lunes, 11 de febrero de 2013

Juegos de guerra



Por: Luis Carvajal Basto

¿Alguien todavía considera que el secuestro es una herramienta para reducir la pobreza o conseguir la Paz?


El secuestro de dos ciudadanos alemanes, por parte del ELN, puede entenderse como un mensaje para decir “aquí estamos”, reclamando atención del gobierno y el país, ahora que por las negociaciones de la Habana el “protagonismo” lo tienen las FARC, organización que ha anunciado ayer la liberación de los policías recientemente secuestrados. Olvidan que fue la práctica del secuestro, entre otras razones, uno de los motivos más fuertes del suicidio político y la derrota militar de ambos, aunque no lo quieran reconocer.
¿Alemanes? Pero si ese país ha estado dispuesto siempre a ayudar en diálogos con los elenos. ¿Serán espías, inermes, de la tercera edad? En todo caso no se parecen a James Bond.
El ELN fue hijo de la revolución cubana. Estaba en auge la teoría según la cual los focos guerrilleros serían suficientes para “tomarse el poder” y desde allí transformar las estructuras económicas políticas y sociales, en que predominaba una “oligarquía terrateniente”. Sin embargo, después de casi sesenta años, ha demostrado su inviabilidad dejando en el camino una historia que poco vale recordar. Las “estructuras” y súper estructuras, incluida la nueva Constitución, se transformaron y también el mundo, pero algunos estaban tan ocupados ejerciendo su violencia que no se dieron cuenta.
Después de tanto, de esa “escuela”, en nuestra América, solo cubanos y sandinistas están en el gobierno, los últimos por la vía de los votos. Cuba, con su dignidad y su historia incorporadas, como Corea del Norte se parecen más a dictaduras familiares que a sinónimos de Libertad. ¿Alguien extraña o añora la cortina de hierro? No hace falta ir muy lejos para afirmar que esa propuesta fracasó, dando paso, en Colombia, a una guerrilla aislada vinculada y permeada por la corrupción del narcotráfico. Mientras tanto, otros, como la presidenta del Brasil y el de Uruguay, mantuvieron su discurso y accedieron al gobierno, democráticamente, pudiendo hacer de sus propuestas realidades. Con seguridad han hecho más contra la pobreza que todos los secuestros y asesinatos de otros. El M19 da testimonio de ello, aunque sus ex estén demorados en hacer un curso acelerado de gestión pública, lo que es otro asunto.
No les falta razón a quienes hablan desde ahora del post conflicto. Es que en muchos casos estamos en él por cuenta de los hechos. ¿Cuantos ex dirigentes y ex miembros de esas guerrillas “soñadoras” se transformaron, desde hace rato, en líderes y miembros de lo que ahora llamamos bandas criminales? ¿Cuántos de los “oligarcas” contra los que los Vásquez Castaño y Camilo Torres iniciaron su guerra, fueron reemplazados por violentos y narcos a quienes, como a los más pobres, despojaron de sus tierras? No caben añoranzas acerca de las razones ideológicas en los orígenes del conflicto. La barbarie que se vino no deja. Las masacres, los secuestros y la violencia criminal, inédita en un país que estaba acostumbrado a defender y confrontar ideas. Un credo que cedió el paso al del enriquecimiento rápido y a cualquier costo. Y al asesinato cobarde y sobre seguro.
Por eso a la derrota política de las guerrillas se ha sumado lo que conocemos como “derechización” del país. No como un rechazo a ideas o postulados sino como una expresión de supervivencia frente a la anarquía y el caos. En ese escenario las guerrillas no viven, apenas sobreviven ante la indiferencia y el rechazo de la sociedad colombiana que ha preferido en silencio excesos de autoridad que ausencia de ella. En el fondo, sus argumentos ideológicos fueron superados por la Constitución de 1991, dejando el discurso de los violentos en franca y expuesta obsolescencia. Para conseguir reformas mejor con el Estado que en su contra. Lo que ocurre en todo el mundo, desde la crisis de 2008, confirma que la utopía del Estado Liberal aún debe ser refrendada.
Esta Colombia de 2013 no resiste más actos violentos ni secuestros, ni siquiera como pretexto para aparecer en el mapa mostrando capacidad de distorsión. Las fronteras entre conflictos y terrorismo están establecidas en todas partes del mundo. Los medios y la opinión tampoco tragan tan entero como hace 60 años y el fracaso de la “paz” del Caguan ya nos enseñó que no se apagan incendios atizando la candela y no convienen más que a los pirómanos de oficio. Quien quiera seguir secuestrando para conseguir opciones políticas está, de hecho, renunciando a ellas. Lo demás es cuento viejo. Tiene más de sesenta años.

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