en Cali, abrió una caja de pandora en nuestro sistema electoral. En un foro realizado la semana anterior, procurador y contralora echaron su  “cuarto de espadas” al debate, al señalar que el sistema requiere actualización, por encontrarse divorciado de nuestra actual realidad en la que, entre otras cosas, a la política la está financiando el Estado, pero a través de corrupción en los contratos públicos.
En cuanto a la obsolescencia del sistema debemos tener en cuenta que la elección popular de alcaldes y gobernadores, emblema de la democracia local, se diseñó con anterioridad a nuestra Constitución, como un acápite de la descentralización, la cual fue, y es, entendida por muchos como un asunto puramente administrativo.
Pero eso fue antes  de que los mandatarios locales quedaran en medio del fuego cruzado de los actores del conflicto, antes de la parapolítica y el asesinato de decenas de Concejales de pequeños municipios. Pudimos constatar allí un ejemplo claro de falta de autoridad del Estado y no de sus excesos, como algunos parecen pensar.
A falta de normas y recursos que la impulsaran, la participación ciudadana estuvo ausente del proceso, quedando cojo. La descentralización, además de autonomía en elección, competencias y recursos, requería y requiere de participación y veeduría ciudadanas. En ausencia de ellas, muchos mandatarios locales se han convertido en reyezuelos, ruedas sueltas del sistema político. No le falta razón a nuestro godo procurador.
De la mano con tal desbarajuste, marcha la corrupción. Los contratos públicos están financiando la política, ha dicho la contralora, lo cual es una verdad tan sabida como callada por todos, debiendo adicionarse que ha financiado, también, el conflicto, si es que este puede entenderse sin lo que ha ocurrido con la política.
Tenemos, entonces, que ante los ojos de todos ha  funcionado, de manera  tan impecable como “invisible”, este carrusel, el cual opera adjudicando contratos que permiten financiar la elección de mandatarios que adjudican nuevos contratos. ¿En verdad nadie lo sabía hasta que lo dijo la Contralora?
La pregunta que sigue es, después de lo visto en el caso de Cali, hasta dónde la corrupción ha permeado nuestro sistema electoral y lo que se pudiera hacer para detenerla, en lo que  sea posible, a escasos  dos meses de las elecciones, cuando muchas de sus cartas ya están jugadas y el engranaje del carrusel aceitado y operando.
Resulta tan cándido pensar que todo esto es responsabilidad del registrador como que nada lo es. Ante lo ocurrido se esperan decisiones más de fondo que remover un funcionario, entre otras cosas,  para salvar el propio pellejo de la organización electoral sobre la cual ha quedado un manto, insostenible, de duda. Después de las elecciones, como es costumbre, se esperan demandas de los perdedores, solo que, esta vez, estará en la mira la  propia institución electoral.
Mientras el país avanza en la lucha contra la corrupción, también electoral, y  maduramos una verdadera y actualizada reforma política, en manos del registrador y de nadie más, se encuentra una medida de precaución elemental y sencilla, pero indispensable,  luego de lo conocido: intercambiar los funcionarios de las registradurías departamentales y municipales en que exista la más mínima queja o duda.
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