lunes, 11 de abril de 2011

¿Nos sirve este TLC?


Por: Luis Carvajal Basto

El acuerdo con el gobierno norteamericano es un logro de la política exterior de Colombia pero también una inmensa responsabilidad que pondrá a prueba nuestra capacidad de desarrollar ventajas competitivas. Vale recordar que las exportaciones han venido creciendo sin TLC.

El TLC, como toda ampliación de mercados, es una oportunidad que desarrolla el principio de la especialización y puede generar ganancias a los dos países, un gana-gana, como lo demostró matemáticamente hace siglos uno de los padres de la economía, David Ricardo , ratificado por el auge del comercio mundial en esta era global en que autonomía e independencias nacionales no son sinónimos de enclaustramiento o aislamiento, los cuales caben solamente en discursos interesados, politizados o ideologizados para la galería.

Después de la justificación económica, están las conveniencias políticas que han tenido en vilo nuestro acuerdo con los Estados Unidos. El interés manifiesto de la administración Bush se estrelló con el discurso demócrata, entonces en ascenso. El Presidente Obama fue el más duro opositor al tratado, fustigado por los sindicatos norteamericanos que, en un país que alcanzó índices de desempleo del 20% en algunos estados, hicieron lo que hacen los sindicatos: defender el trabajo de sus asociados.

El giro de la administración Obama puede explicarse tanto por el esfuerzo de la diplomacia colombiana como por los intereses estratégicos de los Estados Unidos que deben anteponerse a su puja política interna. Es el reconocimiento a un aliado al que además, esperan incrementar sus ventas en un billón de dólares al año, como lo explicó el mismo Obama. No son incompatibles intereses de Estado y buenos negocios.

Pero los condicionamientos del gobierno norteamericano a la firma del tratado no son solo una mano de barniz para matizar la dura oposición de sectores demócratas. La defensa de los derechos laborales y el respeto a la vida no pueden ser cuestionados en ningún escenario. La paradoja consiste en que el mundo y los mismos Estados Unidos, se encuentran invadidos por productos fabricados en países como China, en que los mínimos de la OIT que nos reclaman, no se cumplen y tampoco los ambientales que ponen en riesgo a las personas y al planeta.

Más allá, puede afirmarse que el actual esquema productivo mundial se basa, precisamente, en una deslocalización internacional de la producción que sitúa una parte fundamental de esta en países que no cumplen esos mínimos. Casi todas las grandes empresas han establecido o trasladado sus plantas productivas a China en cuanto las restricciones laborales y ambientales en los países de origen “encarecen” la producción. Es lo que hacen firmas europeas y norteamericanas.

En un extremo, la aplicación de las normas exigidas por los Estados Unidos puede incrementar la elaboración de productos para el mercado colombiano, por parte de los empresarios que ya lo hacen, en la misma China generando desempleo en Colombia. Con el agravante que factores de competitividad como la infraestructura de vías, el precio de los combustibles y el altísimo costo de los fletes internos, por ejemplo, “sacan” a nuestra producción del mercado, para no hablar de la baja calificación de los trabajadores.

En este punto, conviene recordar que sin TLC pero con APDEA y con el comercio con Venezuela embolatado, por razones políticas o porque no nos pagan, nuestras exportaciones en los dos primeros meses del año crecieron a la increíble cifra del 33% en los dos primeros meses de este año. La cosa no es tan compleja: costo-beneficio o sumar y restar. ¿Nos dará más el TLC que lo que nos va a “quitar”? Alistémonos para ser más competitivos. Lo demás es cuento chino.

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