sábado, 31 de octubre de 2009

Las cortinas de humo del presidente Chávez


Por: Luis Carvajal Basto
En Colombia, nos preguntamos cuanto falta para que se introduzca formalmente el anti-Colombianismo en la política exterior de Venezuela.

Por ahora, es una acción decidida de gobierno que quiere poner los ojos de la opinión venezolana en asuntos diferentes a los que no puede resolver el gobierno de Chávez.

Una paliza que le dieron hace años a Alfredo Gutiérrez en medio de una parranda y el incidente de las corbetas, eran hasta hace pocos años lo más crítico de las relaciones con nuestros hermanos en la Historia reciente. Ahora, la cosa está pasando de insultos y ofensas permanentes, a asesinatos de connacionales no explicados, previa ruptura unilateral de las relaciones comerciales. Esto es muy grave.

No es tan cándido el Presidente Chávez como para creer que existe un plan de las autoridades de Colombia para deteriorar su gobierno, luego de que el mismo Uribe en algún momento le solicitó ayudarnos; que el narcotráfico y las mafias son un invento Colombiano o que de verdad estamos exportando violencia ahora que frenó nuestras exportaciones de bienes y servicios. Pero utiliza estos argumentos para tapar fracasos de su gobierno luego de diez años.

Las exportaciones desde Colombia han contribuido a mantener los niveles de precios y la capacidad de compra de los venezolanos. La creación de un mercado ampliado ha sido un largo proceso, resultado de lazos culturales, históricos, y geográficos, pero también de una infraestructura comercial y productiva que se integró y ya existía cuando los Presidentes Gaviria y Pérez la formalizaron.

Esta se desarrolló durante siglos. Los caminos reales, inicialmente ganaderos en la colonia, llevaban y traían de Bogotá hasta Maracaibo bienes y personas, las familias eran las mismas allá y aquí. El Llano es un territorio común y nuestros antepasados en García Rovira llevaban a lomo de mula alimentos y mercancías a Mérida y otras latitudes. La historia es compartida ¿Se solucionaran los problemas del Gobierno Chávez amenazando y violentando a sus propios hermanos?

Debe ser difícil explicar que luego de tanta inversión social en un país tan rico, Venezuela tenga más ciudadanos sub alimentados que Colombia, según cifras de la CEPAL. La pobreza es más pobre en el gobierno de los redentores que, gracias al petróleo, disponen de un gasto social casi dos veces el de Colombia, teniendo Venezuela una población menor. ¿Culpa de Colombia o mala administración de recursos?

La acusación según la cual estamos exportando violencia es completamente desafortunada y fácilmente rebatible. Cifras publicadas por Foreign Policy muestran que el número de homicidios por cada 100.000 habitantes es en Venezuela de 55, mientras en Colombia de 33, en Bogotá de 18 mientras en Caracas de 130(siete veces más). Y Caracas está bastante lejos de la zona de frontera. ¿Responsabilidad de Colombia o falta de gobierno en Venezuela?

Si se puede comparar y medir la acción de los gobiernos sobre la Economía por los resultados, vale la pena observar la inflación en el periodo 2000-2009.En Colombia, el índice de precios se ha multiplicado por menos de dos mientras en Venezuela por seis y para 2009 esperan una inflación cercana al 30%.En Colombia será diez veces inferior, del orden del 3%.

Observando estas cifras, no se entiende como al Presidente Chávez le queda tiempo para ocuparse de nuestros asuntos y ganarse la antipatía de los colombianos, mientras tienen allá tantas cosas para resolver . La única explicación razonable es que sirvan como cortina de humo para ocultar sus propios fracasos en un País que lo tiene todo.

sábado, 24 de octubre de 2009

El Partido Liberal: paradoja y encrucijada


Por: Luis Carvajal Basto
Convertido por los errores y ambiciones de sus dirigentes en una expresión minoritaria, el Partido más importante de nuestra historia deberá “importar” un candidato para tener un desempeño decoroso en las próximas presidenciales.
didato Uribista o continuar en proceso de desaparición, lo cual no deja de ser una paradoja para un Partido que ha centrado su estrategia en oponerse al actual gobierno.

Las fórmulas que se conocen hasta hoy no hacen difícil predecir que el oficialismo Liberal va derecho a una nueva derrota. Es inevitable. Las variables que la generan, escapan al control de la actual dirigencia.

Si la pérdida de sintonía con el País y la opinión se solucionaran con apretones de manos de sus dirigentes, lo que se obtendría sería un sindicato para conmemorar derrotas, en que los únicos beneficiarios serían congresistas que a su nombre aprovecharían espacios regionales en que “el aviso” y formas de clientelismo les proveerían exiguas curules.

La votación de Rafael Pardo, ex Uribista, en la consulta no hace prever otra cosa. Es la más baja con que un candidato por el Liberalismo ha accedido a esa instancia. Tiene legitimidad estatutaria pero no política. Fracasó la estrategia de campaña negativa y parecen no darse cuenta. Los gestos, a la antigua, como nombrar al hijo del Doctor Serpa para “unir” una corriente que se ha llamado socialdemócrata con una que ha militado en el Conservatismo Pastranista, lo mejor que conseguirán será terminar de desdibujar en el imaginario de los colombianos, la imagen del Partido. “Ni chicha ni limoná”, diría en otros tiempos el mismo Horacio Serpa.

La capacidad de autocriticarse, como la Ley de gravedad, no es estatutaria pero debe ser observada. El Partido navega, derrota tras derrota, sin preocuparse de la dirección en que soplan los vientos. Y “no hay viento favorable para quien no sabe a dónde va”. No faltará quien diga que el Partido no es veleta, en este caso más bien barco, pero estarán todos de acuerdo en que naufraga.

La encrucijada del oficialismo Liberal no es entre las distintas vertientes a su interior. Tampoco definiendo si va a las presidenciales con candidato propio, y derrotado por anticipado, o como minoría a la expectativa de viajar como vagón de cola de Petro o Vargas Lleras. Es una que compromete su supervivencia. Para empezar a resolverla tiene el escenario del próximo congreso Liberal. En él, ninguno de los sectores que constituyen hoy la dirigencia pueden reclamar victorias o colocar condiciones y reglas salvo a sus propias minorías.

Las mayorías, hace rato se expresan por fuera desde la disidencia de Álvaro Uribe. Por cierto, el 29 de mayo de 2006 el ex Presidente López recomendó, sin ser atendido, enviarle las Llaves de la casa de la avenida Caracas, cosa que con anterioridad había tratado de hacer el ex Presidente Turbay.

El escenario realista que ahora le espera al Liberalismo consiste en proclamar, de ser necesario consulta interpartidista de por medio, a un Uribista no reeleccionista, como se define a sí mismo Vargas Lleras. El ex Presidente Gaviria perdió, aunque no se diga, la apuesta de la consulta y es difícil pronosticar un rumbo diferente.

Para empezar, el Congreso Liberal no puede ratificar la oposición al actual Gobierno y menos seguir haciendo política en negativo, resaltando los defectos de los demás e imputándole a estos, su propia incapacidad. Como están las cosas, el próximo Presidente será el mismo Álvaro Uribe, si la Corte Constitucional Lo permite, y está por verse cual de dos Uribistas, Juan Manuel Santos o Germán Vargas Lleras, si no. En cualquier caso el gran elector será el mismo a quien López pidió enviarle las Llaves. Esa es la dirección en que soplan los vientos y cuando menos, debe tenerse en cuenta para resolver la encrucijada. ¿Paradójico, no?

sábado, 17 de octubre de 2009

Señor Bastenier: no tan de prisa


Por: Luis Carvajal Basto
La manera light como un analista de la talla de Bastenier mira a Colombia, sólo puede explicarse por el desconocimiento de una realidad compleja.

Pero no le pasa solo a él. Es la misma de sectores de la oposición que piensan con el deseo. Vale la pena ver los resultados electorales que invoca como argumento.

Decimos en Colombia que los médicos también se mueren y que al mejor panadero se le quema el pan. Pues eso parece ocurrirle a este querido y más leído columnista y compatriota, en su análisis de nuestra coyuntura política.

El argumento de fondo en su artículo “Colombia no se mira en el espejo” son las diferencias entre su forma de observar la realidad y la de la opinión, que cada vez que se expresa marcha en sentido contrario. No atiende consejos, autorizados como el suyo o interesados, que los hay.

Pero de allí a comparar, aunque sea de manera subliminal, nuestro sistema político con una dictadura existe un trecho inmenso.

Es cierto que la reelección no se la esperaba ni el mismo Uribe y que el nuestro es un sistema presidencialista, pero los poderes operan con independencia y los medios, como la opinión pública, se expresan Libremente, a diferencia de lo que ocurre en otras latitudes. Tenemos problemas gravísimos y entre ellos el impacto del narcotráfico y las mafias en la política y en todo puede ser el peor, pero errores de gestión y probable mala fe de funcionarios, como en el caso de los subsidios al agro, chapucerías, como la de los promotores del referendo o baja (¿) participación, no explican un señalamiento tan fuera de lugar y contexto, viniendo de donde viene.

¿Qué hubiera ocurrido si arropado en su popularidad y en delitos cometidos por congresistas, Uribe promueve el cierre del Congreso como muchos lo pidieron, por ejemplo? En cambio, la Justicia pudo actuar y lo hace, creemos los colombianos de manera objetiva, aunque algunas intervenciones de las altas cortes no coincidan con el presidente y parezcan más políticas que jurídicas.

Algo similar ocurre con los medios. Aquí no se cierran ni se revocan licencias como ocurre en Venezuela, por ejemplo. Recientemente se ha abierto la posibilidad de un tercer canal nacional y como es natural existen diferentes intereses que se juegan a fondo para conseguirlo. Piensan diferente procuraduría y concejo de Estado (¿dónde está el unanimismo?) y lo menos que se puede reconocer es que el gobierno ha actuado con transparencia, haciendo públicas y consultando cada una de sus decisiones. Otra cosa es la realidad de un mercado deprimido por la crisis, afectado por la influencia de la televisión por cable y la llegada, no suficientemente reglada, de televisión por internet, generando exceso de oferta.

Pero en lo que se equivoca a fondo don Miguel Ángel, es en el señalamiento de la baja participación electoral como argumento para deslegitimar el régimen político. Sin estímulos al voto y sin que sea obligatorio, no está lejos de la de Estados Unidos (54%) o Suiza (53%) sin que estas se puedan calificar de dictaduras, como no lo son los gobiernos de Cataluña o el País Vasco, porque sus ciudadanos participan menos que la media de los españoles.

El argumento según el cual solo el 15% de la población participa es francamente rebuscado. Si ello es así ¿de dónde saca que su admirado Carlos Gaviria obtuvo en las pasadas Presidenciales “el 22% de los sufragios, … la más alta votación de todos los tiempos” (De la izquierda)?Yo le digo: mide con distinta vara. El cálculo de sus “amigos” lo hace sobre el censo electoral de ese momento, 26.7 millones de votos, mientras el de la participación electoral, sobre el total de la población colombiana, 45 millones.

Por cierto, siguiendo ese cálculo, en las recientes consultas Gaviria y Petro sumados solo alcanzan el 1% de la población, razón más que suficiente para invitar a nuestro buen Bastenier a escribir otra columna y explicarnos las razones de tal suceso, de manera más fundamentada y escrita, ojalá, con menos prisa.

  • Luis Carvajal Basto

sábado, 10 de octubre de 2009

¿Está verde el nuevo partido?


Por: Luis Carvajal Basto
No resulta convincente afirmar que existe una crisis de los Partidos en todo el mundo o que los actuales en Colombia no resuelven las demandas de la población, para justificar aspiraciones personales de tres ex alcaldes que poco tienen en común.

La aparición de nuevos Partidos debe ser siempre bienvenida .Es una manera de confirmar las reglas que robustecen el sistema político. En este caso, la apuesta es novedosa en cuanto el objetivo electoral a que apuntan es el voto de opinión de las ciudades, utilizando los créditos de imagen que puedan tener Peñalosa, Mockus y Garzón.

Más allá de alcanzar unidos el umbral y una presencia importante en el Congreso, parecen también claras las ambiciones de tres políticos, preocupados por no parecerlo, que no encontraron cabida en otras organizaciones. Peñalosa para repetir alcaldía y sus colegas, candidatura a la presidencia.

Pero, aparte de eso, vale preguntarse si perdurará un Partido con principios programáticos y políticos poco concretos, dada las diferencias en las ejecutorias y trayectorias de los tres.

Para empezar, la gente suele creer que fueron los autores de la transformación de Bogotá, lo cual es una leyenda urbana. En realidad, El “Milagro” en la capital empezó con Jaime Castro y el decreto 1421 que reorganizó administrativa y políticamente la ciudad, sacó a los concejales de las juntas directivas de las empresas y puso fin a esas formas de cogobierno y corrupción. También fue la administración Castro la que reorganizó las finanzas de la ciudad y dejó sentadas las bases de la descentralización.

Por cierto, ninguno de los tres culminó ese proceso que, atendiendo el mandato de la Constitución, quiso acercar la administración a los ciudadanos, generando nuevas formas de participación que incluían la ejecución y el control del presupuesto por parte de organizaciones ciudadanas, de vecinos etc. y las mismas Juntas Administradoras Locales.

Son indudables los logros de Peñalosa en materia de transporte o los de Mockus al identificar aspectos culturales en la transformación de la ciudad, pero no puede decirse lo mismo de Garzón quien como candidato prometió no grabar a los ciudadanos con más impuestos y al final se le contabilizaron ocho nuevos tributos; convirtió la actualización de los avalúos en una pesadilla en que la ciudad perdió millones y en cuya administración la movilidad se inmovilizó por cuenta de los intereses de transportadores que financiaron su campaña, según lo reconoció en su momento el mismo Carlos Gaviria.

En cuanto a principios, cuesta entender las aproximaciones que puedan existir entre un Peñalosa pragmático y amigo de la privatización, un Garzón populista y antes (¿) comunista, y entre los dos y un matemático experto en semiótica e imagen, dedicado a la gestión pública, aquella que se dedica fundamentalmente a resolver problemas no estructurados, es decir, no susceptibles de ser modelados matemáticamente.

Desde el punto de vista político, debemos esperar los resultados de esta coincidencia que ha unido a un Mockus antes aliado de Nohemí Sanín y un Peñalosa que se ha jugado por una independencia que le permite entrar y salir del Liberalismo a conveniencia, con un Garzón que se retiró del Polo para no competir con Carlos Gaviria. Es posible que reclamen en su momento un espacio en una eventual coalición anti Uribista o esperen un poco a ver qué pasa con la reelección, lo que justificaría su actual “centro”. Sus antecedentes permiten esperar cualquier cosa.

La apuesta del Partido Verde trata de representar sectores urbanos que buscan nuevas formas de expresión política. Sin embargo queda la duda de lo que tendrá para proponer a los sectores no urbanos fuertemente impactados por las consecuencias del narcotráfico y necesidades bien diferentes a las de movilidad y cultura en que parecen expertos Peñalosa y Mockus.

Pero la pregunta de fondo es: ¿Hasta dónde aguantaran unidos estos egos tan grandes que no caben en ningún Partido? Y, por otra parte ¿seguirá verde, qué lo está, o madurará hasta pasarse prematuramente? Amanecerá y veremos.

domingo, 4 de octubre de 2009

Oposición judicial a la voluntad popular en Colombia?


Por: Luis Carvajal Basto
Los resultados de las consultas del pasado 27, así como los de la encuesta publicada el 2 de Octubre, explican por qué, a falta de votos, quienes quieren reemplazar a Uribe concentran su estrategia en impedimentos e interpretaciones de la Constitución y la Ley. ¿Es una forma de hacer “trampa” a la voluntad popular?

Si la política se hiciera con el deseo y no con la opinión, tendríamos muchos Presidentes simultáneamente. O guerras. En Democracia, los conflictos de intereses se saldan con la decisión de las mayorías: la soberanía popular.

No tenemos antecedentes de una segunda reelección, pero tampoco se había observado tanta pobreza de propuestas e ideas en un debate Presidencial. La razón es más bien simple: sectores de la oposición consideran que su voluntad es suficiente para que Uribe no se Presente, aunque las mayorías piensen otra cosa, sin que medie una propuesta o candidato que les convenzan que van a vivir mejor.

Los resultados de las consultas son abrumadores, sobre todo para quienes argumentan que las encuestas en que pierden son manipuladas. Participó tan solo el 5%del censo electoral. Tratándose de una consulta en que definía intereses solo la oposición, no faltaron quienes solicitaron que a un costo tan alto, 57000 millones, los partidos busquen formas menos costosas de resolver sus diferencias internas.

Al votarse en completa Libertad nadie puede argumentar que lo de Colombia es una dictadura. Ni siquiera Petro, quien descalificó en el pasado nuestra democracia en diferentes foros internacionales y ahora resulta “favorecido” al ganar la disputa en su partido. La moderación de sus cuestionamientos a la Seguridad democrática le concedió votos de opinión que no tenía.

En el Liberalismo oficial, son pocas las cosas que se pueden concluir: Que quienes creían que una votación tan baja como la de Serpa en 2006 no podría empeorar se equivocaron; que el regionalismo paisa es superior al costeño (Aníbal Gaviria obtuvo el 50% de sus votos allí mientras Cecilia López no pudo hacer lo mismo en la costa) y que el partido oficial sigue equivocado en su interpretación del país y peleado con la opinión. Nada nuevo.

Olvidaron los actuales dirigentes Liberales que el uso de la autoridad para garantizar la Libertades es, en su origen, esencialmente democrático y que en los albores del Liberalismo Colombiano fue Bolívar, uno de los fundadores del partido Liberal y no del Conservador como habitualmente se dice, quien enarboló esa bandera. Centró, como el polo, su estrategia en denostar de Uribe y en lugar de “conquistar” el favor de la opinión se dedicó a buscar argumentos jurídicos para impedir otra reelección. Frente al país, nada que mereciera reconocimiento de la ciudadanía.

Como complemento de las consultas la encuesta de Napoleón Franco mantiene la línea de otras: Uribe con un 63% sería el candidato más votado. Las novedades son que ahora le sigue Petro, con un 8%; que empieza a desaparecer el ambivalente Fajardo y que quienes se consideran Liberales apoyan con un 62% el referendo, lo cual explica de paso el fracaso en la consulta y la estrategia del Partido.

El gran ganador de la encuesta y de las consultas es Uribe y debería darse, por fin, en el Liberalismo un debate a fondo sobre lo ocurrido. La política de distanciar y excluir a quienes piensan distinto, iniciada en la dirección de Horacio Serpa, debe dar paso a una en que se exprese el Liberalismo de a pie, el que no votó el 27.

Es de esperar que la Corte Constitucional, al hacer un balance de los asuntos de forma y fondo del referendo que solicitaron millones de colombianos, tenga en cuenta los resultados de estas consultas y encuestas, termómetros insustituibles de la realidad política.