lunes, 20 de diciembre de 2010

El cambio, por ahora, es climático


Por: Luis Carvajal Basto
El tremendo impacto del invierno pone en evidencia el carácter apenas reactivo de instituciones y políticas. Debemos trabajar en mejorar la capacidad de los gobiernos.

Mientras científicos y expertos no se ponen de acuerdo acerca de si el mundo se encuentra en una catástrofe sin precedentes promovida por las acciones del hombre contra el medio ambiente o un ciclo natural en una historia de millones de años, padecemos en Colombia el peor invierno que se recuerde.

Los ríos se han desbordado a medida que se acercan a los mares. Tan solo la Orinoquia se salva por ahora del desastre, esta vez probablemente por acciones con impacto positivo, en cuanto habría que estimar cuanto de los caudales se reduce, consecuencia de proyectos como Chingaza.

Si el desastre es causado por nosotros, inquilinos de la tierra, hay que reconocer que casi nada hemos hecho. Salvo en la Unión Europea y otros pocos países, no existe una legislación conminatoria. Los grandes contaminantes como China, Rusia y los Estados Unidos han escogido pasar agachados.

El modelo productivo mundial se basa hoy en la inmensa participación de China, cuyo bajo precio de sus productos tiene que ver mucho con contaminación. Se ha convertido en la gran fábrica del mundo. Muchas empresas, con normas restrictivas anticontaminantes en los países de origen, encargan su producción allí donde, además, los salarios son bajos y la competitividad alta.

Kioto, Copenhague y Cancún no han superado los discursos. Mientras el mundo parece derretirse como consecuencia de las emisiones de gases y el calentamiento global, no tenemos una política anticontaminante mundial ni una autoridad que, a manera de súper Estado, la haga cumplir.

De otra parte, si bien es cierto que ninguna política gubernamental parece suficiente para controlar la naturaleza desbordada, también lo es que las políticas de los gobiernos apenas alcanzan para reaccionar y al igual que en muchos otros temas, no tenemos políticas de Estado.

¿Se habría podido evitar la catástrofe de Bello cuyos muertos no acabamos de contar? Por supuesto, si no tuviésemos barrios y asentamientos sub normales o piratas. La legalización de este tipo de construcciones debe pasar por los gobiernos locales que ceden ante la necesidad de la gente, la corrupción y la politiquería.

Lo mismo ocurre con las poblaciones a orillas de afluentes y Ríos. En Bogotá, por ejemplo, decenas de miles de personas viven por debajo de los niveles de estos. Cualquier cosa puede pasar. Hemos visto las reacciones de los gobiernos departamentales y locales ante la tragedia, la mayoría de veces solicitando una indispensable asistencia humanitaria. Con excepciones, se han cruzado de brazos a esperar.

Pero tenemos derecho a mejores gobiernos que anticipen acontecimientos como el que vivimos y reduzcan de manera proactiva las probabilidades de desastres. Tanto como en Bello, el desbordamiento del canal del Dique se pudo evitar.

Los gobernantes, expertos en ganar elecciones pero poco en ciencias y técnicas de gobierno, con frecuencia ofrecen el cambio como promesa, pero este no se observa. Por ahora es solo climático, como pueden testimoniar los más de dos millones de compatriotas afectados por el invierno.

Posdata: Si tenemos un Partido llamado verde integrado básicamente por ex alcaldes de grandes ciudades, tampoco se notan sus propuestas y acciones frente a la catástrofe y menos sus políticas, cuando tuvieron la oportunidad de gobernar, para impedirlas.

No hay comentarios: