lunes, 25 de junio de 2012

El esperpento



Por: Luis Carvajal Basto

La fracasada reforma a la justicia puso en evidencia bajos intereses de quienes ocupan altos cargos, así como la ineptitud de otros, pero también las razones de una delicada fractura institucional en que salen perdedores instituciones y partidos.


Como resultado positivo, se pudo observar que la opinión y los contrapesos, aunque no estén reglados, existen en la sociedad contemporánea y que la nuestra, con todos sus defectos, es una democracia informada.
Pocos colombianos dudan que el país necesite una reforma a la justicia. Lo que nos ha sorprendido a todos es la versión que presentaron los encargados de ejecutarla en su versión para beneficio personal, a la medida de cada quien, que terminó en perjuicio de todos y donde lo “único” que falta, en esencia, es la defensa del interés colectivo, saliendo, de paso, damnificadas las instituciones.
La indispensable reforma a la justicia terminó convirtiéndose en un pretexto para legislar en causa propia por parte de magistrados y la mayoría de congresistas, quienes parecieron ejecutando un juego de roles en que lo más lamentable fue observar a togados, encargados de juzgar parlamentarios, haciendo cabildeo para quedarse amarrados a sus sillas. Mejor dicho: usaron la reforma para todo lo contrario: conservar lo peor de nuestras malas costumbres políticas.
El divorcio entre congreso y opinión pública quedó demostrado con la subestimación que se hizo de la última y que dio lugar a la reacción presidencial, alertada por la reacción del ministro de justicia ante los pésimos resultados de una conciliación de la que estuvo ausente y de la que, con su renuncia, ha salido con altura y dignidad, la misma que les falta a los verdaderos promotores de la reforma que ahora presentan excusas o se esconden. Pero el país, afortunadamente, no es el que imaginan los malos políticos y la reacción de rechazo no se hizo esperar, sintiéndose en el ambiente. Tomó forma de referendo revocatorio y nadie sabe, a estas alturas, si la declaración presidencial de rechazo a la reforma le cortará las alas o lo catapultará.
En lugar de una reforma lo que se ha creado es un nuevo escenario en que los “choques de trenes”, entre ejecutivo, congreso y poder judicial, son poca cosa comparados con la fractura entre instituciones y opinión pública que la mala política se empeña en profundizar: a una crisis global del sistema político y los gobiernos, le hemos añadido formas de chapucería que no se corresponden con el país que somos; con la tecnología y niveles de información de que hoy disponemos. El fracaso de la reforma debe, para comenzar, servir como notificación para formas de hacer política mandadas a recoger.
En este nuevo escenario creado por el veto presidencial, aun con incertidumbre política sobre sus efectos jurídicos, tampoco sabemos cómo quedan las relaciones entre las tres ramas del poder aunque, claramente, pierden valor las acciones del congreso y la rama judicial que, ante su incapacidad para saldar sus conflictos de intereses, resultan expuestos a una iniciativa gubernamental o ciudadana que les revoque. Con sus mayorías en el congreso el gobierno no debería tener interés en promoverla, pero todo dependerá de la presión que pueda ejercer la opinión, tanto como las circunstancias políticas, estando sobre la mesa la eventual reelección del presidente, quien, dependiendo de cómo marchen las cosas, podría verse entre abanderar un referendo o “padecerlo”, junto con la clase política.
El divorcio entre formas de hacer política corruptas, obsoletas y parroquiales, que generaron la malograda reforma a la justicia, con la opinión pública en una sociedad informada, ha dado lugar a una propuesta de referendo que tiene más sentido político que jurídico, lo cual no debe sorprendernos si se considera que las estructuras partidistas habitan un mundo diferente al de los ciudadanos del común y las reformas políticas, hasta ahora, han sido de y para congresistas.
En un momento en que todos tratamos de responder a la pregunta acerca de si la objeción presidencial es jurídicamente viable, olvidamos que llegamos hasta aquí como consecuencia de pugnas entre las diferentes ramas del poder que, finalmente, dieron como resultado el esperpento del que nadie se quiere responsabilizar. Hay que decirlo claramente: este asunto no se resolverá en un juzgado sino políticamente y, en el mediano plazo, la opinión pública tiene todas las posibilidades de perder.
Y eso es una lástima porque se sigue minando la credibilidad en la política, en los partidos y en las instituciones, como una vía para reducir las desigualdades aunque a nadie le importe: estamos ocupados fabricando esperpentos que seguirán devorando la democracia.
@herejesyluis
Posdata: cuando parecía increíble que el partido de la U pudiera ejercer, simultáneamente, gobierno y oposición, el ex presidente Pastrana, con tantos amigos en el gobierno, aparece lanza en ristre en su contra. ¿Alguien entiende?

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