lunes, 8 de abril de 2013

Las verdades de Samper



Por: Luis Carvajal Basto

A veces olvidamos que el narcotráfico es el combustible del conflicto armado y que, lamentablemente, le sobrevivirá. Es siempre mejor, sobre poniéndose a inmediatismo, fariseísmo e hipocresía, tan frecuentes entre nuestra dirigencia, ir al fondo del asunto sin andarse por las ramas, como lo propone Samper.


El ex presidente, quien hace 30 años “sorprendió” al país con su propuesta de comprar los entonces incipientes cultivos de marihuana, retoma en su libro “Drogas prohibición o legalización”, sus cada vez más vigentes razones para cambiar una estrategia que ha demostrado su ineficiencia.
Se han necesitado miles de muertes y el gasto inútil de millones de dólares, para que las consideraciones que antes sonaban a “herejía” se conviertan en un criterio colectivo compartido por ex presidentes, como Cesar Gaviria o en ejercicio como Juan Manuel Santos, quien ha dicho que se deben asumir “medidas que produzcan mejores resultados que los obtenidos hasta ahora para realizar nuestro trabajo de una manera más racional y eficiente” y el mismo Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, al referirse al tema, vedado hasta entonces, en la pasada cumbre de las Américas. Una encuesta de la semana pasada realizada en los Estados Unidos, principal consumidor y promotor hace décadas de la prohibición, arrojó que más del 50% de los norteamericanos están hoy a favor de la legalización.
Existen razones filosóficas, de salud pública, económicas y políticas para abordar este tema de otra manera, si no es suficiente la distorsión que en la sociedad colombiana, norteamericana y mundial han ocasionado narcotráfico y prohibicionismo. En Colombia, todos lo reconocen, ha sido el combustible de una guerra fratricida que no tiene antecedentes. Por eso, por ejemplo, expresa Samper que “la Paz en Colombia es diferente a la de Centroamérica porque aquí el narco ha financiado el conflicto armado”. Afirmación de la que se debe tomar atenta nota en las conversaciones de Paz, por fuera de ellas y después, cualquiera sea su resultado.
Desde el punto de vista económico, el ex presidente demuestra que el prohibicionismo es un pésimo negocio y una estupidez. Sus cifras son contundentes: Para obtener similares resultados en la reducción del consumo, se requieren 34 dólares en educación; 300 en interdicción y 700 erradicando la producción.
La asociación entre ilegalidad, riesgo y rentabilidad hace que la productividad del “negocio” supere toda clase de barreras y fronteras. “El negocio es tan rentable que los narcos cambian las maneras de llegar”. Las enormes ganancias explican, que en las organizaciones criminales tarden más en morir sus líderes o ser arrestados, que en aparecer otros listos a reemplazarlos a pesar de conocer, de antemano, su desgraciado destino. Prohibicionismo e ilegalidad son una decisión política y medidas similares deben asumirse para cambiar la fracasada estrategia, situada en sus orígenes en una corriente ultra conservadora que reconoció, también tarde, otra equivocada estrategia en Vietnam. Samper simplifica una propensión: “más riesgos, más utilidades, más narco”. Puede añadirse, más violencia.
Ante el fracaso de la prohibición a ultranza, además de una agenda mundial, el expresidente propone la búsqueda de medidas alternativas como la descriminalización, un camino situado, temporalmente, en el medio de prohibición y legalización .Su experiencia como gobernante le obliga a aterrizar el discurso , mediante la implementación de medidas concretas, más allá de su irrefutable sustento teórico: “se precisa una intervención activa e inmediata sobre todos los eslabones de la cadena, empezando por los cultivos ilícitos de sustancias alucinógenas, su procesamiento industrial y su distribución a través de mayores impuestos y controles. La clave del buen suceso de la transición depende de la posibilidad de introducir cambios de aplicación inmediata, algunos de los cuales incluso desarrollarían elementos de la actual política prohibicionista. No son iguales las drogas que generan adicción o comportamientos violentos a las que no los producen”.
La preocupación por un cambio en la fracasada estrategia represiva y prohibicionista, como argumento único en la lucha anti drogas, parte de la pregunta acerca de si “¿las drogas son ilegales porque son malas o son malas porque son ilegales?”. Después de 30 años, de tanto sufrimiento de nuestras sociedades, se vale decir: para verdades, el tiempo, aunque para muchos dirigentes sea más importante su ego y sus intereses personales que los problemas de Estado y nuestra historia se hubiera detenido en el momento en que los narcos corrompieron las estructuras políticas y todo lo que pudieron en nuestro país. Actúan Como si nada hubiera pasado en Colombia desde entonces.

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