lunes, 26 de diciembre de 2011

Colombia Cogobierno


¿Se puede gobernar?

Por: Luis Carvajal Basto

La decisión de la Corte Constitucional, que deja sin efecto la licitación para la recolección de basuras en Bogotá, pone sobre la mesa el debate sobre el cogobierno de los jueces.

Reviviendo una controversia que mereció un fallo de la misma corte, con ponencia del entonces magistrado Vladimiro Naranjo, según el cual los jueces deben consultar la realidad para no incurrir en cogobierno, la Corte decidió que la licitación no se ajusta a la Constitución, generando que, de hecho, se deba prorrogar nuevamente el contrato millonario con los actuales prestatarios del servicio de recolección de basuras. Si eso no es cogobierno, debemos decir que, en la práctica, se parece mucho.
En el pasado, atendiendo criterios similares, muchos miembros del ejecutivo, por toda la geografía nacional, fueron sancionados por no cumplir el mandato de los jueces en circunstancias en que resultaba económica o físicamente imposible hacerlo. Pareciera que veinte años de vigencia de nuestra Constitución no han sido suficientes para los ajustes que supone una carta garantista inspirada en las Constituciones europeas. En situaciones excepcionales se nota más el efecto de los contrapesos del sistema político, siendo este un asunto propio de las democracias en todas partes.
Precisamente a esta cuestión se ha referido recientemente Francis Fukuyama, un teórico contemporáneo que lidia con el tema de la democracia en plena globalización, quien ha recordado que “Un bien diseñado sistema político democrático debe atenuar el desacuerdo social subyacente y permitir a la sociedad llegar a un consenso sobre cuestiones importantes. Hay un montón de pruebas, sin embargo,  de que el sistema político de EE.UU. hace exactamente lo contrario: En realidad, aumenta y agrava los conflictos subyacentes, y  hace la toma de decisiones consensuadas más difícil”. Cualquier coincidencia, con lo que ocurre en Colombia, es puro parecido. Añade Fukuyama, que “Las razones están profundamente arraigadas en la Constitución. Los estadounidenses con razón se enorgullecen de su sistema de frenos y contrapesos, que se adaptaron deliberadamente para limitar el poder del gobierno central. A pesar de la aparición de un poder ejecutivo fuerte implícita en un sistema presidencial, hay muy pocos temas en los que un presidente estadounidense puede actuar por su propia autoridad. El Presidente debe compartir el poder con dos cámaras del Congreso, el poder judicial y una estructura de varios niveles del gobierno estatal y local”.
Estas reflexiones nos llevan a pensar que las razones de nuestros “desajustes” tienen que ver con el paso de una Constitución excesivamente presidencialista a una marcadamente participativa y garantista en que los derechos ciudadanos deben tener preeminencia, sin olvidar que la supervivencia de ellos depende de que el ejecutivo, quien los hace efectivos en últimas, pueda funcionar.
En Colombia la Constitución ha debido adaptarse, a veces inerme, al embate excepcional de narcotráfico y  violencia, mientras que para muchos es como si el país se hubiera detenido en 1991, el cual, en realidad, fue el momento en que esos factores de distorsión apenas mostraban su rostro. Después, hemos visto desfilar por las cárceles autoridades que no cumplen fallos de tutela y para nadie es un secreto, aunque poco se hable de ello, que muchos presupuestos municipales y departamentales, se repartieron entre los actores del conflicto y las mafias , desvirtuando, en la práctica, los preceptos Constitucionales de descentralización y participación, quedando la sensación de que las normas habitan una esfera diferente a la del país de carne y hueso, en que otras “normas” y “justicia” se aplicaban, sin que nuestro sistema judicial se diera por notificado.
La intransigencia de sectores de la rama judicial a identificar  nuevas realidades, se expresa nuevamente con la resistencia al cambio que supone la necesaria reforma a la Justicia que se debate en el congreso. La congestión judicial hace tambalear al sistema político y ello, por si solo, amerita medidas  e interpretaciones menos exegéticas de nuestras normas. De menor importancia, por ahora, es el debate sobre unos privilegios difíciles de explicar, sostener y mantener, así como la inocultable politización de una rama judicial que parece renuente a transar en el escenario natural en  democracia, que es el propio Congreso, dando cuando menos , mal ejemplo y sentando un precedente difícil de explicar.
En medio de entornos como el nuestro nadie puede asumir que los gobiernos deban cumplir bien su función con pecado y sin género, mientras  para sectores de la rama judicial nada, que justifique una reforma, ocurre. Algunos vetos reiterados parecen cogobierno ¿A quién conviene, en estas circunstancias, tal inmovilismo? No parece un problema de  teoría del Estado ni del sistema de contrapesos sino uno acerca de la preeminencia del interés general sobre el particular, consensos, tiempos, eficiencia y sentido común.

domingo, 18 de diciembre de 2011

2011: Sorpresas en la Globalización


2011: Sorpresas en la Globalización

Por: Luis Carvajal Basto

Hasta la crisis financiera en 2007-2008, pocos imaginaban las cosas que vivimos en este 2011. No todas, ni tan, negativas para los colombianos, contrariando pronósticos con sesgo.

Los procesos de apertura económica en los noventa fueron cuestionados, a veces con aliento fundamentalista a ultranza, casi tanto como la intervención excesiva y, a veces, desbordada de los estados en el auge de gobiernos dictatoriales o populistas. Pero economía y sociedades han tomado un rumbo no suficientemente esclarecido y sin embargo tan espontaneo e imprevisto como para sorprendernos.
Hoy vemos que la globalización ha supuesto nuevas formas de especialización y participación de los países en la división internacional del trabajo. Como consecuencia de ello, China es el más grande acreedor y su locomotora crece a tasas, hasta hace poco, soñadas. El bajo precio de sus productos ha generado que el mundo se inunde con sus mercancías. De manera paralela Rusia, Brasil e India han conseguido parte importante de los mercados, tanto como para que el concepto Bric¨s se escuche cada vez más y la presidenta Rousseff ofrezca ayuda a Europa para salir de la crisis. Algunos países emergentes están dejando de serlo.
Simultáneamente se empieza a hablar del concepto Civets, para referirse a los países con un pronóstico de buen futuro. Se refiere a Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, ahora en problemas, Turquía y Sudáfrica. Aparecemos, en la perspectiva global, como una posibilidad interesante y no solo como un país de narcos y violentos. No depende solo de nosotros, pero estamos en la lista de países con posibilidades de emerger de estancamiento y pobreza.
Grandes empresas han trasladado sus producciones a aquellos lugares en que encuentran mayor competitividad .Como consecuencia de ello muchos ciudadanos en los países del primer mundo han perdido sus empleos y sus gobiernos no recaudan lo suficiente para sostener sus niveles de gastos. Pero el asunto no se refiere solamente a Grecia, Italia, España o Portugal. En Estados Unidos, la semana anterior terminó con un acuerdo bipartidista en el congreso para impedir el “cierre” del gobierno más poderoso del mundo. Las cuentas, los ingresos y gastos del gobierno, siguen sin cuadrar.
En un escenario en que competitividad es prerrequisito de empleos, han cobrado fuerza nuevos actores que, a semejanza de falsos guardianes de la moral en el pasado, absuelven y condenan; dictaminan sobre el futuro de gobiernos, empresas y países: son las firmas calificadoras de riesgo que tienen la capacidad de vetar la inversión, el empleo y manipular las tasas de interés sin dar mayores explicaciones. La semana anterior lo han hecho con importantes bancos europeos, pero este año lo hicieron con los Estados Unidos, por ejemplo, como lo destaca el ex Presidente Ernesto Samper en un artículo recientemente publicado. Vale recordar que esas mismas firmas no atisbaron la burbuja inmobiliaria que está en el origen de la crisis actual.
Si las circunstancias, o quienquiera que sea, han llevado al descrédito, a veces con razón por la mala política, de las instituciones de gobierno, en la globalización corresponde defenderles frente a la barbarie y el canibalismo de los que seguimos dando muestras. Cuando parecía un debate superado el de la necesidad de la intervención del Estado, superando las limitaciones de la mano invisible, en este 2011 han reaparecido con fuerza quienes consideran que los mercados se regulan a sí mismos, dejando al garete el interés público y la preocupación por la redistribución del ingreso y el bienestar común. ¿Alguien considera que la humanidad puede subsistir con gobiernos postrados o lo que es peor, llevando las cosas al extremo, sin ellos?
En este sorpresivo 2011, para los colombianos hay, sin embargo, lugar para el optimismo: con la confianza, se mantienen los flujos de inversión nacional y extranjera, el alza concertada del salario mínimo es un buen augurio y también lo son las cifras de desempleo a la baja, las buenas expectativas de crecimiento y el control de la inflación. Si comparamos con las malas de hace apenas unos años, vale reconocer que las sorpresas, en la globalización, también han sido positivas: el país está en tránsito a convertirse en una.
Posdata: 2011 ha sido el año de las siete plagas en Bogotá: Corrupción rampante y obras inconclusas, inundaciones en barrios recién construidos, vías y terrenos que se hunden, con responsabilidad de autoridades o constructores, los dos últimos contralores destituidos , 300.000 votos en blanco en las últimas elecciones de concejo, pero ¿alguien recuerda jaurías de perros en la ciudad asesinando personas como ocurrió la semana anterior sin que alguien se inmute, en el colmo de la insensibilidad? Frente a todo esto ¿Qué acciones, efectivas, ha tomado un personero cuestionado, y descarado, según se dice, con ganas de reelegirse?

lunes, 12 de diciembre de 2011

Bogotá: patas arriba



Por: Luis Carvajal Basto

No todo es responsabilidad del invierno. ¿Peajes urbanos? Como están las cosas deberían indemnizar a los conductores.

Los siete millones y medio de bogotanos no disfrutamos la ciudad. Por estos días, más bien, la padecemos. Malvivimos entre trancones, inundaciones y las inexplicables declaraciones del alcalde electo.
El trancón nos roba el tiempo a todos. Nos pone a pensar en lo que será la ciudad al levantarse el pico y placa, sin que cambien otras condiciones,  tal y como se empezó con el transporte público, en una medida incomprensible, si se tiene en cuenta que todos los estudios demuestran  un exceso de oferta. ¿Alguien quiere prolongar en el tiempo la absurda paradoja de nuestras precarias vías atestadas de buses semivacíos? Es inadmisible que después de tantas declaraciones de funcionarios en temas de movilidad, perdamos más tiempo trasladándonos, por ejemplo, de Bosa a Unicentro que de Bogotá a Tunja o Villavicencio. ¿Calidad de vida? La gente que vive en el sur y trabaja en el centro o el norte pasa  3 y4 horas al día apretujada en un bus. Multipliquemos.

El tráfico se ha enloquecido y transcurre entre obras inconclusas, vías inundadas o derrumbes, como en la circunvalar, y trancón. En este punto al alcalde Petro solo se le ha ocurrido sugerir peajes en las zonas “más congestionadas”, es decir, casi toda la ciudad ¿Será que ninguno de sus asesores, que conozca el asunto, le ha recordado el atraso en el proceso de chatarrización o la necesidad apremiante de construir más vías, tapar los huecos y reorganizar el tráfico? Con un poco de sentido común y justicia, a los conductores y a los ciudadanos deberían, más bien, indemnizarlos por el tiempo que pierden. Un estudio reciente del Banco de la República pone en evidencia los altos costos para los propietarios de vehículos por tenerlos inmovilizados, lo cual es, de hecho, un “castigo” suficiente. ¿Y los impuestos y seguros que se pagan como si circularan todos los días?

En esta ola invernal hemos observado que, a diferencia de otras, las inundaciones han afectado no solamente  al sur oriente, cuyas quebradas tradicionalmente se han desbordado, o a los barrios que en Bosa se encuentran por debajo de los niveles del rio: al revelarse que con los actuales niveles de lluvias la ciudad no tiene suficientes desagües, nos hemos acordado tarde de los dragados. Quisiéramos alcaldes que se anticipen y no solo que reaccionen ante eventos en gran parte  mitigables y previsibles.

La trágica novedad, en esta inundación, ha sido la afectación de urbanizaciones y barrios, recientemente edificados, en la zona de Kennedy y el Tintal. Alguna responsabilidad deben tener quienes les construyeron y las autoridades que expidieron las licencias. Es el mismo sector en que ha puesto sus ojos y desarrollado actividades Metro vivienda. ¿Nunca calcularon que se podría inundar? ¿Qué hicieron al respecto?

A días de su posesión, se esperaría del alcalde electo que ejerciera su liderazgo en este difícil episodio, en lugar de ventilar procesos administrativos por decidir, como en el caso de la fusión de empresas distritales, lo que ha generado un desplome de sus valores en bolsa que terminarán pagando los bogotanos. Más liderazgo y consensos y menos debates sin sentido de  oportunidad, que corresponden más a un candidato que a un gobernante solidario y eficiente. En una emergencia como la que tenemos no sirve de nada el retrovisor. Puede preguntarlo a los 50.000 damnificados. Hay momentos.

lunes, 5 de diciembre de 2011

2011: La democracia en problemas



Por: Luis Carvajal Basto

Luego de 200 años, el régimen político asociado a la sociedad contemporánea y al capitalismo afronta una gran crisis. Pero no ha sido su principal responsable el fantasma del comunismo, como lo pronosticara Carlos Marx, ni las dictaduras que en su nombre florecieron en el amanecer del siglo 20, el fascismo e incluso el terrorismo los responsables de ella: la globalización pareciera no encontrar respuestas en los Estados Nación y a los ciudadanos parece no alcanzarles, en un mundo interconectado, la intermediación de los partidos ni la igualdad política.

Un inventario de los asuntos relevantes en este 2011 muestra que podría caracterizarse como el año de la crisis de los gobiernos. Una que comenzó en los países Árabes, reclamando apertura política, pero se reveló con más fuerza en el mundo occidental a medida que han venido pasando los meses.
En Estados Unidos, el gobierno debió realizar un gran esfuerzo para superar las consecuencias de la crisis de la burbuja que generó una inmensa desconfianza, primero en el sistema financiero y luego en la economía. El déficit fiscal en ese país se ha visto aumentado por los gastos de las guerras en Afganistán e Irak, lo que ha propiciado un debate acerca de si son suficientes para mantener al gobierno los impuestos que pagan los norteamericanos más ricos, como lo proponen Paul Krugman, J. Stiglitz, Warren Buffett y cía. o si, por el contrario, son demasiados los gastos en que el gobierno incurre, como lo plantean los ultra conservadores que de manera increíble proponen reducir el gasto público para salir de la recesión que, probablemente, se viene.

Otro tanto ocurre en Europa, donde la crisis de los gobiernos se ha observado  como la del Estado de bienestar. Grecia, España y Portugal podrían caber en esa generalización. Pero lo de Italia, donde cayó el gobierno de Berlusconi, y Francia donde todo parece indicar que relevarán a Sarkozy, hace evidente que la crisis no está asociada, de manera exclusiva, a criterios ideológicos o políticos partidistas. La crisis de los gobiernos ha tocado al mismo proceso de unidad Europea y al euro.

Sin embargo, en una y otra parte, su problema más complejo son los altos índices de desempleo ante el cual los gobiernos en déficit se quedan sin capacidad de respuesta o gasto  público, siguiendo la receta Keynesiana. En muchos países las reglas fiscales, elevadas a normas Constitucionales, les amarran las manos o, como en Estados Unidos, le restan autonomía al ejecutivo dejando las decisiones más importantes  “expuestas” al congreso o a los intríngulis y apetitos encontrados de la política interna. Francis Fukuyama, por ejemplo, ha “reaparecido”, para referirse a este asunto.

El problema del desempleo, tanto en Europa como en Estados Unidos, pareciera estar más vinculado a la globalización que ha desplazado inversión y plantas productivas a países en que la productividad es alta y las normas ambientales y los salarios bajos. Frente a ella, son escazas las herramientas de que disponen los gobiernos nacionales, tal como parecen entenderlo analistas como Moisés Naim, quien ha descrito este momento como el indicado para globalizar la política y localizar la economía.

En un escenario así, el surgimiento de un movimiento de indignados que  ocupa los parques en Madrid o Wall Street, difícilmente alcanzará un carácter global: su frustración no es comparable con la  situación de los trabajadores chinos, brasileros o mexicanos que, sin ser excepcional, han accedido a un empleo gracias a las características de la globalización, la misma que los ha quitado en otras latitudes.

Pero, aparte de los temas económicos y la crisis de los gobiernos, existen tres factores que caracterizan el momento complejo del régimen político. Ellos son la independencia de la globalización sobre la política interna, el divorcio entre partidos y nuevos movimientos sociales y el efecto de las nuevas tecnologías en las formas de representación y expresión política.

Quizá uno de los criterios más precisos para describir lo que ocurre,  ha corrido por cuenta de J. Habermas  quien, ha dicho que  "la democracia en un país ya no es capaz de defenderse de un capitalismo frenético, que traspasa las fronteras nacionales”, siendo también responsable de definir el estado de cosas del liderazgo y los partidos al referirse a ellos como  que  “Tienen miedo de no conseguir una mayoría y perder el poder. .”. Esta descripción explicaría las razones de la sinrazón o el desinterés de los políticos por los asuntos globales, estando ocupados, como lo están, en resolver la manera de acceder a los presupuestos públicos ganando elecciones nacionales.

Pero si los partidos en el mundo observan casi con indiferencia o sorpresa  a los movimientos ciudadanos emergentes, estos, gracias a las redes, tampoco les han requerido para ser convocados suprimiendo, por ahora, para  expresar una idea o construirla, su intermediación, esencia del régimen político. Como consecuencia de ello un sector importante de la sociedad,  núcleos grandes de ciudadanos, pueden convocarse, declararse o estar en asamblea general sin más prerrequisito que su acceso a las redes ¿democracia directa? La novedad de los movimientos de ocupas e indignados no se encuentra en sus efímeras o gaseosas propuestas, sino precisamente allí, constituyendo, también, otro desafío, inédito, para la democracia.

Las limitaciones del concepto de “ciudadano”, han generado en los últimos años el ascenso del criterio de subjetividad jurídica, el cual ha estado limitado, hasta ahora, al mundo del derecho. Sin embargo esas nuevas expresiones de grupos  ciudadanos  tienen claramente una connotación política, económica o social que le supera. Ejemplos de ella son, en nuestra sociedad, categorías como Jóvenes, Madres cabeza de familia, desplazados, desempleados y otros que encuentran límites en los derechos ciudadanos  formales.

Esas expresiones  políticas, insuficientemente regladas, han buscado un desfogue dentro del sistema en la forma de movimientos ciudadanos generando, fundamentalmente en grandes ciudades, pero también en países, gobiernos que, en ausencia de partidos fuertes, no asumen responsabilidades. Es un caso común en esta época y cobija a grupos disímiles como el partido de la Libertad de Berlusconi o a nuestros trashumantes líderes de movimientos “cívicos”, convertidos en gobernantes, que, pasado breves periodos de tiempo, desaparecen como formaciones políticas.

Nadie puede dudar que la democracia, en el mundo, se encuentre en un periodo de transición en que tenemos más preguntas que respuestas. Tal y como están las cosas, las decisiones las seguirán tomando, casi de la misma manera que en el pasado, quienes ganan las elecciones y acceden a los presupuestos ¿Por cuánto tiempo si se mantiene su aislamiento y una venda en los ojos frente a las nuevas realidades políticas?

lunes, 28 de noviembre de 2011

Después de las marchas estudiantiles



Por: Luis Carvajal Basto

¿Por qué es necesaria una reforma al marco legal de la educación superior?

El tema de escasez de recursos, objeto de estudio de la economía, se ha situado en el centro de la discusión en el proceso de reforma, lo que es natural si tenemos en cuenta que dos tercios de la población en edad de estudiar están por fuera del sistema, convirtiendo, de alguna manera, a los estudiantes en marchantes “privilegiados”.
La discusión ha sido propicia para cuestionar matices del gasto público, como la parte de ingresos que gastamos en combatir el narcotráfico y el conflicto interno y replantearnos si está llegando el momento de transferir algunos puntos del PIB, dedicados a otros menesteres, al sector educativo. Es lo que dicen muchas pancartas que portan los estudiantes que  recuerdan como se ha abierto  una caja de pandora,  con limitaciones y  sesgos ideológicos o políticos,  que a nadie deben extrañar.
No hemos visto pancartas condenando la evasión o  pidiendo la modernización del sistema de impuestos, que es de donde salen los recursos y, muy pocas, la corrupción o las maneras en que se los roban. Vale reconocer que en estos casos, la iniciativa ha sido toda del gobierno, preocupado legítimamente porque la plata no alcanza.
Por estar centrados en el tema de recursos, hemos dejado de lado otros importantes, como que la educación superior no es una isla con respecto a la sociedad, el mundo y el mismo sistema educativo.
Llama la atención que, en el discurso de los estudiantes, se escuchen pocas reflexiones acerca de la manera en que el sistema debe recoger los cambios tecnológicos, situándose, por el contrario, muchas veces en contravía, al menospreciar la formación técnica y tecnológica e ignorar y descartar, casi por principio, la incorporación de nuevas tecnologías que maximizan los recursos   y permiten acceder, en tiempo real, a lo último del conocimiento , a su difusión y aprendizaje de forma sencilla , económica y, a veces, lúdica.
Un concepto “revolucionario”, sin duda es la masificación de internet o el derecho de todos los ciudadanos a su acceso. No deberían, por ejemplo, concederse  nuevas licencias de construcción, si no se  garantiza el acceso a la red. Extrañamos pancartas.
La incorporación de nuevas tecnologías reduce los tiempos para fortalecer áreas como matemáticas y bilingüismo, existiendo estudios en profundidad que confirman su rendimiento por encima y complementando actividades presenciales, lo cual permite potenciar  la infraestructura educativa. Estos criterios son ciertos y útiles para los estudiantes, siéndolo también para la capacitación de docentes. Podría ser un punto de partida para consensuar cualquier reforma.
La modernización del marco legal de la educación superior es una necesidad, si se observa solamente desde el punto de vista de la agregación de nuevas tecnologías y la manera en que la sociedad, las unidades productivas  y las formas de acceder al conocimiento se han transformado.
Una mirada al concepto de calidad nos confronta de nuevo con la realidad y el rumbo de la sociedad, sin descartar el problema grave de cobertura que tenemos. Son sinónimo de calidad laboratorios, prácticas, currículos adecuados, buenos salarios  y alta  formación de  docentes,  intercambios  etc. Pero también los son, pertinencia y perfiles profesionales. En esa dirección, los gremios, sindicatos y  asociaciones científicas pueden incorporarse mejor al sistema educativo. Su participación debe reglarse ¿Será privatización?
La quimera del emprendimiento tiene límites y luego de años de esfuerzo de las familias no podemos continuar ofreciendo como realización  profesional apenas expectativas o desempleo. Un salario mínimo profesional real garantizado es un reclamo apenas legítimo que debe incorporarse en una reforma educativa. También, sin menoscabo de la autonomía universitaria,  reglas  actualizadas, mejor  remuneración y  condiciones de trabajo dignas para los docentes universitarios, en centros públicos y privados, que deben estandarizarse y reglarse mediante Ley. A trabajo igual, salario igual. 
Una vez abierta esta “caja de los truenos” en que se ha convertido el proyecto de reforma a la educación superior, lo que sigue, sin perjuicio de las marchas estudiantiles que, debemos reconocer, han sido menos violentas, más divertidas y, publicitariamente, más productivas, es la reglamentación y mecanismos para consensuar  lo que sea posible  sacando  adelante una reforma indispensable.
Los estudiantes han logrado atraer la atención pero estamos en la hora de escuchar sus propuestas en positivo, ojalá  inteligentes, realizables, creativas y receptivas. Estamos, justamente, en el momento en que marchar no es suficiente.