lunes, 26 de marzo de 2012

El cuero del tigre



Por: Luis Carvajal Basto

¿Nos estamos asustando con el buen desempeño de la economía? Se empiezan a sentir los afectos de las altas tasas de interés.

La cifra de crecimiento del PIB, 5.9% en el año anterior superó, incluso, expectativas optimistas como las de Fedesarrollo, que en diciembre de 2010  vaticinó un 5.0.Pareciera que, luego de “caer” en 2009 al 1.7%, la economía toma un nuevo respiro y la pregunta que nos hacemos todos es hasta cuándo durará  y qué variables, a manera de políticas, pueden ayudar a que se mantenga y mejore y cuales, definitivamente, no.

El 5.9% es más importante si se considera que 2011 fue un año en que los Estados Unidos y la Unión Europea apenas crecieron un 1.7% y 1.5%, respectivamente y América Latina, en un año bueno, un 4.3%. La dinámica de nuestra economía es alentadora si se considera que en 2011 logramos, aun temporalmente, reducir a un dígito el desempleo, y la Balanza comercial continúa arrojando superávit.

Por otra parte el déficit fiscal en niveles del 4% del PIB, que añorarían países desarrollados quienes por muchos años nos impartieron lecciones de austeridad, tiende a reducirse y la meta de situarlo en niveles del 2% no parece un sueño si se consideran los éxitos conseguidos en materia de recaudos y las expectativas de la próxima reforma tributaria. De otro lado, el país avanza en el control de la inflación, consiguiendo metas que hace una década parecían imposibles.

Con un escenario así resulta razonable el optimismo de diferentes actores, tanto como inexplicable  no aprovechar decididamente las circunstancias internas e internacionales que le han hecho posible. ¿Tendremos temor de nuestro propio éxito?

El control de la inflación y la reducción del déficit fiscal no pueden considerarse una isla en el contexto de una economía internacionalizada, aun siendo determinantes como efectivamente son. El país requiere mantener un nivel de gasto público para garantizar crecimiento y empleo, faltando  bastante para que nos dejemos seducir por dogmas que reducen la capacidad de intervención de los gobiernos, como ocurre ahora en Europa, donde la penalización del déficit fiscal equivale a la renuncia, por parte del Estado y los gobiernos, a una de las herramientas que tienen para dinamizar la economía en épocas de vacas flacas. En Colombia, la inversión en serio, en infraestructura,  sigue siendo una asignatura pendiente.

Las medidas tendientes a controlar la inflación, que ha tomado el Banco de la República al incrementar sucesivamente las tasas de interés, con la excepción del pasado viernes, comienzan a producir efectos negativos en la economía a comienzos de este 2012.La producción industrial, por ejemplo, creció en enero(2.4%), pero menos que en 2011(6%);las ventas del comercio minorista aumentaron 4.9%, bastante  menos que el 12.1% del anterior enero; la producción del sector fabril aumentó 2.4 en tanto había crecido al 6.0%,Pero  la cifra más preocupante, sin duda, es la caída en las licencias de construcción, del orden del 15.0%, que , de mantenerse, tendrá efectos negativos en el empleo a lo largo del año.

Todo esto nos lleva a deliberar acerca de lo que es verdaderamente importante en un contexto francamente favorable. El efecto psicológico y económico del aumento de las tasas de interés, se está convirtiendo en un freno indeseable para el buen desempeño de la economía y sobre ello deberían reflexionar los miembros de la junta directiva del Banco de la República quienes, paralelamente, deben lidiar con el flujo de dólares que ello produce y sus consecuencias en la tasa de cambio.

Luego de décadas de frustrante desesperanza, Colombia comienza a ver luz al final de un largo túnel. No parece apropiado que nosotros mismos coloquemos talanqueras a nuestras posibilidades de crecimiento, ni siquiera por la amenaza, siempre latente, de un recalentamiento por comprobar. Queda la impresión de que una vez muerto el tigre, estamos asustados con su cuero.

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