lunes, 29 de julio de 2013

Dificultades de la Paz

Dificultades de la Paz

Por: Luis Carvajal Basto

Un enfoque político revela que siempre serán muchas y siempre deben ser superadas. Pero los consensos podrían buscarse antes y no después de unos acuerdos que se van a encontrar a un país dividido.

Mientras el  país se pregunta cosas como cuanto de Justicia debe sacrificarse para conseguir la Paz o cuanto de Constitución debe modificarse, y no al contrario, o la efectividad y aplicabilidad de Leyes como la de víctimas o Justicia y Paz etc., las respuestas de los dirigentes políticos están y estarán, inevitablemente, condicionadas por el próximo debate presidencial. El verdadero desafío que tenemos  los colombianos consiste en evitar que la paz sea reducida a un insumo de las elecciones aunque no se pueda lograr sin ellas. ¿Es eso posible?
Resulta tan difícil como inútil establecer en que momento la discusión sobre la Paz se “politizó”. ¿Es la advertencia de impunidad un principio de justicia o un argumento de política electoral? Quienes lo afirman, olvidan que el anuncio de los diálogos, por sí mismo, dio otra cara a un gobierno que venía de fracasar en la reforma educativa y de Justicia y perdía, aceleradamente, popularidad. Desde ese punto de vista fue una jugada maestra que transformó el escenario político, aunque, nadie puede dudarlo, recogía y recoge el sentir de la inmensa mayoría de los colombianos.
El  marco legal para la paz es una herramienta para conseguirla. Parece extraño que, a estas alturas, se pregunten cosas como si la Paz debe adaptarse a la Constitución o esta debe ser reformada para lograrla. La Ley condiciona el funcionamiento de las sociedades pero su sola existencia es una consecuencia de los hechos que producen los hombres. No es rígida y tampoco puede ser ajena a las circunstancias históricas.
Para el Congreso el trámite del acto legislativo fue correcto siendo ese un argumento indispensable pero no suficiente como para pensar que debe pasar “derecho”, tal como salió de allí, por la Corte. No se trata de los aspectos formales sino de los de fondo, incluida política, politiquería y los puntos de vista de organismos internacionales que son jugadores de considerable peso, en la perspectiva de la justicia transicional o excepcional. Los criterios expresados la semana anterior confirman que la discusión no se agotó en el congreso y sobrevive un mar de ambigüedad e intereses encontrados que se puede, fácilmente, observar en los foros y las discusiones mediáticas. El país sigue dividido y no se trata de la conveniencia de la Paz sino de un hecho real.
El debate  abierto en la Corte Constitucional  es una discusión política y no, esencialmente, jurídica, como lo será la decisión de la Corte que, sin embargo, debe incorporar en ella y otorgarle un sentido de Estado, más allá de los intereses sectoriales o partidistas. Mejor dicho:  debe buscar los consensos que de otra manera no se han logrado, en armonía con  los intereses de todos , incluidos los que no participan en política electoral o no están suficientemente representados en el Congreso pero tienen una voz que debe ser escuchada. Entre otras cosas, porque de eso se trata la Paz. No solo de las victimas sino de la parte importante de colombianos que manifiestan su desacuerdo, hasta ahora, con unos arreglos que, como es natural, desconocemos todos, por la sencilla razón de que no existen.
A la Corte no ha llegado el asunto tan “procesado” como debiera como para que su actuación se reduzca al estudio de formalidades. Seguramente la razón más importante sea que las diferentes fuerzas políticas no han estado adecuadamente representadas en el congreso, observándose fácilmente que son, o pueden ser, un factor de distorsión en contrario. Si ello ha sido resultado de las vicisitudes de la política poco importa ahora y lo verdaderamente trascendente son las consecuencias futuras, con acuerdos o sin ellos. El respeto a lo que se acuerde y su perdurabilidad.
A estas alturas no sabemos si el presidente se postulará a su reelección, en cuyo caso tiene altas probabilidades de triunfar, dicen hasta ahora las encuestas. El proceso de Paz, sin embargo, debe situarse por encima de esa “posibilidad” tratándose de un tema de Estado y sobre el que deberían existir unos consensos mínimos, al menos entre las fuerzas políticas. Hoy por hoy, sin conocerse acuerdos concretos, es cuestionado desde sectores de lo que se ha llamado “izquierda”  hasta una “derecha”, que tendrán votaciones importantes en 2014.La refrendación popular de los eventuales acuerdos va a coincidir con las elecciones presidenciales y las de congreso, otorgándoles su “contenido”.
Por eso es tan importante la decisión de la Corte en la dirección de superar la división que hoy existe entre los colombianos. Encontrar la verdadera Paz y mantenerla no es, “solamente”, un asunto de política electoral. ¿Después de la Paz con las FARC, necesitaremos otra con quienes hoy la vetan? ¿Un plebiscito será suficiente para superar la polarización?¿En verdad todo se juega en La Habana?
@herejesyluis

lunes, 22 de julio de 2013

Buenos muchachos ( La reacción del gobierno)

Buenos muchachos (La reacción del gobierno)

Por: Luis Carvajal Basto

El último tramo de los gobiernos, en todas partes, es siempre el más difícil. Estamos viendo en Colombia que con reelección en el horizonte, puede serlo más. ¿Han respondido los ministros al desafío?

La convergencia de paros, como el del Catatumbo, y el anuncio de otros, coinciden con el periodo preelectoral, la eventual reelección del Presidente y  los diálogos en la Habana. También, con las manifestaciones, lamentablemente violentas, de sectores que no han encontrado otra forma de expresarse dentro del sistema político.
Alguien dijo que hombres y gobiernos no existimos en el periodo que escogemos si no en el que nos corresponde vivir. No vale quejarse. El gobierno parece sorprendido por los paros en desarrollo y los que se anuncian. Por sectores que reclaman. ¿Es suficiente denunciar que son reductos de las FARC, políticos en campaña, oportunistas o criminales? Pareciera que las respuestas del gobierno no son estructuradas e institucionales si no esperanzadas en personas de quienes esperamos capacidades excepcionales o mágicas, un poco  extrañas en este periodo de gran impacto tecnológico, también para la ciencia de gobernar.
El Catatumbo  puso a prueba a  los Garzón que debieron regresar por donde fueron. Ni hablar del papelón que en todo esto ha hecho el  ministro del interior quien considera que su trabajo, en circunstancias como estas, es recordarnos la Constitución a través de los medios o hacer denuncias en lugar de anticiparse, consensuar y, en últimas, liderar el ejercicio de la autoridad. ¿Será que el ministro de la política considera que esta solo se reduce al congreso, lugar donde, por cierto, no ha sido puesto a prueba?
No es  sorpresiva la explosión de tantos intereses que encuentran este momento como el mejor para sus actividades de “pesca”: presión a los diálogos; mayor tajada en los subsidios del Estado; oposición política; obtención de licencias ambientales y, faltaba más, justos reclamos de comunidades que, a pesar de los titulares, no tienen vías, ni servicios básicos, ni trabajo formal, ni prestaciones sociales haciendo, otra vez, evidente la existencia de dos países: el formal y el real.
¿Sorpresa?: los partidos, encargados de relacionar las demandas de la sociedad con el Estado, se han convertido en fortines casi exclusivamente parlamentarios. La política entendida así deja por fuera del sistema a sectores que buscan maneras de expresarse. Es una de las deudas que los colombianos y, sobretodo, los políticos tienen con la participación consagrada en la Constitución.
Lo que  sorprende es la actuación “inocente” y muchas veces descoordinada  de algunos miembros del equipo de gobierno, comenzando por el de Hacienda quien  ante los primeros anuncios de más paros dijo que el gobierno tenía “listos los recursos que se necesiten”. Cualquiera podría interpretar eso como una señal de debilidad o una  oportunidad ante la cual conviene extender la red. Viene subienda, dirían los pescadores del Magdalena.
El ministro de comercio, en un momento en que diferentes sectores, como el de calzado, sienten la presión de  competencia desleal que genera cierre de pequeñas y medianas empresas y el despido de trabajadores, declara  que todavía le faltan tres tratados comerciales, uno de ellos con Japón. Los autopartistas deben estar pensando su reacción. El ministro, orgulloso de cumplir las propuestas fijadas hace tres años, periodo en que han pasado tantas cosas en Colombia y el mundo, no parece  “conectado” con las circunstancias del país ni interesado en los problemas que en este momento  atienden sus compañeros de gabinete.
No hace falta experiencia y un curso de alto gobierno para saber que cerca de las avispas no convienen alborotos. Por verse los resultados de la reforma a la salud resulta extraña como innecesaria  la polémica abierta por el ministro de salud con Juan Gossain por su justificada denuncia según la cual muchos medicamentos son más costosos en Colombia que en cualquier lugar del mundo, incluidos países de más altos niveles de ingreso. Mucho menos, su respuesta según la cual ese ministerio “ya había expedido una resolución”. Podría añadirse, una Constitución e incontables Leyes que, desafortunadamente, no se cumplen y sirven para ilustrar las diferencias entre un país formal, al que parece representar el ministro, y otro real al que pertenecemos todos, sintiéndonos  bien representados por Juan, a pesar de su “ignorancia”.
Tanto como la competencia técnica es importante en el desempeño del gobierno la experticia política y el sentido común: anticiparse y prever escenarios es siempre mejor que hacer el papel de bombero perezoso, apenas reaccionando. Para el gobierno, el proceso de Paz no sirve como disculpa. Debería ser, por el contrario, el mejor motivo para mantener encendidas las alarmas. Lo que a nadie le cabe en la cabeza es que se promuevan, desde el mismo cuartel de bomberos, más incendios, aunque sea de manera involuntaria, falta de experiencia o  “descuido”.