lunes, 31 de octubre de 2011


Los Partidos, partidos

Por: Luis Carvajal Basto

El hecho más notorio en las elecciones de ayer fue la fragmentación de los votos. El mensaje es que las actuales estructuras partidistas representan, cada vez menos, a las corrientes de opinión en las grandes ciudades, lo cual hace difícil augurar buenos gobiernos.

En general, los resultados de las elecciones no deben sorprender a nadie, pero es relevante es que en las cinco grandes ciudades, observadas en conjunto, ningún partido o movimiento, de manera autónoma, pudo obtener mayorías al menos en dos, lo cual nos lleva a la preocupante conclusión de que persiste y se profundiza el divorcio entre los partidos y las grandes mayorías urbanas que no encuentran un proyecto que las identifique y cohesione.
El caso de Bogotá, en donde contrariando falsas expectativas generadas más por el deseo que por los hechos políticos observables, el triunfo de Petro estaba cantado por la división de sus competidores(ver nuestra columna del 3 de octubre en http://www.elespectador.com/impreso/opinion/columna-302909-petro-puede-ser-alcalde) e ilustra bien lo que está ocurriendo con una opinión a la que son indiferentes los partidos: Petro era del Polo y salió elegido por el movimiento progresistas el cual no existía hasta hace bien poco, mientras su partido de origen prácticamente se esfumó, no ocurriendo lo mismo con la corriente de opinión que le eligió. De cierto modo, los partidos se han vuelto “desechables”, para muchos candidatos que les dejan el pecado y se quedan con el género.
Resulta clarísimo el “desprecio”, por parte de los partidos tradicionales, de las crecientes y decisivas mayorías urbanas para las que no tienen unas propuestas homogéneas, lo cual tampoco debería sorprender si se tiene en cuenta que sus cuadros directivos son, fundamentalmente hoy, políticos sin dimensión nacional que atienden, como es natural, los intereses de sus electores regionales: La clase política tradicional. Podemos estar seguros, por ejemplo, que el ex presidente López Michelsen jamás imaginó que su operación avispa se convertiría en el principio del fin de la vocación urbana del Liberalismo, por una vía que hasta ahora supera a las reformas políticas.
Estas elecciones regionales dejan otras enseñanzas importantes como que el Polo y los Verdes se fraccionaron y auto eliminaron, quedando preguntas del tipo ¿Sobrevivirá el Polo ahora que Petro es el “propietario” de la mayoría de sus votos y por lo tanto su jefe natural”, ¿Ejercerá Gina Parodi el liderazgo de los verdes no Uribistas?¿Le quedarán ganas, y votos, a Peñalosa para asumir el mando de los verdes Uribistas?, ¿ Dejará ese encargo en manos del ex alcalde Garzón?
Quedan también lecciones como que los votos del ex Presidente Uribe definitivamente no son endosables, por lo menos en los grandes centros urbanos que en sus dos elecciones presidenciales le dieron el triunfo, dejando la sensación de un inmenso desgaste al apostar por candidatos perdedores.
Lo ocurrido en Medellín merece un punto aparte: la campaña transcurrió en medio de irregularidades que ponen en evidencia la manera en que las mafias han convertido los presupuestos públicos en su objetivo. Las denuncias de la procuraduría y el Ministro del Interior son aterradoras.
Precisamente, el caso de Medellín pone sobre la mesa lo ocurrido en otras partes: aparte de la injerencia de los ilegales se ha puesto de moda la financiación de campañas a la manera de contratación prepago: te ayudamos a elegir y tú nos adjudicas contratos. En muchos gobiernos regionales la contratación está hipotecada. Ello es posible por la debilidad de los partidos y pone en riesgo la democracia local y la descentralización. Lo ocurrido con las regalías es apenas un campanazo de alerta sobre la manera como la dirigencia y el gobierno nacional deben continuar en la tarea de depurar los presupuestos regionales. “Hagamos coalición y repartimos” parece la táctica de moda. La estrategia puede llamarse transfuguismo o voltiarepismo.
Sin unos partidos fuertes será más difícil conseguir buenos gobiernos que ganar elecciones. Ese es el mensaje más preciso de nuestra jornada electoral.

lunes, 24 de octubre de 2011


Después de ETA y Gadafi

Por: Luis Carvajal Basto

Debimos esperar 50 años, para que quedara de nuevo en evidencia la esterilidad de la violencia y el terror. Los nuevos retos de la democracia.

Lo ocurrido el 20 de octubre se suma al torrente de acontecimientos de este 2011, el año de las revueltas árabes, del rebrote de la crisis financiera, de la quiebra fiscal de los gobiernos y de la aparición de un movimiento casi mundial de indignados que no parece saber lo que quiere, pero sí lo que no quiere.
En el caso de ETA, llama la atención lo que esa organización ha llamado “el nuevo tiempo político”, que seguramente se refiere a los recientes logros electorales de otros sectores de la izquierda Vasca. Para España puede significar el fin de la sombra siniestra del terrorismo, pero también el paso más firme hacia la independencia del País Vasco, idea que fue congelada y deslegitimada por las acciones  de ETA.
Lo de Gadafi, abre el camino para la democracia en Libia, un país que pasó de la invasión italiana a una efímera independencia monárquica y luego al modelo “socialista” del dictador, pero más allá de eso nos recuerda el  nuevo fracaso de esos regímenes “socialistas” que acaban convertidos en dictaduras familiares, como Corea del norte, para citar un caso y a los que no les faltan extemporáneos imitadores. Luego de ver el video con la captura y muerte de Gadafi, vale preguntarse si podrán acostumbrarse a vivir en paz, en un corto periodo, sociedades que desprecian de esa manera la dignidad humana. Ni el dictador, ni nadie, puede ser condenado y menos asesinado, sin un juicio justo.
Uno y otro proceso parecían detenidos en el tiempo, como suele ocurrir con los fanatismos que no atienden razones. En estos 50 años que terminan para ellos, se desmoronó la cortina de hierro, el mundo se globalizó y se inició la revolución tecnológica y de comunicaciones más grande de la historia. Después de tanta violencia, los libios siguen buscando la Libertad y muchos vascos pueden tener su criterio independentista más cerca que nunca de hacerse realidad, sin deberle nada a ETA. 
El 20 O, puede considerarse un triunfo de la democracia en un periodo en que esta afronta uno de sus momentos más complejos. Los gobiernos, en casi todas partes, pasan dificultades al gastar más de lo que reciben, corrupción incorporada; la economía global no se repone del impacto de la crisis de 2008 y ni siquiera se pueden conseguir unos acuerdos mundiales mínimos de política económica para mejorar su situación. El estado nación parece sorprendido por la globalización.
Por otra parte, a nivel  internacional, el desgaste del régimen político se observa en la crisis de los partidos. Asistimos al nacimiento de un movimiento de indignados que no les toma en cuenta y no se siente representado por ellos. Si su función es relacionar las demandas de los ciudadanos con las instituciones del estado y, mediante el recurso de la soberanía popular, decidir el rumbo de los países, no están cumpliendo a cabalidad su función: lo dicen los empresarios, cansados de la corrupción, pero también la gente que los observa impotentes para atender sus problemas. Ese estado, que no resuelve las demandas de sectores ciudadanos, es el mismo que  dejó actuar libremente a los fabricantes de burbujas.
Después del 20 de octubre, de Gadafi y de ETA, aprendemos nuevas lecciones, cuando las sociedades ponen el dedo en el botón “actualizar”  e inevitablemente renueva vigencia la frase de Churchill según la cual, salvo por los demás, la democracia, es el peor régimen político que hemos conocido. Pero nuestro presente revela que no nos está “dada”, como el agua o el sol, y que debemos ser capaces de atender los llamados de la  evolución humana y plasmarlos, lo más pronto posible, en las Instituciones y las formas de gobierno. El mismo Churchill dijo “si estas atravesando un infierno, sigue caminando”. Pues a caminar, entendiendo que la democracia debemos terminar de construirla, sin olvidar los costosos desastres del pasado.

lunes, 17 de octubre de 2011


PARO DE ESTUDIANTES EN COLOMBIA

La protesta estudiantil

Por: Luis Carvajal Basto

Una prueba de buena salud de la democracia es la movilización pacífica de los estudiantes aunque no tengan razón, como en este caso en que también fracasó la metodología utilizada para ambientar una reforma indispensable.

Que los estudiantes salgan a las calles a decir cosas inteligentes es, en sí mismo, una muy buena señal. Si dicen verdades que de otra manera no se puede, mejor. Muchas de las transformaciones en regímenes dictatoriales han empezado al levantarse su voz. Recordemos apenas su importante papel en la superación de la dictadura militar en nuestro país o la movilización que culminó con la séptima papeleta y la nueva Constitución.
Pero la trinada denuncia contra la privatización de la educación, luego de retirado el criterio de instituciones con ánimo de lucro del proyecto de Ley gubernamental, es lo contrario de lo que las cifras demuestran no solo en la formación universitaria sino en la básica en los últimos 15 años. En la primera, cerca del 50% de los cupos son ofrecidos por instituciones públicas mientras que en formación básica la cifra supera el 83%.Algún reconocimiento deben merecer los avances en cobertura que muestran como pasó de 2002 a 2010 de 24% a 36%, un 50% de incremento sobre la cifra inicial. Mejor dicho, al quedar el 64% de la población en condiciones de estudiar, por fuera del sistema, el problema más grave se refiere a los que no pueden acceder o se tienen que retirar y no a los que ahora protestan. Por cada estudiante hay dos que no tienen la oportunidad de serlo. Eso no es justo.

Uno de los objetivos  prioritarios del sector educativo en los próximos años es incorporar ese 64% en una situación de escasez de recursos, como  es la del sector público en todas partes. Después, se vale la discusión sobre el origen de los recursos, la calidad y la pertinencia en un mundo que cambió radicalmente en las últimas décadas y frente al que nuestro sistema educativo parece rígido e imperturbable. No se trata de defender los privilegios de nadie si no de ampliar las oportunidades para todos.

Aparte de la solidaridad  con quienes no pueden acceder al sistema, se esperaría de un movimiento estudiantil contemporáneo otro tipo de preocupaciones, entre ellas la de un empleo digno para los jóvenes egresados, una ley de primer empleo, como la propuesta por el Liberalismo colombiano, pero con dientes y recursos, por ejemplo. Cómo es imposible que el estado contrate o subsidie a todos los profesionales egresados, se necesita del sector privado, también en la reformulación de  perfiles profesionales y currículos. De nada sirve ampliar las coberturas si los egresados no pueden trabajar. El futuro de los estudiantes de hoy está relacionado no con un discurso si no con el mundo real, el rumbo del país, la economía y el empleo. De lo contrario, la universidad se convierte en una fábrica de frustraciones e indignación. La competitividad, en este caso, tampoco se puede obviar.

Conviene recordar, por si acaso, que los recursos públicos provienen de la parte de impuestos de la riqueza   generada en  la sociedad. No caen del cielo y no se puede condenar a nadie por buscar su maximización, cosa que tratan de hacer los Ministerios. Buscar la eficiencia  en su utilización es parte de su trabajo. ¿Es tan malo encontrar la manera de que alcancen para educar a   la población estudiantil que se queda por fuera del sistema?

Pero a la señora ministra habría que decirle  que, aunque el gobierno es para gobernar, los consensos deben buscarse y lograrse antes y no después. Uno no puede decir que la estrategia para buscarlos y comunicarlos fue adecuada con 50000 estudiantes en las calles,  multiplicados por la función de los medios, ni siquiera por que sus supuestos estén equivocados.

¿No habría ido mejor la cosa con una campaña previa de solidaridad  estudiantil con quienes no pueden estudiar, complementando los formales  28 foros convocados por el ministerio?

Posdata: En estos tiempos de Internet, prensa, radio televisión y redes, los estudiantes podrían hacer una cruzada contra el aerosol, por obsoleto y contaminante. Además, ahorran. Por otra parte, se pueden dar sus consignas por conocidas: Son las mismas desde hace 40 años, los mismos en que el mundo se transformó.

lunes, 10 de octubre de 2011


Gobernanza

Por: Luis Carvajal Basto

Con otra crisis mundial en la puerta de nuestras casas y las instituciones de gobierno más desacreditadas que nunca, pocos parecen recordar que la debacle financiera fue posible por falta de eficiencia y gestión gubernamental y no por exceso de ellas.

Mientras se empieza a temer una recesión mundial que podría desencadenarse si los Estados Unidos  y Europa no despegan, los economistas en el mundo han encontrado diferentes explicaciones. Estas van  desde que hemos llegado a los confines de la capacidad de las sociedades para endeudarse, hasta, como lo recoge  el periodista  español Iñaki Gabilondo, los límites de un modelo que no puede subsistir si no crece. En verdad, quien crece no es el modelo sino, nuestras necesidades. No se trata de un precepto teórico. ¿Estará la respuesta a la crisis solamente en medidas como refinanciar los bancos o reducir las tasas de interés?
La realidad es que las causas son múltiples, pero tienen un común denominador, digamos, extraeconómico: la incapacidad de los gobiernos para garantizar condiciones propicias para el crecimiento con bienestar, como sí se hubieran convertido, para algunos, en una camisa de fuerza que constriñe el desarrollo tecnológico y la dinámica de la globalización, mientras para otros se trata de que no regulan suficientemente. Pareciera llegado el momento en que la globalización confronta con un formato de Estado nacional que la frena o no es capaz de gobernarla.
Mientras tanto, los gobiernos deben lidiar con los problemas de la economía que, en sentido estricto, hoy, escapan a su alcance nacional. El  desempleo en Estados Unidos, por ejemplo, no se puede entender sin comprender las razones del bajo precio de los productos chinos, los cuales tienen que ver con su particular estructura de costos y su manejo cambiario y están fuera del alcance del mismo gobierno norteamericano.
La palabra de moda es desconfianza. En las inversiones que generan empleo, en la capacidad de restablecimiento  de los bancos que prestaron a gobiernos que no tienen como  pagar o en lo que hacen estos con los recursos que reciben como impuestos. En un momento así, ¿Será  “sálvese quien pueda” la respuesta adecuada? Pues eso parecen pensar quienes ante la eventualidad de un naufragio ponen candado a los botes salvavidas o amarran las manos de los gobernantes, como en Estados Unidos, también por desconfianza promovida por intereses políticos.
La desconfianza y las malas expectativas no son un asunto estrictamente económico pero determinan el rumbo de la economía. En la situación actual, ambas dependen de la capacidad    de los gobiernos y la calidad de la política, que son susceptibles de transformaciones y mejoras y eso es responsabilidad de los ciudadanos y no solo de las élites.
Quienes argumentan que nuestro modelo de sociedad llegó al límite, parecen olvidar que fuimos capaces, en el último siglo, de atender las demandas de un mundo que pasó de 1000 a 7000 millones de habitantes haciendo posible que, si bien no hemos podido superar la pobreza, tengamos unas expectativas de vida superiores a las de entonces. La  escasez de recursos es inversamente proporcional a  la productividad y el desarrollo tecnológico, contra los cuales se estrellan, afortunada y permanentemente, las “teorías” de los límites.
En vista de que no se pueden entender empresas, utilidades y empleos sin una sociedad en la cual funcionen y esta, a su vez, sin unos mínimos de convivencia garantizados por las leyes, los gobiernos y el sistema político, no es posible encontrar soluciones en el actual periodo de pre crisis con gobiernos desprestigiados o moralmente incapacitados por el azote de la corrupción, el despilfarro o cualquier otra razón.
Para solucionar la crisis de la economía no tenemos alternativa diferente a la mejora, actualización y fortalecimiento de la política y las instituciones de gobierno. Siempre será mejor una nueva gobernanza que el caos. Tarde o temprano tendremos que tomar al toro por los cuernos.

lunes, 3 de octubre de 2011


Petro puede ser alcalde

Por: Luis Carvajal Basto

Ello no garantiza que la ciudad será mejor administrada, es "solamente" lo que dicen las encuestas, menos una, y la tendencia, faltando muy poco para la elección.

El polismo puede repetir alcaldía a pesar de la debacle de Bogotá y de ese partido, que empieza a corregir la plana con la nueva alcaldesa.
La mayoría de encuestas le dan a Gustavo Petro una ventaja que duplica el margen de error en la campaña por la Alcaldía de Bogotá. Quiere decir, ni más ni menos, que si nada cambia tanto , será elegido, luego de una campaña centrada en la imagen y no en los programas, cuya otra característica importante es la pérdida de protagonismo de los partidos.
Una encuesta de Datexco publicada ayer, disidente de todas las demás y que fue realizada entre el 23 y el 27, antes de la adhesión de Mockus a Parodi, no deja de ser significativa y mereció primera página en El Tiempo. Vale recordar que, en pleno furor de la ola verde, la misma firma pronosticó el triunfo de Mockus en las Presidenciales publicando una encuesta realizada solo en las capitales, a la cual se le quiso dar dimensión nacional. Después, el triunfo de Santos se encargó de desvirtuar la encuesta y el despliegue que tuvo.
El mensaje de las encuestas es que Petro ha sido quien, hasta ahora, ha jugado mejor sus cartas o se ha equivocado menos que sus competidores. Está sintonizado con una corriente de opinión que lo identifica como su candidato: el Polo y un sector del Liberalismo. Tiene los votos que antes eligieron a Garzón y a Samuel Moreno.
El asunto es sencillo y no es cuestión de gustos: históricamente, Bogotá se ha dividido en dos corrientes de opinión. Petro tiene una, para él solo, mientras sus competidores dividirán votos, en el mejor de los casos, por dos, pudiendo ser tres o más y, en esas condiciones, es difícil que pierda.
Pero para llegar hasta aquí se ha necesitado de una sumatoria de equivocaciones por parte de sus competidores, siendo el más significativo Peñalosa, quien no se ha podido deshacer del negativo en su imagen, la cual se deteriora a medida que se acerca la fecha de elección y apostó todo al respaldo del ex Presidente Uribe sin considerar que si existe un lugar en donde su popularidad no puede ser endosada es precisamente Bogotá, tal y como se observó hace cuatro años. La fotografía de Uribe, cargándole megáfono a Peñalosa, le hizo subir cuatro puntos apenas y puede ser el mejor símbolo de su respaldo, pero también de la sobreestimación de un concepto, tan importante como equivocado, en una campaña.
El apoyo de Mockus a Gina Parodi es una demostración de desprendimiento y realismo político; la cuota inicial para la reconstrucción de la ola verde no Uribista, etc., pero le quita tantos votos a Peñalosa como a Petro, sin alcanzarle para superar a este, hasta ahora.
El respaldo de Mockus, sin embargo, le ha servido a Parodi para situarse delante de sus competidores generacionales, Galán y Luna, a quienes les quedan las opciones de unirse a ella, consolidar la candidatura de Galán o hacer una declaración , tan digna como inútil, en el sentido de ir hasta el final, reconociendo su derrota por anticipado. A estas alturas, como dice el ex Alcalde Jaime Castro “se acabó el recreo”. Es la hora de las definiciones.
Por supuesto que faltan menos de treinta días, los cuales, dependiendo de las estrategias y de cómo les vaya, serán largos o cortos. Desarrollando una conducta, según la cual cuando la ciencia no alcanza recuperamos la fe, pedimos un milagro o buscamos a un mago, se puede esperar el uso de recursos de toda índole, limpios y sucios, esperando consolidar o reversar la tendencia que se observa.
Argumentos como el costo de las losas de Transmilenio, el Chavismo de Petro , su pasado, su papel en las dos elecciones anteriores y su participación en esos gobiernos, los rumores de sus relaciones con los Nule y la “traición” de Gina a Uribe, así como su inexperiencia, harán parte de lo que queda de campaña. También, pero lamentablemente menos, las propuestas estructuradas para recuperar a la ciudad.
Será una prueba de fuego para los expertos en mercadeo electoral, que tenemos pocos, incluido el ex alcalde Giuliani; en rumorológia, como el señor Rendón, y toda clase de “pitonisas” con fórmulas mágicas. Pero difícilmente, podrán cambiar sus argumentos a las dos tendencias de opinión que se han constatado en Bogotá desde los estudios de Vincent Goueset, hace ya décadas. Hasta hoy, una de ellas respalda a Gustavo Petro y la otra está dividida ¿Quién puede ganar? No es difícil decirlo, aunque 30 días en política sean una eternidad.