sábado, 11 de junio de 2011

El presidente y la unidad liberal


Por: Luis Carvajal Basto

Al homenaje al expresidente Gaviria asistieron los líderes de las diferentes tendencias del liberalismo histórico, incluidos el actual liberalismo oficial, Cambio Radical, el expresidente Samper y, por supuesto, el presidente Santos. ¿Se están sentando las bases de una renovada unión liberal?

Sin duda la capacidad de convocatoria del expresidente Gaviria es hoy mayor que nunca antes. Su dimensión empieza a ser reconocida por su liderazgo internacional, los cambios Constitucionales y su irrenunciable compromiso en la lucha contra la corrupción. También ahora, como gran hacedor del giro político que ha culminado con la elección del presidente Santos, como este lo reconoció, lo cual nos lleva a concluir que si bien el liberalismo oficial fue arrasado en las presidenciales solo fue para que otro liberal, el mismo Santos, llegara a la Presidencia.

Sin embargo, resulta claro que también es el discurso liberal del hoy presidente, el que hizo posible que se sentaran en la misma mesa antagonistas como el expresidente Samper y su Vicepresidente De la Calle. Detrás de eso podría pensarse que camina la Unidad liberal, asunto para el que en realidad falta más que un merecido Homenaje.

Vale recordar que la penúltima gran división de los liberales fue propiciada por un Conservador, el expresidente Pastrana, a quien hicieron eco y siguieron el Vicepresidente De la Calle y el Hoy director del liberalismo y que la última tuvo que ver con la oposición a ultranza del liberalismo oficial de Horacio Serpa a la seguridad democrática del presidente Santos, cuyos más fervorosos malquerientes entonces hacen hoy parte de la coalición que gobierna.

Lo anterior sirve para ilustrar que en la política contemporánea el pragmatismo supera las diferencias ideológicas. Está probado que los entonces calificados como neoliberales no lo son tanto, en cuanto para el liberalismo colombiano es fundamental el papel del Estado en la redistribución del ingreso, cosa que nadie discute, y que quienes criticaban la Seguridad Democrática, de la que el presidente ha sido emblema, lo hacían como argumento político y no como asunto de principios o Estado.

Estando claro que hoy día las controversias ideológicas entre las diferentes tendencias liberales pueden ser superadas, toca resolver la realidad política, en la cual la voluntad del presidente Santos resulta determinante. Afortunadamente, todos parecen comprender que a tono con las buenas perspectivas económicas de la nación, nuestra democracia requiere de partidos e instituciones sólidas, lo que debería facilitar las cosas.

En la dinámica de unidad existen dos variables o pasos que se deben afrontar: la convergencia de las vertientes históricas en el Congreso para conformar mayorías y, más importante y complejo que ello, reivindicar la imagen del liberalismo en los electores que se sienten liberales pero no reflejados en el partido.

La convocatoria de una nueva constituyente liberal puede servir como instrumento a esos fines, dependiendo de quién, de qué manera, a quien y cuando se convoque. El partido debe estatutariamente realizar su congreso antes de diciembre y no parece que exista el tiempo y los medios necesarios para sustituirlo por una constituyente. Pero menos entregar su dirección a quienes resulten electos porque continuarían ausentes las mayorías que se sienten liberales. La gran opinión. Como referencia, para adquirir una mínima legitimidad política, se deberían superar los casi tres millones de votos con que fue elegida la constituyente anterior.

Así las cosas, la unidad de la dirigencia liberal, pese a sus complejidades y vericuetos, puede resultar una tarea más sencilla que recuperar la credibilidad del partido y las mayorías perdidas. ¿Qué le va a proponer a los colombianos de Hoy? Haría falta, antes que un congreso para elegir dignatarios, un debate profundo en que se exprese la gente, uno que la estructura oficial le debe a los liberales desde hace años, los mismos en que redujo su que hacer a la política parlamentaria, divorciándose de la opinión y perdiendo su influencia y las elecciones en las grandes ciudades. Por eso, a pesar de las dificultades, resulta indispensable la Constituyente.

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