lunes, 22 de agosto de 2011

Con nuevo alcalde ¿saldremos del hueco?


Por: Luis Carvajal Basto

Mientras lo que hemos tenido en Bogotá es un colapso en su administración, la mayoría de los actuales candidatos desarrollan sus propuestas basadas, de manera reactiva, en los problemas que revelan las encuestas y una condena a la corrupción. ¿Es eso suficiente para sacar a la ciudad de la actual crisis?

De acuerdo con las dos últimas encuestas, si las elecciones fueran hoy, apenas a dos meses largos de la elección, tendríamos un empate técnico entre Enrique Peñalosa y Gustavo Petro, con Mockus pedaleando cerquita. Después, el resto .La fragmentación del voto hace pensar a muchos que tendremos un alcalde elegido con menos de la cuarta parte de los votantes.

Pero ello no va a ser necesariamente así. A medida que se acerca la fecha de la elección la opinión puede centrarse en quienes tengan más posibilidades de éxito. Es el efecto de la teoría del voto útil y los candidatos minoritarios comienzan a entender la necesidad de alianzas, aun sin conocer si estas tendrán efecto en la opinión. Para Castro, Galán y Luna, está la alternativa de una encuesta que seleccione un candidato con probabilidades de ganar y no de hacer el “oso”. El 20 % de los electores no ha decidido el voto.

Pero además de la competencia electoral, están los problemas de la ciudad, por ahora centrados por los medios en los temas de movilidad, corrupción y seguridad a los cuales apenas responden los candidatos. Se extraña un programa de fondo que resuelva cómo puede administrarse mejor una metrópoli, de una manera más objetiva que la personalidad y simpatías, o no, que puedan tener los transitorios ocupantes del palacio Lievano. Mejor dicho: no es un problema de imagen sino uno de administración.

Bogotá es diferente, mucho más grande e importante para la vida nacional que hace 20 años, cuando se expidió su estatuto orgánico que le dio vida Constitucional. Sus problemas son distintos. Es indispensable actualizarlo y en esa perspectiva deben resolverse las relaciones con la Nación, los departamentos vecinos y, sobretodo, decidir si continuar o no con una descentralización que ha quedado en el limbo.

El desastre en la contratación pública, no solo referido a los temas de corrupción en el IDU etc., ha puesto de presente la obsolescencia del modelo. Las alcaldías locales se quedaron en alcaldías menores. Si con el pretexto de la corrupción allí se detuvo el proceso de descentralización, por esas mismas razones la ejecución de las obras y su planeación deben desarrollarse en escenarios diferentes. No se trata de poner un límite a los recursos que corresponden a las localidades. Ni hablar de lo que ha ocurrido con la escasa participación ciudadana en el control y ejecución de los recursos públicos y la cual debe ser reglada de manera debida.

Los candidatos podrían salirse del síndrome del “yo tengo la fórmula” en el que se encuentran atrapados y según el cual contestan a los temas de moda, casi siempre referidos al escándalo del día de que se ocupan los medios. Las preguntas que deben responderse son del tipo ¿Cómo administramos mejor los recursos de que disponemos?, ¿Qué ajustes legales necesitamos para ello?, ¿Cómo cambiamos el sistema de elección de contralor y personero para detener, de verdad, los carruseles del robo?, ¿Cómo haremos más expedita, eficiente y transparente la contratación?

Bogotá necesita mejores administradores que candidatos. Confiemos en la madurez de una opinión Libre e informada, como es la de la capital, para que quien resulte elegido resulte tan bueno, esta vez, para administrar como para conseguir votos. A ver si salimos de este enorme hueco a donde llevaron a la ciudad alcaldes en quienes depositamos la confianza en el pasado.

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