lunes, 10 de febrero de 2014

Votos blancos: ¿novedad o estrategia?


Luis Carvajal Basto
Las más recientes encuestas coinciden en un alto porcentaje de votos en blanco e indecisos. ¿Qué significa?
Por: Luis Carvajal Basto
Salvo por un pequeño detalle las cifras que muestran las encuestas resultan difíciles de entender: una cosa es la intención de voto, medida a  cuatro meses de la elección, y otra el porcentaje efectivo de votantes. Según la más reciente medición de Datexco, por ejemplo, el 74% de los encuestados tiene intención de votar y, dentro de él, el 30. % votaría en blanco mientras el 14.5% no sabe, aún, por quien. El resultado aparente  “descresta”: sumados, el 45% de “habituales votantes” parece inconforme con la lista de candidatos, mucho más allá de las cifras históricas.
Una simple observación al estudio del DANE sobre cultura política en que el 46.2 % se siente representado por el espectro de fuerzas  que hoy existe, una cifra ligeramente inferior a la de votantes reales habituales, entra en contradicción  con las interpretaciones  de estas encuestas, máxime si se considera la probable integración a la oferta política de lo que hasta ahora ha sido una organización ilegal como las FARC, en pleno, y ojalá exitoso, proceso de Paz. ¿No parece absurdo que con el Uribismo movilizado, escogiendo candidato entre el quemado Zuluaga, Martha Ramírez y Peñalosa y la “izquierda” representada en un sector del Liberalismo, el Polo,  progresistas y la desaparecida UP; más los Verdes etc., la gente quiera votar en blanco como nunca antes?
Pues claro que es absurdo. Más bien, es engañoso e irreal o facturado con el deseo. La verdad es que si bien la participación electoral ha rondado el 50% en los últimos veinte años, con un pico de 59% en 1998 y un piso de 45% en 2006, no hemos tenido ninguna del 74% como pregonan, inocentemente, muchos “interpretes” de  encuestas. De allí surge la explicación al cacareado  e inflado 30% de votantes en blanco.
El voto en blanco también es democrático y por supuesto que vale, pero no cabe hacer cábalas con un cambio tan inesperado como inexplicable de nuestra conducta política, a menos, claro,  que nos encontráramos ante una situación excepcional, como una dictadura repentina, en cuyo caso es difícil pensar que se permitieran o  publicaran elecciones y encuestas.
La pérdida de credibilidad en la política es un factor común en las democracias contemporáneas. En Colombia, transfuguismo,   corrupción y mala política han “ayudado” en  un proceso de des institucionalización. Debemos persistir en regenerar la política pero su desaparición es improbable, salvo por lo que piensan los fanáticos de las dictaduras, que los hay.
La habilidosa maniobra  en la convención conservadora, que resultó en la candidatura de Martha Ramírez; la casi segura candidatura de Peñalosa por los Verdes, como “caballos de Troya”, y la presentación inflada del voto en blanco, pueden ser hechos aislados pero también una estrategia con la pretensión de cambiar el escenario  político, buscando capitalizar los supuestos votantes blancos.
En estas circunstancias el presidente  Santos parece inexplicablemente  conforme con la expectativa de Paz, la exhibición de logros de su gobierno y el efecto que producirá su candidato a vicepresidente para mantener la ventaja que hoy tiene en las encuestas, un camino que le lleva directo a la segunda vuelta. Pero  le llegó la hora de ejercer como  candidato aunque no sea por la “amenaza” del voto en blanco que, por ahora, es infundada.
@herejesyluis
Posdata: Es extraña la tranquilidad de miembros del equipo económico del  gobierno, ante la subida del dólar que encarecerá los productos importados y  generará inflación, en plena campaña.

No hay comentarios: