lunes, 20 de mayo de 2013

Corte de cuentas al TLC



Por: Luis Carvajal Basto

A un año de operación del tratado, no se destruyó la economía, como afirmaban sus detractores a ultranza, ni el país cambió tanto, como pronosticaban quienes le atribuían súper poderes. Pero ha transcurrido apenas un año. La realidad confrontada con los argumentos políticos.

Hasta el año pasado uno de los temas que caracterizaban el escenario político era, primero el de la firma y luego el de los efectos del TLC con los Estados Unidos. Como argumento, sirvió para esgrimir una bandera que, 12 meses después, no ha sido superada del todo por una realidad que muestra cambios en la tendencia del comercio, aunque no del todo negativos ni imputables al mismo tratado.
En teoría la ampliación de mercados puede ser beneficiosa para todos los participantes. Todos pueden ganar, explicó desde los siglos 18 y 19 David Ricardo con su demostración matemática de la teoría de las ventajas comparativas. Otra cosa es la relación entre crecimiento de los países y aumento de su comercio, más fundamentada en las particularidades y en las circunstancias históricas. 
Para comenzar, los efectos en el empleo no se han podido observar  ni negativa ni positivamente. Mientras, con TLC, la tasa de desempleo se ha mantenido en el rango del  10% de marzo a marzo, desvirtuando a quienes consideraban catastrófico el tratado, está establecido que la inversión en los sectores más dinámicos con TLC, minas e hidrocarburos, genera, comparativamente, pocos puestos de trabajo.
De otra parte, las exportaciones totales aumentaron en una cifra cercana al 6%  en 2012 a pesar de los relativamente estables precios del petróleo. Los efectos de la crisis en los Estados Unidos y la reducción de su consumo ciertamente afectaron nuestras exportaciones, como muchos han tratado de explicar, pero sin convertirse en un argumento determinante: La economía norteamericana “creció” a niveles de -0.4 en 2008;-3.5% en 2009; 2.4% en 2010; 1.7% en 2011 y 2.2% en 2012.Mientras tanto y como consecuencia de la producción petrolera, nuestras exportaciones totales entre 2007, año de inicio de la crisis y 2012 se duplicaron. No se puede utilizar unas ocasiones si y otras no, el argumento del efecto de la crisis y menos en un año aceptable para la economía norteamericana como lo fue 2012.
Mientras tanto, las exportaciones diferentes a las petroleras y mineras muestran un preocupante descenso en 2012, cercano al 13%, el cual tampoco se puede explicar por la evolución de la economía norteamericana que, por el contrario, se encuentra saliendo de la crisis y venia de unos años de “pesadilla”. Tampoco por los precios o volúmenes de las exportaciones de petróleo. Claramente, por lo menos en el corto plazo, se trata de la influencia de la tasa de cambio que ha hecho perder competitividad a nuestras exportaciones haciéndolas costosas y completando un escenario en  que los Estados Unidos se esfuerzan en sustituir importaciones.
Puede decirse, con razón, que  los niveles de la tasa de cambio también tienen como efecto el abaratamiento de las importaciones y, por esa vía, la reducción de los niveles de precios y el control de la inflación, lo cual es verdad y es positivo. Gracias a ellos los colombianos han podido comprar maquinaria y automóviles relativamente “baratos”. También alimentos como arroz, maíz, trigo etc., con sus efectos sobre el agro y manufacturas que ya empiezan a ocasionar reacciones en industrias como la del calzado.
En un mundo irremediablemente globalizado, tiene resultados complicados la elaboración de políticas fiscales, monetarias etc. en aislamiento. El control de la inflación y la política monetaria deben tener en cuenta lo que ocurre en los demás países en los que la tendencia es la inundación de dinero, en tanto aquí las tasas de interés se han mantenido, comparativamente,  altas con sus consiguientes efectos en la tasa de cambio, las exportaciones y los resultados del primer año de nuestro TLC, demostrando que  los saldos, en este caso negativos, de nuestro corte de cuentas tienen que ver con factores más “terrenales” que ideológicos en ausencia de desarrollos importantes en competitividad.
Algunas consideraciones deben ser tenidas en cuenta en este primer año: la millonaria inversión en infraestructura que comienza a ejecutar el gobierno tendrá efectos en nuestra competitividad de mediano y largo plazo y mientras tanto la política de subsidios no parece suficiente, pero es la única posible en el inmediato futuro. Por otra parte, queda la lección enorme del manejo cambiario: es difícil  esperar buenos resultados jugando “limpio”, mientras que los demás abaratan sus monedas.

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