lunes, 2 de septiembre de 2013

Papas explosivas


Por: Luis Carvajal Basto

¿El campo colombiano era diferente antes de los TLC? El “limbo” político a meses de elecciones.


Colombia ya no es un país predominantemente rural salvo por la extensión (94%) de sus campos sub utilizados (23% de la tierra laborable). En ellos sobreviven  menos del 20% de nuestros compatriotas (en 1938 era el 70% y en 1993 el 31%) que generan el 12% de lo que producimos. Ese campo, por décadas, ha sentido, en primera persona, el impacto de narcotráfico y violencia que han propiciado, en muchas regiones del país, una reforma agraria invertida con el desplazamiento  forzado de millones de compatriotas y la concentración violenta de gran parte de la tierra.
Pero, históricamente, la mala situación  de los pequeños campesinos no puede imputarse a los TLC. “El paro agrario no lleva doce días sino cincuenta años” dijo, con razón, Aurelio Iragorri, el funcionario del gobierno que le ha puesto la cara. Esa mala situación, vale recordar, sirvió como argumento para el nacimiento de las FARC y el E.L.N en los 50s y 60s y, más tarde, de los paramilitares. Por otra parte, aunque durante ese periodo el nivel de vida de nuestros campesinos ha mejorado, indiscutiblemente, ya era pobre en las épocas del peso devaluado, lo cual impide endosarla a su revaluación.
Desde un punto de vista práctico ¿Podrá competir esa pequeña producción campesina, detonante de los paros, con importaciones de productos más competitivos y/ o subsidiados? Sin TLC no lo hacía y ahora depende más de su capacidad, la del gobierno y empresarios del campo para adaptarse a nuevas tecnologías, productividad, vías, insumos etc. No se trata solo de normas para limitar importaciones que solo incrementarían el contrabando en ausencia de competitividad.
¿Podemos dar marcha atrás a los TLC? Difícilmente. Pero claro que se pueden aplicar salvaguardas, garantizar la compra de la pequeña producción campesina (¿Resucitar al IDEMA?) y aplicar su letra menuda hasta donde sea posible. ¿Es deseable? No parece, porque la globalización no es una opción sino un hecho tecnológico, económico y político aunque los coreanos del norte digan lo contrario. Otra cosa es la necesidad de estructurar, desde el gobierno y con la gente, un nuevo modelo agrario que nos haga más competitivos. De nada sirve añorar una  estructura agraria pre capitalista.
Por otra parte, atentos a la amenaza de enfermedad holandesa, vale la pena intentar sumas y restas. La importación de alimentos y otros bienes beneficia, aunque no sea en pleno paro popular decirlo, por la vía de la reducción de costos, a la población en general. Permite controlar la inflación y reducir los precios de la producción interna. Debemos tener en cuenta que Estados Unidos y Europa están apenas saliendo de una recesión que no durará para siempre.
No se trata de un discurso político o una propuesta ideológica. Hace más de doscientos años en el parlamento inglés se produjeron los primeros debates sobre el tema hasta que David Ricardo lo resolvió, a favor del comercio, con la demostración matemática de su teoría de las ventajas comparativas que hasta hoy se mantiene, científicamente, imperturbable. Otra cosa es la necesaria  intervención del Estado y  la particularidad de nuestros tratados: aunque el equipo negociador ahora  guarde silencio, muchos piensan que los TLC significan Todo Lo Cedimos. ¿Será?
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Como era de esperar y lo anticipamos desde esta columna  el pasado 14 de julio, la proximidad de las elecciones comienza a generar reacciones en los sectores económicos y políticos. Muchos quieren valorizar sus acciones por encima de “su precio de mercado”. Aprovechando la coyuntura del paro agrario, sectores políticos; camioneros; Concejales y hasta el alcalde Petro, quien anunció ruptura de relaciones con el gobierno luego de la reacción del ministro de vivienda ante el POT por decreto y ahora usa ruana, tratan de sacar su parte.
Mucho de lo que ocurre, incluido el paro, tiene que ver con la indecisión del gobierno frente a la reelección que le ha colocado, y con él al país, en un limbo político que, difícilmente, puede esperar hasta noviembre. Para empezar, un gabinete que está en mora de ejecutar, de acuerdo con la contraloría, gran parte de su presupuesto  y  ha dejado escalar un paro de la manera en que este lo ha hecho, no parece el más indicado para una reelección de unas políticas o del mismo presidente. Parece llegada la hora de anunciar la reelección o de no hacerlo. Lo ocurrido con el paro da una idea de las cartas que se van a jugar en las presidenciales, papas explosivas incorporadas.
@herejesyluis
Otro sí: en Democracia nadie debe asustarse por la expresión de sectores que históricamente no lo han hecho o no han podido hacerlo por la amenaza de narcos y violentos. Son formas de participación  que no excluyen el ejercicio de la autoridad, cuando se desbordan tratando de pasar por encima de los derechos de todos. El mismo presidente Obama, en el homenaje a Luther King la semana pasada, recordó que “debido a que marchaban, América llegó a ser más justa". Otra cosa es el oportunismo que financia vándalos a “$30.000 por lanzar pedradas” como dijo un alcalde.

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