lunes, 21 de noviembre de 2011

Tarjeta roja para tres gobiernos



Por: Luis Carvajal Basto

La crisis actual lleva nuevos protagonistas al manejo de esos estados, pero atención: se está transformando también la democracia.

Con la derrota del PSOE en España, a manos de los conservadores del PP, van tres gobiernos que “caen” en las últimas semanas en Europa, luego de Grecia e Italia. Todo parece indicar que el efecto dominó,  el que “tumba” presidentes, seguirá próximamente en la Francia de Sarkozy, quien, según las encuestas, sería reemplazado por F. Hollande, candidato socialista. ¿Qué será lo que ocurre cuando, independientemente de su color político y las fórmulas aplicadas para resolver problemas similares, el común denominador es la impopularidad, el desgaste y la pérdida de credibilidad en los gobiernos?

Por supuesto que existen diferencias de matices, pero los problemas son, básicamente, los mismos: desempleo, desajuste de ingresos y gastos del estado o deuda e inconformidad, debiendo añadirse una dosis grande de desencanto, frustración e indignación que ha surgido como un problema global y no encuentra respuesta en los partidos políticos. En un mundo interconectado, la cosa es tan delicada que un gobernante irresponsable en Grecia, al convocar un referendo nacional, un asunto de “soberanía”, puso al mundo patas arriba.

La palabra de moda es, otra vez, desconfianza, pero no solo de los ciudadanos del común hacia los gobiernos sino de los inversionistas y empresarios que ha puesto a las bolsas en todo el mundo en un movimiento oscilante, a veces diario, dependiendo de los anuncios que se hagan. Podemos llamarle, en adelante, el efecto yoyo de esa desconfianza y el cual genera, entre otras cosas, grandes utilidades a los especuladores que aciertan en el funcionamiento del “modelo”.

Si algo es cierto en esta situación, es que ha sido la falta de intervención del estado  responsable de la burbuja financiera que está en el origen de la actual crisis. Sin embargo, no lo recuerdan así los electores que en España han votado, mayoritariamente, una propuesta que, claramente, está en favor del adelgazamiento del gobierno y la reducción de su capacidad de injerencia.

Puede ser que los ciudadanos del común no se encuentran suficientemente informados y no saben cosas como que el desempleo en España está relacionado con el crecimiento económico y el empleo en China y que muchos empresarios, que no le creen al gobierno y reclaman menos reglas, prefieren encargar sus producciones en un país en que la mano de obra es barata, las normas ambientales laxas y la productividad, así como las utilidades, alta.

En gracia de discusión, pongamos que el nuevo gobierno logra disminuir los controles ambientales, las reglas estatales y los salarios al punto de generar empleos comparables con los de su competencia China: ¿Aceptarían los españoles una forma de competitividad basada en empleos precarios? Resulta difícil esperar un incremento de su propia productividad a niveles comparables con las ventajas que obtienen  al producir en Asia o por encima de ellos, para ofrecer  mejores salarios, así que lo que se puede esperar, hacia el futuro, es el aumento del desencanto y los indignados. La paradoja es que un Rajoy casi sin proponer, demolió a unos socialistas que, desde el gobierno, casi sin gobernar, no fueron consecuentes con su propio discurso.

Ayer, el columnista Moisés Naim recoge una fórmula que por difusa, no es menos interesante, como punto de partida para detener o, al menos, entender este difícil momento: sugiere globalizar la política y hacer más locales las finanzas. El asunto no es tan simple porque están comprometidos las instituciones  y el régimen político, incluyendo los medios para ejercer la política. Una pancarta en las recientes movilizaciones en España, sintetiza bien la cosa dice: “plazas, urnas, votos, redes, tic´s”. Se está transformando la democracia. Diríamos que, de hecho y como consecuencia del desarrollo tecnológico, la política da pasos, o saltos, hacia su globalización.

Una situación parecida a la de España, afronta el presidente Obama en los Estados Unidos, quien lucha para no entrar en la lista de damnificados en esta época de desbarajuste para los gobiernos ¿Cuánto tardaremos para darnos cuenta  de que sin unas reglas mínimas en la globalización son los ciudadanos del común, en todas partes, primeros y últimos perdedores? No es solo un problema ideológico, es uno de administración, aunque quienes votan no se den por enterados, por estar ocupados buscando un empleo, ni la mayoría de partidos, por invertir sus esfuerzos, casi exclusivamente, en acceder a los presupuestos públicos, mientras la credibilidad del sistema político, el andamiaje institucional y las economías se derrumban.

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