lunes, 18 de abril de 2011

Metro sí, pero no así


Por: Luis Carvajal Basto

El debate acerca de la conveniencia del metro para Bogotá muestra a los actuales candidatos a la Alcaldía desconectados de la realidad. Las preguntas que debemos hacernos, luego de definir el diseño apropiado y el esquema de financiación, son del tipo ¿Tenemos la capacidad de ejecutarlo sin traumatismos comparables con los que ha padecido la ciudad con obras mucho más pequeñas como la fase tres de Transmilenio? O ¿Vamos a contratar una mega obra como esa sin tomar medidas para erradicar la corrupción? O ¿A cuánto ascenderán los sobrecostos y quién los va a pagar?

Un sistema de movilidad con armonía entre diferentes los sistemas de transporte, incluido Transmilenio, metro y cable aéreo, en sectores como Ciudad Bolívar, es la respuesta apropiada a las necesidades crecientes de Bogotá. En eso todos parecen estar de acuerdo. El costo de la primera línea o el bajo número de pasajeros que inicialmente movilizará, contrario a lo que expresan algunos candidatos, no puede ser un obstáculo infranqueable. Los expertos coinciden en que como contraprestación, el mantenimiento es mucho más bajo y también, en su madurez, el costo por pasajeros movilizados y la eficiencia en los tiempos de transporte.

La financiación tampoco es un problema: En las condiciones de Colombia hoy ,cualquier entidad o país se compromete con el proyecto, en cuanto las finanzas del Distrito están suficientemente saneadas, desde la administración Castro, como para ser una atractiva prenda de garantía, tanto que el ex Presidente Ernesto Samper hace pocos días presentó un estudio en el que se demostraba que la ciudad, por su cuenta, tiene el musculo financiero para desarrollar el proyecto, aun cuando el gobierno del Presidente Santos se ha mantenido en su compromiso de cofinanciarlo.

Pero es que los problemas no están en la conveniencia, necesidad o en la consecución de recursos sino en la contratación, administración y ejecución de uno de los proyectos más grandes, sino el más, de la ingeniería en Colombia. Luego de lo visto este año y sin mirar hacia atrás, se puede decir que en las condiciones de la ciudad hoy su implementación sería, cuando menos, caótica.

Bogotá no tiene, en este momento, la madurez administrativa requerida para desarrollarlo ni su esquema institucional permitiría que pudiéramos dormir tranquilos mientras nos endeudamos. Las herramientas para administrar la ciudad, como el estatuto orgánico, están desactualizadas y en crisis como se ha visto.

El concejo distrital, ya no está en las juntas directivas de las empresas públicas, pero ha escogido contralor y personero con una fuerte influencia de los últimos alcaldes a quienes deberían controlar. Una necesaria reforma debe permitir que los entes de control sean elegidos por voto popular en fechas diferentes a las elecciones de Alcalde y Concejo.

Por otra parte, ha quedado claro el fracaso del actual esquema de contratación. Con lo que tenemos, nada hace pensar que el proyecto del metro escapará a lo que ha ocurrido en Bogotá y en el resto del país con los carruseles de la contratación. ¿Cuánto costaran los sobrecostos y las demandas en un proyecto de esta magnitud? ¿Cuantas décadas tardaremos en terminarlo? ¿Tendremos que irnos a vivir a otra parte mientras tanto?

Necesitamos poner la casa en orden antes de amoblarla. Este debate no trata solamente de la conveniencia del metro.

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