martes, 14 de agosto de 2007

LA GLOBALIZACIÓN LLANERA

A propósito de las fiestas del Joropo

LA GLOBALIZACIÓN LLANERA

(Un homenaje a Nidia Reyes que llevó a la Filarmónica de Bogotá a Villavicencio por primera vez en 1980, a interpretar música Llanera y a los innumerables cultores de este hermoso folclor)

Luis Carvajal Basto

El impacto de la globalización en las culturas regionales y locales fue una de las grandes preocupaciones de los ciudadanos del siglo 20 que pudimos conocer territorios y regiones como los Llanos orientales de Colombia en su proceso de consolidación como Nación. Aun sin integrarse plenamente, a pesar del esfuerzo realizado en los últimos 20 años en vías e infraestructura, o habiéndolo hecho de manera forzada bajo por la influencia del narcotráfico, la región que se conocía como “el Llano”, ubicada al oriente de la cordillera oriental y que se confunde al sur con la Amazonía, recibió migraciones y un inmenso impacto cultural para el que no estaba preparada. ¿Sobrevivirán sus manifestaciones culturales?

En la primera mitad del siglo 20 se consolidó en el Llano la ganadería de carácter extensivo. La existencia de grandes territorios en su mayoría baldíos permitió la conformación de unidades económicas conocidas como “Hatos”. Colonizadores provenientes de Boyacá, Santander del sur, Huila y Tolima encontraron allí tierras baratas o gratuitas en las cuales se asentaron. Primero, en lo que se conocían como “fundos”, terrenos ganados a la selva y a las planicies poco fértiles, que luego se transformaban en hatos.

Aparte de los centros urbanos como Villavicencio, Yopal, Arauca y San Martin, llamados “el pueblo” por los habitantes de las planicies, la escasa población estaba constituida por dueños de Hato, administradores y peones o muchachos, dedicados a los trabajos de Ganado o Llano. El ordeño y el manejo del Ganado dieron origen a cantos que se ejecutaban mientras se trabajaba: los cantos de ordeño y de vaquería, primeras manifestaciones de lo que se conoce como la “música Llanera”.

Las variaciones de estos cantos fueron mostradas al país por exponentes como Luis Ariel Rey y Miguel Ángel Martin, a través de canciones conocidas para la gente del interior (guates), como Carmentea y Ay si si. La influencia de los Beatles y los Stones en los sesenta no impactaron el folclor llanero que para entonces, mostraba que su música ya se expresaba con más de 32 ritmos como el conocido joropo, el pasaje, la Kirpa, el Gavilán, el quita resuellos, el seis por derecho, el seis numerao y los corridos guerrilleros y Liberales que recordaban a Dumar Aljure y Guadalupe Salcedo

Los instrumentos originarios, el arpa, la bandola, los capachos y el cuatro, incorporaron en la década del sesenta al bajo, primero acústico y luego eléctrico, que completaron el instrumental que hasta hoy se utiliza. En el mismo periodo se empezó a olvidar el furruco, instrumento autóctono que se usaba en Casanare, para acompañar.

El baile Llanero, mientras tanto, se centró en tres modalidades: Valseado, con la pareja abrazada, propicio para pasajes y ritmos lentos, Zapateado, Para el hombre, Joropos y Seises y “escobillao”, en la ejecución de la mujer.

Además de la conocida “ternera a la Llanera”, la gastronomía en una Región de Grandes Ríos e innumerables caños, incorporó una variante del sancocho de pescado que hizo la excepción de la fobia llanera por las sopas.”Llanero no toma caldo ni pregunta por camino”, dice un proverbio de las Sabanas. La yuca y el Plátano sin mucha sazón y las arepas rellenas de carne o pollo, son sus platos más destacados ahora que se han casi exterminado venados y chigüiros, sin olvidar el pan de arroz y los tungos de San Martin.

El trabajo del hombre en las planicies también dio lugar a un deporte autóctono y popular: El coleo. Además de un lugar de socialización y competencia, este deporte se destacó y sobrevive a otros como quitar la cabeza a una gallina colgada en una cuerda desde un caballo y a menos conocidos, pero recuperados en un concurso que ahora se desarrolla en Casanare, conocido como “el gran Llanerazo”. El reto de un hombre solo, desafiando la naturaleza, cruzando grandes raudales, enfrentándose a la soledad de las sabanas y a su imaginación, son su motivo.

Esta cultura ha sentido el impacto de la Globalización a través de la influencia de los medios(el llamado efecto demostración) y la música que llegó en los equipajes de migrantes antioqueños ,caldenses y del interior con la misma intensidad que se propagaron el cultivo y el trafico de drogas: primero mariachis y la llamada música “norteña”, la cual hace muchas veces apología del trafico de drogas, el enriquecimiento sin trabajar y la cultura mafiosa y luego su gusto por la llamada “música popular” que ejecutan interpretes del estilo “charrito negro”, Darío Darío y otros que se escuchan cada vez más en las urbes del Llano. Esta es la competencia regional de Joropos y Pasajes que han cantado a la mujer, al trabajo honrado, al paisaje y al Amor y a los “espantos” y ánimas que surgen de la imaginación y la soledad de los Llaneros.

La realidad de la Música Llanera hoy se refiere a un mercado regional que incluye los Llanos de Venezuela. Ante la imposibilidad de expandirse por razones comerciales, como lo hizo el Vallenato y luego de distraerse con influencias de la modernidad que dieron lugar a un estilo que algunos folcloristas llamaron”arrancherao”, y de interpretaciones para salón o “clásicas” de las que solo quedan algunas versiones realmente bellas de las filarmónicas de Londres, Bogotá y Venezuela, ha retornado a sus orígenes. Compositores e intérpretes como Augusto Braca (fiesta en el orza) Reynaldo Armas ( Todo un señor, Mi amigo el camino, Laguna Vieja etc) Juan Farfán (la camisa conuquera), el Carrao de Palmarito (Chaparralito Llanero, el sucesor) Orlando “el cholo” Valderrama (quita resuellos) van dejando sus responsabilidades a compositores e intérpretes como Villamil Torres, Jorge Guerrero y Walter Silva, que mantienen y consolidan una presencia de esta música ,fundamentándose en los valores más “criollos” y tradicionales, que ya se encontraban en sus orígenes.

En la fundamentación instrumental viven y han hecho escuela e invaluables aportes, arpistas como Mario Tineo, Bandolistas como Luis Quinitiva ,cuatristas como Herrera e investigadores y ejecutantes como Carlos Rico e Isaac Tacha.

En esta sociedad globalizada en la que existen varios portales de internet de los que se puede “bajar” música y ante el impacto de la piratería, estos cruzados del folclor aún venden en cada trabajo de 10 a 15 mil discos. Sobreviven con sus presentaciones personales y con el impulso de promotores como J. Solano y J. Caballero que mantienen al aire en emisoras oficiales programas como”talanquera abierta” y “el guachamarón” que nos hacen ser optimistas sobre el futuro de esta música y nos recuerdan el llano que conocimos y que aún subsiste en muchos pueblos que conservan la tradición.

Que estas manifestaciones folclóricas perduren depende en gran parte de la disposición de las entidades de Gobierno como el Ministerio de Cultura , Gobernaciones y Alcaldías para promocionarla y difundirla, como es el caso del festival del Joropo que se celebra en Villavicencio esta semana. La formación de docentes y la financiación de Academias deben ser parte de una política pública que incluya la subvención de programas, por lo menos, en las emisoras que el Estado ha adjudicado para estos menesteres. Son para eso. No se puede entender que por ellas solo se difundan las “realizaciones” de los Gobiernos y menos que sirvan de caja de resonancia de expresiones musicales foráneas que hacen apología de la violencia y de una cultura traquetizada.

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