Por: Luis Carvajal Basto
Ningún Partido diferente al Polo ha hecho parte de sus administraciones, de acuerdo con lo que expresan dirigentes que abandonan el barco de Bogotá. Puestos y contratos son “a título personal” y “de ninguna manera comprometen al Partido” se oye decir. Pero sabemos ahora que los beneficiarios, directos o indirectos, son los mismos que postulan a sus amigos a los diferentes cargos para beneficio particular.
Lo anterior nos recuerda que la política en Colombia se ha vuelto unipersonal. El sol que más caliente o quien más puestos dé a cambio del apoyo de cada microempresa electoral. Eso deslegitima al sistema político, a los mismos partidos y solo beneficia a quienes, fortalecidos con la administración, “engrasan” la maquinaria de su privado carrusel.
Uno de los más grandes damnificados por estas malas costumbres ha sido el Partido Liberal. A nivel Nacional cayó de casi seis millones de votos en 1998 a seiscientos mil en 2010, cifra parecida a la alcanzada por López Pumarejo en 1942 cuando Colombia tenía una quinta parte de la población actual. En Bogotá, ciudad en que históricamente obtuvo mayorías, descendió a la increíble cifra de 77.000 votos en 2010.
Puede decirse que este es otro Liberalismo y no representa al sentimiento Liberal que en Colombia sigue siendo mayoritario; que su director actual fue pieza fundamental en las derrotas del candidato Liberal en 1998 y 2002, lo cual es verdad pero no excluye otras explicaciones, como las que se han revelado ahora con el carrusel de los contratos.
¿Cuáles funcionarios, a nombre del Partido Liberal, han ejercido en las administraciones del Polo? ¿Cuales han hecho parte de la coalición que ha gobernado? Desconcierta lo dicho por el Director actual, Doctor Rafael Pardo, según la cual la respuesta es ninguno.
Es el síndrome del “yo no fui” que aqueja también a otros Partidos, ahora que la administración del Polo colapsa. Lo que se demuestra es que no existe continuidad ni coherencia en las conductas públicas de las Instituciones y las reformas políticas no atacan este moderno filibusterismo, de manera frontal.
Pero no debemos olvidar por ello que las grandes reformas Institucionales, también en Bogotá, son producto de ideas Liberales, como la descentralización promovida por el ex Alcalde Jaime Castro a quien también correspondió otorgar rango Constitucional a la ciudad, excluir a los concejales de las juntas directivas de las empresa públicas, transformar las antiguas zonas en localidades, con competencias y recursos, y recuperar financieramente a la ciudad.
Seguramente porque es esa la manera en que los Liberales, que no votan en los últimos años por los candidatos que presenta el Partido, aplican sus creencias políticas de forma diferente a como lo suelen hacer muchos de los actuales dirigentes de la fracción o asociación de microempresarios en que se ha convertido: para no reconocer la realidad y afectados con el síndrome del yo no fui, siguen el ejemplo de los avestruces enterrando su cabeza y de paso el futuro político y la Historia de un gran Partido.
Luis Carvajal Basto
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