lunes, 12 de marzo de 2012

Caos en Bogotá



Por: Luis Carvajal Basto

Luego del desgreño con que ha sido administrada la ciudad en los últimos años, no resulta tan sorprendente la asonada del viernes.

A dos meses largos de su posesión Petro parece atrapado en su condición de dirigente opositor y animador de debates, mientras la ciudadanía espera y necesita que gobierne.
La crisis de Transmilenio ha puesto de presente la fragilidad política del gobierno distrital. Las afirmaciones del alcalde según las cuales los responsables del caos serían sus ex compañeros no le salvan ni disminuyen sus responsabilidades. A los ciudadanos que no participaron en las protestas, o sea la mayoría, les queda la sensación cierta de que el asunto se le está saliendo de las manos.
Su teoría según la cual gobiernos anteriores negociaron contratos de manera inadecuada con los transportadores, tampoco le exculpa: se esperaría de un gobernante eficiente una actitud proactiva frente a hechos que se veían venir. A estas alturas no puede andar “descubriendo” que hay intereses encontrados en el transporte público. Si las condiciones no le convienen a la ciudad, para eso están el ejercicio de la autoridad, los tribunales, el manejo político y la denuncia pública. El alcalde parece conforme con la última, seguramente pensando que produce réditos políticos. Mientras la gente esperaba soluciones para transportarse, Petro informaba por Twitter.
Varias actitudes del gobierno produjeron extrañeza: su ausencia notoria, como alcalde electo, durante las inundaciones de fines del 2011; sus vacilaciones y demoras al nombrar gabinete y los efectos de sus declaraciones sobre el futuro de las empresas de servicios. Un ejemplo de que una cosa es ganar elecciones y otra gobernar. La actuación del gobierno en esta crisis ha sido, cuando menos, errática.
Pero las debilidades del gobierno no nos permiten dejar de condenar la barbarie y saña con que atacaron los vándalos el mobiliario público que se paga con los impuestos de la gente. Los responsables deben ser castigados sin excusas. Una diferente mirada de la política, el gobierno o sus intereses económicos no autoriza a nadie para promover, servir de cómplice o aplaudir en silencio lo que ocurrió. Todo indica que sus autores no son tan espontáneos como anónimos.
Transmilenio se había convertido en el símbolo de un modelo exitoso de ciudad que comenzó en la administración Liberal de Jaime Castro, quien recuperó sus finanzas y permitió a los mandatarios posteriores ejercer gobernabilidad política, económica y administrativa. Con los articulados reemplazamos, en gran parte, la guerra del centavo y pudimos transportarnos de manera más rápida. Ha sido el primer hecho serio para promover el servicio público y transformar la cultura del transporte. Por fallas, controversias desajustes o ineficiencia, apenas naturales, la ciudad no puede retroceder.
El alcalde debería recordar que en medio de las crisis surgen oportunidades. Si hay asuntos para replantear ningún escenario será mejor que este, en el cual, sin embargo, no basta con hacer denuncias. Es el momento de establecer las condiciones que permitan dar un paso adelante en la construcción del sistema integrado de transporte y la fórmula no es otra que autoridad y búsqueda de consensos con todos los interesados. La parte que corresponde a uno y otro depende del tino del alcalde.
Las nuevas troncales y la obsolescencia de los buses actualmente en servicio se encuentran en el centro de discusión. Se requiere una inversión en nuevos vehículos que hacen suponer la ratificación de las condiciones negociadas o el establecimiento de unas nuevas. Por supuesto que ello implica un pulso en el que la administración debe proteger el interés ciudadano sin que ello suponga la cesación del sistema.
Las dos administraciones anteriores de Bogotá como la actual, fueron elegidas por una corriente de opinión de la cual han hecho parte quienes, según el alcalde, promovieron la asonada y los actos de vandalismo. A Petro corresponde gobernar y luego resolver las diferencias con sus ex copartidarios y amigos, responsables de lo que ocurre hoy en la ciudad.

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