martes, 28 de agosto de 2012

DEFENSA DE LA DENOSTADA CÁTEDRA MAGISTRAL

Por Ruben Sanchez David, PHD


Hoy en día los soportes que permitieron el desarrollo de la modernidad en el campo de las ideas tambalean y muchos de los saberes y prácticas en los que se confió se tornan obsoletos lo que obliga a hacer un alto en el camino y a reflexionar sobre lo que se debe cambiar y lo que se debe conservar.

De acuerdo con los entendidos, en las nuevas generaciones se forjan nuevas subjetividades, es decir, nuevas creencias relacionadas con lo que nos parece que somos y lo que hacemos. Buena parte de ello se debe a la tan mentada globalización y a las revoluciones tecnológicas que dieron nacimiento a la videocultura y a la cultura del consumo desenfrenado.

El resultado de los cambios de civilización a los que asistimos sin poder evaluar con certeza sus efectos ha sido, entre otros, un debilitamiento objetivo del poder soberano que ejercían la familia y la escuela. Ni los niños ni los docentes son idénticos a lo que eran algunas décadas atrás. Los cambios producidos en las relaciones económicas y los lazos que los mercados y el consumo promueven socavan los valores tradicionales y el papel de las instituciones. Los niños citadinos ya no juegan en los parques pero frecuentan los centros comerciales.

En la actualidad se constata una casi inversión en la relación paterno filial que tiene consecuencias en la relación maestro alumno. Se ha pasado de una escena en la que el padre impartía normas, quizá autoritarias pero reguladoras, a otra en la que se idealiza al niño y se le da un status similar al de los adultos.

Antaño la familia criaba y la escuela educaba para lo que había que ser (básicamente buenos ciudadanos conocedores de un oficio). Los padres eran los agentes de socialización primaria de los niños y el aparato educativo transmitía matrices de modos de ser. En la sociedad contemporánea la publicidad asume la tarea de educar tanto a los niños como a los padres y a los maestros lo cual produce una especie de homegeneización con relación al uso de objetos nuevos y con frecuencia las solicitudes mediáticas ponen en jaque los rituales institucionales.

La infancia no transcurre ya tan almidonada como en los años 50. Su status ha variado y la subjetividad de los niños se constituye de manera distinta y sobre diferentes soportes bajo la influencia de la tecnología y los medios masivos de comunicación. El contacto cada vez más abarcativo con el mundo externo se encuentra más y más mediatizado. El lenguaje visual desborda lo transmitido por los padres y la escuela y en la sociedad los lazos tienden a ser cada vez más indirectos. Los niños y los jóvenes son hijos de prácticas y discursos cuyo monopolio parental- escolar ha sido destronado por los medios que generan una desmesurada sensación de saber y poder. Padres y maestros son considerados cada vez menos sapiens.

El flujo de imágenes que nos arrolla instaura un nuevo lenguaje social basado en la seducción y se dirige a una dimensión pulsional, no a una conciencia ideológica. En el mundo de hoy no solamente hay exceso de imágenes sino pobreza de palabras. Los mensajes mediáticos desplazan y arrinconan la noción de narratividad; los niños y los jóvenes del presente son interpelados a ser en medio de un acelerado caudal de información y se conectan rápidamente con su entorno pero sin poder abarcarlo reflexivamente. En los tiempos que corren la lectura es una operación de imágenes que se suceden indefinidamente sin dejar una huella profunda en la subjetividad lo cual tiene un impacto profundo en los métodos de enseñanza y aprendizaje.

Bajo el impulso de la perspectiva economicista, la función del aparato escolar es actualmente la de desarrollar habilidades y competencias, es decir, instruir y capacitar para conseguir rápidamente trabajo. Sin embargo, el aparato escolar, y particularmente la universidad, está constituido por espacios donde se experimenta lo diverso, donde se registra al otro y se recibe la mirada del otro. En pocas palabras, una de las funciones del aparato escolar - y muy importante - es formar cierto tipo de subjetividad.

La escuela educaba moldeando la conciencia a partir de matrices legitimadas que inscribían valores y aportaban saberes para la construcción del ciudadano del mañana. El lugar donde se llevaba a cabo la operación era el aula, espacio cerrado donde reinaba la disciplina bajo la égida del maestro. Ese mundo ya no existe. La tecnología y la posibilidad de acceder a la información desde cualquier lugar hacen que sea posible un aprendizaje móvil lo que afecta la fijeza de roles y las prácticas docentes.

En tiempos pretéritos un docente era esperado en el aula con respeto por su investidura, se le preguntaba y se lo respetaba y si ello no ocurría sentía que contaba con el saber y la autoridad para afrontar esos desafíos. Ahora el docente es interpelado por un tuteo que lo ubica simétricamente con sus alumnos que opinan tanto o más que él. En este contexto el aula como lugar de aprendizaje se transforma: deja de ser el templo del saber y se espera que reine en ella un ambiente lúdico. El saber y el poder que se reconocía al maestro y le brindaban una investidura casi sacralizada no son fácilmente reconocidos y el docente debe desplegar habilidades de seducción.

¿Suponen los cambios reseñados que la clase magistral que ha constituido hasta nuestros días la columna vertebral de la enseñanza en los centros de educación superior debe desaparecer? Ciertamente no.

La cátedra magistral como método de enseñanza nació con la misma universidad. Perteneciente al método discursivo, se centra básicamente en el docente y la transmisión de conocimientos. Su propósito es enseñar y llevar a los alumnos a descubrir las relaciones entre diversos conceptos y formar una mentalidad crítica.

Los ataques a la cátedra magistral se centran en la pasividad del alumno a quien se le pide que escuche y tome notas por lo que – dicen los expertos - el aprendizaje queda relegado a un segundo plano, de modo que la posibilidad de valorar la eficacia de la enseñanza no sería posible sino hasta realizar las pruebas del examen.

Sin embargo no todo es negativo. Entre las ventajas de la cátedra magistral se menciona el ahorro de tiempo y recursos tanto materiales como humanos cuando los grupos son numerosos y el que permite el acceso a temas cuyo estudio resultaría desalentador si los alumnos los abordaran sin la asistencia del profesor dado que los estudiantes suelen aprender más fácilmente escuchando que leyendo. Así mismo, que las clases magistrales ofrecen la oportunidad de ser motivado por profesores que poseen conocimientos sólidos de una determinada disciplina.

Las desventajas de la clase magistral con respecto a métodos de aprendizaje que exigen más recursos pedagógicos y al estudiante autodisciplina y participación, como el aprendizaje basado en problemas, son evidentes pero muchas otras le son atribuidas injustamente y en ocasiones sus aspectos negativos no proceden del método sino de su inadecuada utilización. Al igual que ocurre con otras actividades, la clase magistral es un medio correcto de comunicación si se imparte a personas que quieren escuchar y si el profesor presenta su tema de manera que motive a sus estudiantes.

En cuanto a la pasividad del estudiante en el aula y al hecho de que su papel se limita a escuchar sin tener la oportunidad de preguntar, es importante recordar que  todo proceso de comunicación supone un diálogo. La enseñanza no es una técnica sino una praxis y el profesor también aprende cuando no se aplica un saber preestablecido sobre un objeto informe sino cuando hay una implicación mutua que deja tanto al maestro como al alumno modificados después del encuentro. Ser discípulo y no simplemente alumno es efecto de la presencia y la transferencia mutua. La pasividad se rompe cuando antes de la clase el estudiante debe leer algún texto relacionado con la conferencia y cuando se permite a los estudiantes interrumpir al profesor o hacer comentarios al terminar este su exposición. De este modo el estudiante “dialoga” con autores que escriben sobre el tema abordado en clase y con el profesor en un ejercicio cuyo propósito fundamental es aprender a pensar, a reflexionar, a formar un criterio, a usar el conocimiento previo y a argumentar con la guía de un docente cuya autoridad emana del conocimiento de su materia y de su voluntad para transmitirlo. 

La disciplina y la formación de discípulos se truncan si el estudiante tiene una relación de usuario del sistema educativo porque en una relación clientelar el cliente siempre tiene la razón. Está demostrado que hasta en los juegos prima la existencia de unas reglas y de una autoridad que las haga respetar, con mayor razón en la academia donde el quehacer cotidiano se relaciona con el conocimiento científico, y que si no se siguen las orientaciones de quienes saben, no se aprende. El conocimiento se construye en procesos complejos que articulan la información con la experiencia y la reflexión. El conocimiento no se descubre y menos brota de improviso. Ya Pasteur demostró hace muchos años que la generación espontánea no existe.

El desafío en el aula es crear respeto y confianza  desde el incómodo lugar de la cátedra; establecer un lazo enriquecedor con el saber como parte de una comunidad académica a partir de una curiosidad compartida. No se trata de convocar opiniones sino de promover prácticas de pensamiento que tomen la opinión como punto de partida pero la trasciendan con evidencias que permitan argumentar con autoridad.

Rubén Sánchez David


lunes, 27 de agosto de 2012

Cambios en el gobierno



Por: Luis Carvajal Basto

Los ajustes en el gabinete no han obedecido a una crisis política, en cuanto la Unidad Nacional formalmente se mantiene y todo hace prever que se mantendrá. Apuntan a consolidar los objetivos de gobierno.


El ejercicio conocido como gabinetología, más propio de especulación que de análisis, resulta casi estéril para proyectar los acontecimientos políticos si no fuera porque permite observar la manera como los grupos parlamentarios y de opinión se “alinean” en torno del gobierno, facilitando, o no, la gobernabilidad, es decir, la manera como sus decisiones son compartidas y acatadas por el congreso y la ciudadanía.
En vista de que no es posible, en Colombia, hablar de una crisis o bloqueo en un congreso en cual la oposición es minoritaria y tampoco existe un movimiento civil anti-gobierno, los ajustes en el gabinete anunciados por el presidente Santos tienen como objetivo ajustar piezas para consolidar sus metas.
En ausencia de partidos fuertes, el eje central de la dinámica de cierre del periodo de gobierno, estará centrado en los ministerios del interior y hacienda. En unas comunicaciones fluidas con los grupos parlamentarios y con la opinión pública. Los responsables de estas carteras, además de sincronizar ejecutivo y legislativo, tienen la misión de generar credibilidad, luego del episodio de la reforma a la justicia.
Después de especulaciones y conociéndose apenas el nuevo ministro de Hacienda al momento de escribir esta nota, puede decirse que el gobierno asumirá una postura más definida en su naturaleza social, en la cual el gasto del Estado es importante para reducir desequilibrios y desigualdades. Aunque no se pueda hablar de sesgos o diferencias ideológicas, quedaría claro que se coloca del lado opuesto a sectores del partido de la U, aun en el gobierno y la oposición de manera simultánea, que promueven un Estado austero.
Algunas tareas pendientes del gobierno tienen que ver con consolidar la paz , continuar en la senda de prosperidad y redistribuirla , para lo cual serán importantes proyectos como el de las 100.000 viviendas y garantizar las condiciones en la economía para reducir las cifras de desempleo, situándolo, de manera estable, en niveles inferiores al 10%.Debe avanzar en la universalización y estabilización del sistema de salud, actualmente en riesgo, y en una reforma consensuada del sector educativo. También, normalizar el proceso de distribución y ejecución de regalías.
Para garantizar el crecimiento de la economía, debe persuadir a la junta directiva del Banco de la República, acerca de la conveniencia de continuar reduciendo las tasas de interés y estabilizar la de cambio, sin descartar alternativas como el prepago de deuda.
El cumplimiento de estas metas, requiere de una gran capacidad de ejecución, para lo cual necesita armonizar el equipo de gobierno y garantizar la gobernabilidad, referida a mayorías en el congreso pero también a la opinión pública que percibe debilidades en temas como el de seguridad aunque las cifras digan otra cosa.
El gobierno debe demostrar que el objetivo de la Paz no es caprichoso y se relaciona con solidificar las condiciones que han permitido aumento en la inversión, interna y externa, y el crecimiento de la economía en medio de un entorno mundial recesivo.
Finalmente, al renovar el gabinete e incorporar funcionarios con experticia en lo público, combinando elementos técnicos, políticos y de opinión, el gobierno responde a las realidades actuales. Sin embargo, variables que no controla cambian constantemente y debe anticiparse a escenarios internos como el de la misma reelección o las elecciones en 2014 y las variaciones del conflicto interno junto con los efectos de asuntos externos que nos afectarán, como las reelecciones de Chávez y Obama, la profundización de la crisis mundial y una eventual caída de los precios del petróleo y las materias primas con sus efectos en las finanzas públicas.
@herejesyluis 

lunes, 20 de agosto de 2012

Assange: ¿sexo o política?



Por: Luis Carvajal Basto

Este caso, coloca sobre la mesa un dilema no suficientemente reglado en la sociedad contemporánea: el derecho de la gente a informarse, confrontado con la seguridad de los Estados y su derecho de protegerse. Al final se revela la naturaleza política de asuntos que dejan de ser "privados".


Julián Assange ha sido solicitado en extradición por denuncias sobre abusos sexuales y no por filtrar información reservada que ha permitido al mundo conocer secretos de política internacional que comprometen personas, instituciones, países etc.
La lista de personajes públicos cuestionados, encarcelados y puestos “fuera de combate” en circunstancias parecidas, es larga. En el pasado reciente, casos como el del ex director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Khan y anteriormente el del ex gobernador de Nueva York Eliot Spitzer, suenan parecidos. Se ha conocido que quien acusó a Strauss- Khan, una camarera, no pudo justificar depósitos de cientos de miles de dólares en sus cuentas bancarias y el caso comenzó a desmoronarse. Al señor Spitzer, también ex fiscal general, le acusaron de utilizar los servicios de una prostituta (¿Alguien las conoce?). Eso fue luego de que pusiera en evidencia excesos del sistema financiero que después terminaron en la crisis de 2008, de la que el mundo no ha podido salir. Ambos debieron renunciar.
La semana anterior, por ejemplo, el mismo Presidente Obama fue acusado, por parte de ex agentes vinculados con el partido republicano, de difundir información de la operación contra Osama Bin Laden. Esto ha ocurrido faltando semanas para la elección presidencial. Guardadas proporciones, son acusaciones parecidas a las que, tras bambalinas, se han efectuado contra Assange. Puesto en el dilema entre ocultar y publicar, Obama, demócrata como Spitzer, prefiere publicar, como Assange.
La situación de Assange confronta los sistemas judiciales de diferentes países e involucra otros, creando un verdadero enigma acerca de la manera como se resolverá. No parece que al Reino Unido le convenga invadir una delegación diplomática, pero tampoco que pueda salir de un pequeño recinto, como una cárcel, en este caso escogida por él.
Todos sabemos que en el juicio contra Assange se encuentran los intereses de personas y países afectados por sus denuncias y no por sus preferencias o actitudes sexuales. A eso no escapa el gobierno del Ecuador, con interés de recibirlo para garantizar sus derechos universales y un juicio justo, a la vez que amortigua, interna y externamente, denuncias crecientes contra la Libertad de prensa en ese país.
Aunque de manera hipócrita no se diga, la verdadera discusión que subyace en este caso es el derecho de los ciudadanos del mundo a informarse, consagrado en todas las constituciones democráticas, confrontado con el de los Estados a protegerse. ¿Cual predomina? Ambos son espacios vitales para la humanidad y su confrontación confirma que asistimos a un periodo de grandes transformaciones ocasionadas, fundamentalmente, por la revolución tecnológica. Hace poco nadie se soñaba que tantas cosas, como las reveladas por Assange, se pudieran conocer. La democratización de la información es inevitable y real en la sociedad del conocimiento.
Este caso, como tantos otros, se “resolverá” política y no jurídicamente. El mundo toma partido utilizando como filtro las preferencias e intereses de cada quien. Para sectores de América Latina, después de las Malvinas, Assange será un estandarte. Para los defensores de la Libertad de información, pasan a segundo plano las particularidades de su vida privada y los posibles delitos cometidos. Para sus contradictores, siempre han estado allí.
Aunque la bandera de Assange sea reivindicada por gobiernos cuestionados por su propia situación interna, coincidirán con ellos ciudadanos e instituciones para quienes es más importante la libertad de expresión y las de recibir y difundir informaciones que compartir escena con ellos. No se trata de cómo el asunto se politiza, pues es de hecho una cuestión, política, no resuelta que refrescará un debate necesario.
Es la política. La confrontación de intereses y toma de decisiones por medios públicos en un mundo en que ya nada es privado y en que las reglas de juego, después de la revolución tecnológica y la globalización, están por construir. Al final, nada ha cambiado tanto como para pensar que el “exceso” de información es perjudicial para las Libertades que defendemos y pregonamos todos. Hasta el juicio final, si es que llega, es y será la política, aunque la padezcamos y tengamos diferentes versiones sobre ella.

lunes, 13 de agosto de 2012


Globos sobre Bogotá

Por: Luis Carvajal Basto

Los debates de opinión que constantemente propone el alcalde Petro pueden ser saludables, como en el caso de los centros de atención a drogadictos, pero los ciudadanos esperamos, además de denuncias, que administre con tino los millonarios recursos de la ciudad y avance en la solución de sus problemas.


La manera en que la exposición mediática inherente a un cargo como la alcaldía de Bogotá es utilizada por algunos gobernantes, se ha transformado en los últimos tiempos permitiéndonos observar paradojas de mandatarios encabezando manifestaciones que deberían ser en su contra y demostrando que ejercer simultáneamente gobierno y oposición no es una facultad exclusiva del partido de la U. Algo de eso tiene la estrategia de comunicación política del alcalde Petro, responsable de lo que ocurre en la ciudad, quien se anticipa y propone debates que en su posición deberían ser políticas públicas claras, cuantificables, financiables, jurídicamente viables y no apenas denuncias, aunque sean temas candentes que atraen a la opinión.
Así ha ocurrido en diferentes ocasiones, como cuando “propuso” la integración de las empresas públicas, con resultado directo sobre el patrimonio de las que cotizan en bolsa, o cuando abrió el debate sobre las corridas de toros, cual activista que reclama buen trato para animales que terminan servidos en su mesa. Temas que convocan a la opinión y sobre los cuales cada quien “echa su cuarto de espadas”, garantizando la presencia del alcalde en los medios. El asunto es que no fue elegido para eso, si no para administrar una inmensa ciudad con innumerables problemas.
No le falta razón al ex alcalde Jaime Castro, fundador de la Bogotá superavitaria y creador de su actual andamiaje institucional, al afirmar que el alcalde “se ocupa de temas nacionales porque desconoce los locales”. Ha sido francamente errática su postura y actitud frente a asuntos vitales como la movilidad por la séptima, Transmilenio, el plan de desarrollo y la manera vergonzante como se tranzó con el concejo, y una larga lista de etcéteras compilados recientemente por la columnista María Isabel Rueda. Eso no debería extrañar a nadie si se tiene en cuenta que Petro apenas aterrizó en los temas de Bogotá cuando fue candidato a alcalde, trance no superado en cuanto sigue actuando como tal.
Mientras Petro echa sus globos, la ciudad sigue su marcha y mientras debatimos sobre toros, por ejemplo, el paso por la circunvalar y la carrera 11 permanece interrumpido, los buses de Transmilenio siguen abarrotados, el destino de la ALO en la incertidumbre, y asuntos más complejos, como el de recolección de basuras, se mantienen en el limbo. Capítulo aparte merece la amenaza de racionamiento de agua potable que ha denunciado un estructurado informe del diario El Tiempo.
Algo similar ocurre con las finanzas distritales que, de acuerdo con informes de la misma secretaría de hacienda, a junio 30 había ejecutado cero pesos del presupuesto asignado a los fondos de desarrollo y las alcaldías locales, epicentros de la descentralización, y entidades como el Fondo Financiero Distrital de Salud apenas llegan a un 28% en los niveles de ejecución. Entre tanto, en la mitad del año, los bogotanos habíamos superado en un 10% las cifras estimadas de pago del impuesto predial. ¿Se administra bien la plata?, ¿Ha estado, o todavía está, la ciudad paralizada? No parece, en todo caso, un escenario propicio para aumentar el predial ni colocar peajes urbanos como lo propone el alcalde, quien debería tener en cuenta la relación entre niveles de tributación y cultura tributaria, además de la capacidad de ejecución y medidas efectivas, no solo denuncias, contra la corrupción. Es algo como decir que necesita recursos para ir no se sabe a dónde.
Queda la impresión, generalizada por lo que dicen las encuestas, que mientras la ciudad mira hacia el cielo y debate acerca del colorido de globos y sofismas lanzados por el alcalde, construyendo una imagen nacional y pensando, seguramente, en una futura candidatura, suficientes problemas terrenales sin solucionar, que deberían merecer su atención, continúan al garete en la metrópoli que le eligió para gobernar y en la que se desempeña, apenas, como agitador.
@herejesyluis 

lunes, 6 de agosto de 2012

Dos años de Santos



Por: Luis Carvajal Basto

En la mitad de su mandato, las cifras dicen que en medio de un entorno mundial de crisis Colombia mantiene su dinámica ascendente, pero, como en todos los países, la política marcha detrás de la economía y los fenómenos de opinión.


Indicadores como el crecimiento sostenido de la economía, reducción del desempleo, disminución del número de pobres, aumento de la clase media, bonanza fiscal, balanza comercial en superávit y otros, deberían ser suficientes para calificar positivamente al gobierno de Juan Manuel Santos.
Si se tiene en cuenta el entorno recesivo y la manera en que afecta a los gobiernos, generando cambios en la orientación política de muchos países, debemos decir que a Colombia le va bien, aunque desde muchas partes se diga que el bienestar tiene que ver con el precio de las materias primas y nuestra producción y exportaciones petroleras.
Sin embargo recientemente, de acuerdo con encuestas conocidas, se ha observado un deterioro indiscutible de la imagen presidencial, hecho que adquirirá mayor importancia en la medida que se defina la reelección del presidente Santos. Errores claros de política y manejo, como ocurrió con la reforma educativa y de justicia, la confrontación con el ex presidente Uribe, quien mantiene altos niveles de favorabilidad en la opinión, el aumento en la percepción de inseguridad y la fractura entre política parlamentaria y opinión pública, explican el bajón del presidente.
El fracaso de las reformas resulta difícil de entender si se consideran su inaplazable necesidad y las mayorías parlamentarias. No pueden adjudicarse a la oposición, que ejerce en Twitter y en la opinión pública, pero apenas minoritariamente en el congreso. Ha sido, claramente, un autogol del propio gobierno.
La oposición del ex presidente Uribe, explicada por el aumento en la percepción de inseguridad, era un hecho inevitable desde el momento en que el presidente nombró en su gabinete a los principales opositores de Uribe y dio un giro en la política exterior acercándose al presidente Chávez. Los dos hechos se pueden explicar con facilidad: pragmatismo, por la importancia de un comercio históricamente importante, y sentido común, ante las circunstancias internas e internacionales que proyectaban de manera preocupante asuntos como el de los falsos positivos. Lo que resulta difícil de explicar es el fracaso en la estrategia de comunicaciones del gobierno que va perdiendo frente al Twitter del ex presidente.
El divorcio entre política parlamentaria y opinión pública, que incide en la caída en la imagen presidencial, es un asunto más complejo y compromete el desgaste de nuestras instituciones. La pérdida de credibilidad en el congreso, la rama judicial y la política, por parte de sectores importantes de la población, se había expresado desde el ascenso de los movimientos cívicos en las elecciones regionales y locales, la ola verde y, recientemente, en el rechazo popular a la manera irresponsable como se tramitó la reforma a la justicia. Esa pérdida de credibilidad ha sido interpretada como una oportunidad política por diferentes sectores produciendo reacciones que van desde promover un encuentro en Medellín hasta convocar una Constituyente. Paradójicamente, el gobierno no reacciona, o lo que es lo mismo, no lo comunica adecuadamente, dando la impresión de considerar suficientes sus mayorías parlamentarias.
Y es precisamente esa opinión, divorciada hasta ahora de la política parlamentaria, la que será decisiva en las elecciones presidenciales de 2014, definiendo presente y futuro de la política en Colombia y, por supuesto, la reelección de un presidente, como todos en su posición encerrado en una jaula de cristal en la que aduladores no faltan, quien debería reconocer, ahora que no es tarde para él, equivocaciones y desgaste, haciendo un corte de cuentas en el equipo y estilo de gobierno.
@herejesyluis
Posdata:
En los procesos de formación de la opinión pública resulta inútil la discusión entre percepción y realidad. En el de percepción, son determinantes los estereotipos, conjunto de características que se aplican a una categoría de personas, sentimientos y emociones, áreas en que debería trabajar el equipo de gobierno, en lugar de presentar por la geografía nacional cifras difíciles de identificar o a las cuales la gente aplica sus propios “filtros”. Por las mismas razones también es inútil establecer si “las culpas” tienen que ver con fallas en comunicaciones o percepción de inseguridad. Se trata apenas de sumar, tratándose de asuntos establecidos suficientemente por la ciencia política, y no de algebra lineal.