sábado, 14 de noviembre de 2009

La guerra de Chávez (¿en verdad es por las bases?)


Por: Luis Carvajal Basto
Debería saber que las inclinaciones políticas de los colombianos y de los mismos venezolanos, no se pueden cambiar mediante trabas al comercio, amenazas o violencia.

Hacer la lista de sus ofensas excede el espacio de esta columna. Pero muchas han estado sucedidas de su respectiva marcha atrás, lo cual deja el análisis con las cosas que hace y no con las que dice, no por ello menos preocupantes.

Tres cosas deben intranquilizar a los colombianos del “modelo” Chavista : su proclamado expansionismo redentorista, la forma como el comercio se ha visto afectado y el armamentismo con que ha querido consolidar su idea de socialismo del siglo 21, cuya fórmula, al decir del ex Presidente Carlos Mesa, solo conoce el mismo Chávez.

Las intenciones de expandir su proyecto encuentran más similitudes en el fracasado modelo Soviético de pos guerra, con el paso victorioso de ejércitos tratando de imponer una ideología, que en el de la Unión Europea, el cual ha buscado la unidad política desde la integración Cultural, comercial y económica.

Los resultados del primero están a la mano: el muro derribado y las estatuas de los dirigentes de la “revolución” arrastradas por las calles de los países que ese tipo de socialismo “liberó” y del que no quedan en Europa más que malos recuerdos. Cincuenta años después, un Chávez trasnochado quiere construir otro muro y ordena, a discreción, el cierre de fronteras e interrumpe un comercio con raíces estructurales, ancestrales y naturales. Esta vez, su reversa es en contravía de la Historia.

La reducción del comercio ha hecho perder miles de empleos en Colombia pero no los ha creado en Venezuela. El ánimo de retaliación ha partido de efectuar sus compras a terceros (síndrome del mal vecino), desandando el camino de la integración. Por otra parte, nada ha cambiado tanto, al menos para bien, en Venezuela, y su Economía sigue atada a los caprichosos precios del petróleo después de diez años de discursos.

No es un delito expandir una idea pero pueden serlo los medios que se usen para conseguirlo. Son expresiones suyas “mándeme un contingente de tanques a la frontera”, “enviamos los Sukhoi” y “vamos por la guajira” o hechos como traer a la Armada Rusa a patrullar ( y a conocer) el Caribe. Por siglos, no se ha necesitado de violencia, armas o soldados para que el territorio de Colombia sea de nuestros hermanos del otro lado. El mismo Chávez, en su momento, recibió nuestra hospitalidad y sintió la calidez de los colombianos, los mismos a quienes ahora ha proclamado una guerra.

Y todo lo anterior ocurrió cuando no se había firmado la extensión de un tratado que permite utilizar bases colombianas a los Estados Unidos (¿No se le habrá ocurrido pensar que alguna motivación para este han sido su armamentismo y amenazas, es decir lo contrario?), lo cual deja en evidencia un pretexto que nadie cree. Ni el congreso de Brasil, con una fuerte presencia se los amigos de Lula, ni la prensa Libre de los Estados Unidos, ni un ícono de las Libertades como el diario El País de España, ni sus compatriotas que en un 80% rechazan su actitud belicista, y mucho menos la inmensa mayoría de los colombianos.

Así que su guerra, Presidente Chávez, afortunadamente la perdió sin dar batalla, entre otras razones porque de este lado no encontrarán nuestros hermanos Venezolanos ninguna disposición al fratricidio. Somos, como ellos, gente de trabajo y después de tanto solo queremos vivir en Paz y prosperar. Si de algo sirve, nos damos por “derrotados” por anticipado, pero por favor pare, Presidente. Los hijos de Bolivar y Santander, a ambos lados de esta difusa frontera, a quienes usted dice defender, se lo agradecerán.

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