lunes, 12 de noviembre de 2012

Nuevos retos para Obama



Por: Luis Carvajal Basto

"…es el primer presidente que gestiona la crisis y gana" Felipe González.



Si. No solo fue el primer presidente negro de los Estados Unidos. En un escenario internacional recesivo y casi depresivo, que ha cobrado la cabeza de sus mandatarios y partidos de gobierno, también fue la excepción. Pero la celebración duró bien poco y, de inmediato, debe afrontar enormes tareas.
Por lo general, una vez elegidos, los presidentes tienen un periodo de gracia que en este caso no aplica. Si no logra un acuerdo antes de diciembre con los republicanos, que mantienen el control de la cámara, sobre el techo de la deuda, los Estados Unidos entrarían el próximo año en cesación de pagos. Los efectos de algo como eso en la economía mundial son difíciles de pronosticar. Rápidamente debe maniobrar.
La economía estuvo en el centro de la campaña presidencial y lo seguirá estando ahora, pero, si resuelve tomar el toro por los cuernos, la tarea más compleja que afrontará, tiene que ver con medidas políticas, de gobierno, que le permitan modificar el cerco conservador que ha reducido la capacidad de intervención de los gobiernos en muchos países mediante medidas como las del techo de la deuda. Si no hubiese aumentado el gasto público desde 2009, el mundo se habría visto ante una catástrofe, pero solo para ser aplazada hasta 2013.
El presidente tiene un mandato actualizado que debe utilizar con firmeza. Se trata de una visión ratificada en las urnas de manera informada y consciente por las mayorías. Una cuestión de principios, acerca del papel del Estado, aplicada a la política del día a día. El New York Times, por ejemplo, editorializó después del triunfo que “En términos más generales, los votantes del Medio Oeste parecían respaldar el argumento del presidente de que el gobierno tiene un papel importante en la creación de empleos del sector privado e impulsar la economía. Ellos rechazaron la posición de Romney de que Washington simplemente debe mantenerse al margen de estas cuestiones y dejar que el libre mercado funcione a voluntad”. Tal es el mandato que recibió el presidente Obama.
Como están las cosas y dado el carácter global de la economía y los mercados, esa decisión del elector Norteamericano trasciende la política interna. Se trata de lograr unos nuevos consensos mínimos acerca del papel de los gobiernos con sus pares europeos y asiáticos, fundamentalmente. Corresponde al presidente Obama liderar un proceso de sincronización de las políticas públicas que corresponda a los problemas globales. Tenemos un ordenamiento institucional internacional previo a la globalización que ya no funciona. Para la muestra el caos en que se ha visto el mundo en esta crisis, sin referirnos a problemas transnacionales como el de medio ambiente o drogas ilícitas. Mercados globales que no encuentran respuestas en gobiernos nacionales que, por otra parte, han perdido gobernabilidad frente a los locales de grandes ciudades.
El asunto más complejo que ha develado la crisis de 2008-2009 es la falta de respuesta de las instituciones de gobierno a esos problemas. Ante argumentos ciertos como ineficiencia y corrupción en la gestión pública, se dieron batallas políticas que culminaron con relevos en los partidos de gobierno, pero que en el fondo han promovido el debilitamiento del Estado Liberal, que en realidad es patrimonio de la humanidad. Medidas como el techo fiscal tienen mucho de razonable, pero funcionan como una camisa de fuerza que condiciona la función y la capacidad de intervención del Estado.
El triunfo de Obama es una forma de decir “alto” a un modelo irracional que no ha tenido ningún inconveniente en llevarse por delante a las instituciones de gobierno con todo lo que ello implica, aunque, como consecuencia de la corrupción la mala política y peores políticos, el desgaste de los partidos y la democracia, en muchos lugares del mundo, no necesite ayudas exógenas.
Recuperar las finanzas públicas, reducir la cifra de doce millones de desempleados, conseguir competitividad de su propia industria, por ejemplo, son metas para las que resulta imprescindible un acuerdo de mínimos en la globalización entre los gobiernos del mundo. La tarea más importante del presidente Obama, el primer ciudadano negro en ser elegido presidente de los Estados Unidos, el primero en ratificarse en medio de la crisis, consiste en ser el primero en consensuar esas nuevas reglas que permitan a los hombres y mujeres de los Estados Unidos y de todo el mundo, beneficiarse del progreso tecnológico y la globalización en lugar de padecerlos.
@herejesyluis

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